"Vais muy bien. ¡Vais en canoa!". Hace un mes y medio, un un conocido periodista comentaba las encuestas más recientes con uno de los asesores más cercanos a Pedro Sánchez. "¡No sólo nosotros! ¡Vox también va en canoa!", respondió con satisfacción el consejero presidencial durante un almuerzo en un reservado de un célebre restaurante madrileño.

Santiago Abascal, al que una multitud de seguidores había visto montar a caballo a través de vídeos transmitidos de whatsapp en whatsapp, ya surcaba con éxito las aguas demoscópicas para satisfacción de Moncloa, aunque Sánchez fuese, junto a la "derechita cobarde", el blanco de sus críticas. PP y Ciudadanos quedaron atrapados en medio de PSOE y Vox. Cada vez con menos oxígeno, pero alzando más la voz, respondían todos los días descolocados e incómodos a las preguntas de la prensa sobre el nuevo partido. 

Se dice a menudo que el resultado de Vox en Andalucía sorprendió y es cierto en buena medida. Ningún sondeo fue capaz de pronosticar que lograría 400.000 votos y 12 escaños en la cámara autonómica. Pero en el PSOE ya se trabajaba con la posibilidad de un estallido del nuevo partido.

Los estrategas que trabajan para el presidente hacía meses que habían identificado al partido de Abascal como tabla de salvación en las siguientes elecciones, que finalmente se celebrarán este 28 de abril. La descomposición de la derecha, unida al pinchazo de Podemos, haría brillar al PSOE como el principal partido de España como años atrás le había ocurrido al PP gracias a la pujanza de Podemos. "El partido alfa", empezaron a llamarse a sí mismos en Moncloa. 

"Usted dijo que si el PP quería que compareciera en el Senado por su tesis lo haría. ¿Por qué ahora ha cambiado de opinión?", le había preguntado el 9 de octubre una periodista a Sánchez durante una breve comparecencia junto al presidente chileno, Sebastián Piñera. "Porque quiero prestigiar el Senado", respondió el jefe del Ejecutivo, ofreciendo su presencia en la Cámara Alta para un debate sobre las autonomías que llevaba años sin celebrarse.

Al final de la pregunta, junto a Piñera, Sánchez dio la campanada sin venir a cuento. "Si algo demuestra este debate liderado por el grupo popular en el Senado es el mal estado de la oposición", dijo, lamentando que no apoyase al Gobierno. "No hacerlo ha llevado al PP y a Ciudadanos a ver cuáles son los frutos de esa estrategia: la radicalización está alimentando a la ultraderecha". A Sánchez le preguntaron por su tesis y él respondió con Vox, que había celebrado un mitin desbordando todas las previsiones de público en el Palacio Vistalegre de Madrid. 

Pedro, Pablo y el lobo en Andalucía

Era, en octubre, el inicio de una estrategia que apenas ha variado en el tiempo y que lleva seis meses aplicándose. En la recta final de la campaña andaluza, Vox volvió a protagonizarlo todo. Susana Díaz detectó la falta de movilización y comenzó a hablar del partido de extrema derecha todo el tiempo. En un debate en televisión advirtió de la "triple alianza de derecha y extrema derecha" que podía deparar la urna. Hay quien dice que la idea de centrar en Vox la última semana de campaña partió de Moncloa y que Díaz la abrazó como salvavidas tras haber diseñado una estrategia de desmovilización que hizo que, al final, los que se quedasen en casa fueran los suyos. 

"Estamos alimentando al bicho", dijo antes de las elecciones andaluzas un diputado socialista a EL ESPAÑOL, donde se publicó un análisis titulado "Pedro, Pablo y el lobo, cómo Vox podría convertirse en el último hijo del bipartidismo". En él se recogían distintos puntos de vista que apuntaban a que el PSOE y el PP estaban sirviendo como trampolín para el partido de Abascal. El PSOE, al habilitarlo como interlocutor y así ponerlo en el mapa cuando apenas tenía altavoces. El PP, al endurecer su discurso y otorgar carta de naturaleza a los argumentos del nuevo partido en vez de combatirlo hasta provocar la pregunta entre parte de su electorado: ¿conviene más la copia o el original?

A Díaz no le funcionó. En su derrota pesaron muchos factores y para cuando quiso reaccionar, no estuvo claro si llegaba tarde o no podía llegar. Pero en Ferraz hubo quien saboreó esa noche la venganza interna contra Díaz, archienemiga de Sánchez dentro del PSOE, y la posibilidad de que la dolorosa pérdida de la Junta de Andalucía pudiese preservar la Moncloa. Como el propio Sánchez comentó con los suyos, Díaz estaba llamada a convertirse, sin ella saberlo, en un sacrificio para que Sánchez siguiese en el palacio presidencial. El electorado despertaría alarmado por el avance de Vox. Las encuestas no parecen desmentir de momento esa tesis. 

Por qué es tan importante el único debate con Vox

Este jueves, la estrategia se consumó con la decisión del PSOE de que Sánchez acuda al debate planteado por Atresmedia para el 23 de abril. Será ese y solo ese. En febrero, más o menos cuando el asesor de Sánchez comentaba satisfecho el impacto de Vox en el tablero electoral, el número tres del PSOE aseguró que no se excluiría a nadie en los debates electorales. 

"No vamos a vetar a nadie", dijo José Luis Ábalos. La intención del PSOE era entonces "atender todos los debates que se planteen y con quien sea". Vox era, en ese sentido, bienvenido. Después, los socialistas entraron en una fase de cerrojazo informativo hasta este mismo jueves. Pero los medios comenzaron a plantear posibilidades: un cara a cara con Casado en Mediaset el 16 de abril, un debate a cuatro en RTVE el 22 de abril o el citado a cinco en Atresmedia. Ciudadanos, por su parte, reclamó también un cara a cara Rivera-Sánchez. 

Con su decisión de este jueves, Sánchez limita los debates y rechaza los cara a cara entre los aspirantes que más posibilidades tienen de gobernar. Rompe así la tradición de los ciclos electorales donde sí hubo contraste de proyectos. En 1993, Felipe González se enfrentó a José María Aznar. En 2008, José Luis Rodríguez Zapatero hizo lo propio con Mariano Rajoy, que lo haría en 2011 con Alfredo Pérez Rubalcaba y en 2015 con el propio Sánchez, que se lo exigió insistentemente.

Sánchez también ha enfurecido al Consejo de Informativos de TVE, que a través de una nota ha expresado su decepción por que el presidente que reivindica lo público y singularmente los medios del Estado haya preferido una privada. Por limitaciones legales, a RTVE no podía acudir Abascal porque su partido no tiene representación parlamentaria y eso podría haber sido una coartada perfecta para Sánchez si quisiese dar menos espacio al nuevo partido. Y entre debatir en la televisión pública o Abascal, Sánchez optó por Abascal.

Contra Vox pero brindándole un altavoz

Elegir ese formato de debate es, también, una contradicción con la espina dorsal de la campaña. ¿Por qué un partido que quiere minimizar la importancia de Vox le ofrece una interlocución directa, de igual a igual, en el único debate de la campaña? Según el PSOE, porque Sánchez no veta a nadie y el CIS le da más del 10% del voto. 

La presencia de Abascal en la cita televisiva ofrece a Sánchez muchas ventajas. Será la primera vez que el líder de Vox coincida de nuevo con Casado y Rivera. Será, de alguna manera, la segunda foto de Colón. Tras la primera, Sánchez llamó a las urnas.

Además, Casado y Rivera tendrán menos espacio, desplegarán en algún momento algunos planteamientos coincidentes con los de Abascal y los tres atacarán al jefe del Ejecutivo, permitiéndole plantear la campaña como un "plebiscito" (idea avanzada este jueves por el propio Sánchez) entre él y el caos de la derecha y sus elementos más extremos. 

Si Vox supera a Cs, Sánchez tendrá más cerca gobernar

Por último, Sánchez podrá cargar contra Ciudadanos, que seguramente será el partido más incómodo y en cuyos caladeros esperan pescar los socialistas a antiguos votantes que pasaron de ser rojos a naranjas. Según algunas encuestas, será Rivera quien se dispute la tercera posición con Abascal.

"Si Vox consiguiese esa plaza, Rivera rogaría pactar con Sánchez al día siguiente. No porque tuviera ganas sino porque sería su única manera de sobrevivir, él personalmente, por pura desesperación y ante críticas internas, ", explica un referente socialista. El Gobierno a la andaluza tiene muchas menos posibilidades de salir adelante si el partido accesorio es Ciudadanos y no Vox. Rivera podría reclamar una vicepresidencia y varios ministerios a Sánchez, justificarlo para salvarlo de los independentistas y a España de la ultraderecha y abrir una nueva fase de estabilidad desde la cual reorientar su estrategia política. 

Salvo sorpresas o meteduras de pata, Sánchez tiene la oportunidad de dar en el único debate que ha aceptado la puntilla a la derecha, desintegrándola para que la ley electoral perjudique a los añicos y le haga reinar tras el 28-A.

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