“Si Cataluña fuese independiente, no hubiera habido tantos muertos. Hubiéramos tomado medidas y hubiéramos decretado un estado de confinamiento total 15 días antes de lo que lo hizo el gobierno español”, manifestaba sin rubor esta semana en una rueda de prensa Meritxell Budó, consellera de Presidencia y portavoz del gobierno catalán. ¿Y qué estaba haciendo Meritxell Budó justo esa fecha que señala, 15 días antes de que empezase el confinamiento? Pues estaba de excursión en Perpiñán (Francia), junto a otros centenares de personas, participando activamente en el sainete independentista organizado en apoyo a Puigdemont.

Porque otra cosa no, pero vida social sí demostró Meritxell Budó durante los días previos al inicio del confinamiento. Aunque ahora cargue contra el gobierno central, Budó nunca predicó con el ejemplo. No solamente no se quedó en casa; es que se apuntó a todas las citas y fiestas y lo fue retransmitiendo por redes sociales. Disfrutó el Carnaval de Vilanova i la Geltrú, una semana antes del confinamiento. Estuvo a la cabeza de la excursión a Perpiñán, justo el día que ella asegura que hubiera decretado el cierre total. Colgaba fotos de fiestas, ya en el mismo mes de marzo. Incluso el 10 de marzo, a tres días de empezar el confinamiento, ella misma descartó que en Cataluña se fuesen a tomar medidas más drásticas. El día que empezó el confinamiento, la Generalitat autorizaba a abrir a las discotecas con capacidad para más de 1.000 personas si no superaban un tercio del aforo. Budó se veía fuerte y declaraba que tenían menos casos que en Madrid y que Cataluña era capaz de determinar toda la trazabilidad de las infecciones.

Todo contradicciones, pero la culpa es de España. No le den más vueltas. La incidencia del coronavirus en Cataluña es consecuencia directa de que todavía no se haya proclamado la República. El hecho de que sea la segunda comunidad autónoma más afectada, tanto en número de diagnosticados como en fallecidos, se debe al centralismo y a que Cataluña siga bajo el yugo español. Lo dice la Budó, la farmacéutica veterinaria que acabó siendo la voz de la Generalitat durante la pandemia y que se iba de excursión cuando tenía que estar confinada.

La farmacéutica de animales

Meritxell Budó i Pla (Barcelona 1969) es la cara visible del gobierno catalán e ilustra muy bien el despropósito absoluto en el que se ha convertido este ejecutivo. La exalcaldesa de Les Garrigues lleva poco más de un año como consellera de Presidencia, pero ya es conocida por sus habituales meteduras de patas, que incluso le han valido reprimendas públicas entre sus propios socios de gobierno de ERC. Su obsesión nacionalista ha hecho, por un lado, que protagonice episodios bochornosos como portavoz: sucedió cuando se negó a contestar una pregunta en castellano durante una rueda de prensa, aludiendo a un presunto código (inexistente) que obligaría a los periodistas a formular sus cuestiones en catalán. Pero por otro lado, le ha permitido escalar deprisa dentro del orden jerárquico del procesismo. Su espíritu radical y sus amistades son las que han hecho posible que ahora ocupe una de las posiciones de mayor relevancia en el ejecutivo catalán.

Porque su perfil profesional nada tiene que ver con ser portavoz de un gobierno. Budó viene del sector farmacéutico, concretamente del de los medicamentos para animales. Tiene un máster en Industria Farmacéutica y Parafarmacéutica, pero su vida laboral previa a la política consiste en 17 años como técnica de dos laboratorios veterinarios en Cataluña. Entre sus labores estaban, por ejemplo, los controles de calidad o tratar con la Agencia Española del Medicamento. “Los principios activos son los mismos para las personas y los animales, solamente hay que adaptarse”, declaraba en una entrevista con La Vanguardia. Es un poco el espíritu de este gobierno catalán, capaz de adaptar a un antiguo portero de discoteca como Miquel Buch a un cargo como el de conseller de Interior.

El día que Budó dice que hubiera empezado el confinamiento, estaba en Perpiñán

De lo que sí ha tenido siempre un amplio conocimiento Meritxell Budó es de un factor fundamental para triunfar en la Cataluña de los últimos años: de Convergència. La militancia le viene de raiz. Sus padres formaban parte activa del grupo local convergente en La Garriga, el municipio en el que vive desde que se mudó desde Barcelona con sólo 6 años. Desde niña vivió el ambiente de mítines, campañas electorales, carpas en la calle y visitas del President Pujol.

Convergente de cuna

Con estos antecedentes, Budó, casada y con un hijo, decidió entregarse a la causa convergente. De los preparados veterinarios pasó directamente a la política. Se afilió en 2002 y en 2004 ya era presidenta del grupo local. En 2007 fue nombrada candidata de CiU en La Garriga para las elecciones municipales. Ganó, pero la ventaja fue insuficiente para evitar una moción de censura liderada por el PSC, que le arrebataron el bastón de mando. Solamente estuvo un año en el cargo, espina que (cuentan a EL ESPAÑOL fuentes socialistas) todavía tiene clavada y que hace que sus ataques a ese partido sigan siendo constantes, como cuando calificó de “operación de estado” el nombramiento de Ada Colau como alcaldesa de Barcelona.

Meritxell Budó se impuso en las siguientes elecciones, las de 2011, y pudo gobernar con holgura, fruto de unos mejores resultados en las urnas. Ese año dejó su trabajo en la empresa privada y se tiró de cabeza al charco político. Pero fue en el impasse entre ambos comicios cuando conoció a un hombre que le cambió la vida. Sucedió así: tras la moción de censura, Budó decidió prepararse para el siguiente envite y empezó por empaparse a fondo sobre redes sociales. En el partido le recomendaron visitar a un político gerundense que además era periodista y experto en redes. Su nombre, Carles Puigdemont. A partir de ahí fraguaron una sólida amistad que la llevó a la postre a convertirse en una de las personas de confianza del presidente ahora huido.

Así, en 2011 ya era alcaldesa de La Garriga por una parte y presidenta del Fons Català de Cooperació al Desenvolupament, una de esas instituciones con funciones poco claras que abundan en las administraciones autonómicas actuales. Esta en concreto se define como una red conformada por 300 municipios (ayuntamientos, consejos y diputaciones) que destinan parte de sus fondos a “acciones para la cooperación y el desarrollo”. También fue vicepresidenta cuarta de la Diputació de Barcelona y miembro del Consell Comarcal del Vallés. Las redes conductoras del tejido político independentista siempre tienen un hueco para las personas leales a la causa.

De hecho, durante su mandato protagonizó una polémica relacionada con un presunto trato de favor a una familia filoconvergente de su pueblo, tal y como explicábamos en Crónica Global: eludió presuntamente la regulación de un circuito ilegal de cross durante años cuando era alcaldesa de la localidad de La Garriga (Barcelona), tal y como denuncian los vecinos. La empresa, fundada por el expiloto de rallies Marc Guasch y cercana a la extinta CDC, acumulaba quejas por el ruido de los vehículos. Pese a ello, el trazado operó sin permiso durante más de tres años. No fue sido legalizado hasta enero de 2020, con la consejera fuera del consistorio.

De su pueblo al Govern

A Budó solamente le faltaba dar el salto a la política grande, y eso se produjo en 2017. Fue el año en el que fue incluida en las listas de Junts per Catalunya al Parlament. Y una vez dentro, solamente tocaba esperar. La huida de su mentor, Carles Puigdemont, no hizo que perdiese apoyos dentro del organigrama. Al contrario: conocida por su faceta más independentista, forma parte de un grupúsculo dentro del partido conocido popularmente como ‘los talibanes’, que son las figuras que hacen ostentación de un nacionalismo mas radical.

Disfrutando del Carnaval de Vilanova, pocos días antes del inicio del estado de alarma

Su momento llegó en marzo de 2019, cuando sustituyó a una efímera Elsa Artadi como consellera de Presidencia y portavoz del gobierno catalán. Allí heredó un despacho del que cuelgan dos retratos: el del presidente Quim Torra y el de su añorado Carles Puigdemont. A partir de ahí, su afición a meterse en charcos la ha llevado a ser tendencia constante en redes sociales, esas mismas que le enseñó Puigdemont y que ahora cargan contra ella por afirmar que la pandemia no hubiera hecho tanto daño en Cataluña si fuesen independientes.

Lo dijo en una entrevista en Radio 4 y lo repitió horas después en rueda de prensa, por si no hubiese quedado suficientemente claro. Aseguraba que ella hubiera confinado a los catalanes el 29 de febrero, pero ese día estaba en una concentración multitudinaria en favor de Puigdemont, su principal valedor. España decretó el estado de alarma el 13 de marzo, pero el día de antes estaba Meritxell Budó asegurando que en Cataluña no se tomarían medidas drásticas.

Sin embargo, no hay reprimenda para ella desde su gobierno. Su nombramiento como portavoz por parte de Torra no es casual: aunque ambos se han conocido hace relativamente poco tiempo (Meritxell Budó es del ala del partido que lidera el encarcelado Josep Turull), el presidente ha visto en ella una figura más agresiva que Artadi hacia todo lo que huela a España. En Cataluña sigue muriendo gente por culpa del Covid-19, las cifras de contagios y muertes son menos claras que en cualquier otra parte de España y nadie ha salido a pedir perdón desde el Govern por haber declarado al inicio de la pandemia que “el virus en Cataluña es distinto al del resto de España”. Pero entretanto, el ejecutivo catalán sigue su estrategia nacionalista. Porque ante la catástrofe, siempre quedará culpar a España.

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