El Comité Federal es la arena de todos los combates internos en el PSOE. Si el 1 de octubre de 2016, Sánchez murió como un gladiador, defendiéndose como gato panza arriba, este domingo 17 de marzo de 2019, casi dos años y medio después, el mismo foro, pero con distintos integrantes, presenció ejecuciones sumarísimas y sorpresivas. En un periquete, la reunión había acabado, ya que nadie pidió la palabra tras el secretario general. Varios de los participantes no se lo creían y trataron de adelantar sus vuelos de vuelta. Y cada uno a lo suyo. 

Nadie replicó al líder socialista el día en el que se decidían todas las listas electorales, al Congreso, Senado, Eurocámara, Parlamentos autonómicos y grandes ciudades. Ni una objeción en el foro que debía sancionarlas. Ni siquiera Susana Díaz, que se limitó a pronunciar una frase de enfado de poco más de 15 segundos. "Tomo nota", concluyó. Muchos de sus principales colaboradores acababan de caer, laminados por el poder del aparato de Ferraz, que ahora domina Sánchez. 

La purga en el PSOE es profunda, especialmente de cara a las elecciones del 28 de abril. Hasta ahora, Sánchez no contaba con unas listas al Congreso y Senado a su medida. Es más, la mayoría estuvo en su contra en las fatídicas semanas en las que el que cayó fue él al intentar una investidura con partidos independentistas. Acabaron, todos menos 14, favoreciendo la investidura de Mariano Rajoy. 

Así pues, Sánchez tenía ganas de tener un grupo parlamentario leal, que no diera que hablar por la división interna. Por razones operativas y por lo que pueda pasar. A su favor tenía varios elementos: el desembarco de 16 ministros y otros muchos altos cargos en las listas bajo el pretexto de que en las urnas también se dirime la acción de Gobierno. En realidad, todos ellos podrían volver a sus puestos sin tener acta de diputado. Es más: Sánchez obligó a renunciar a los tres ministros que, cuando prosperó la moción de censura, conservaban un escaño en el Congreso. Pero, por mucho que pinten bien las encuestas, nadie las tiene todas consigo. Ir en las listas es, para muchos, un seguro temporal de vida. Para Sánchez, al mismo tiempo, la forma de hacer sitio desde arriba a los suyos en candidaturas en las que, tradicionalmente, han tenido mucho que decir los barones regionales. 

Control del partido, y más desde el Gobierno

Tras las primarias de 2017, en las que Sánchez barrió del mapa a Susana Díaz pese a ser la favorita, el partido está bajo el estricto control del secretario general. Así quedó de manifiesto en el último congreso, en el que él copó los órganos de la formación, incluida la Comisión Federal de Listas, con potestad para corregir las candidaturas remitidas desde los territorios.

Su llegada a la presidencia del Gobierno no hizo sino amplificar su influencia. La convocatoria de las elecciones para un mes antes de las europeas, municipales y autonómicas, le dio más poder todavía. Nadie se atreve a levantar mucho la voz sabiendo que una crisis en las listas al Congreso y al Senado puede ser correspondida con otra en las demás listas. Los presidentes de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, y de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, decidieron asumir la realidad y aceptaron a regañadientes las imposiciones en las listas aunque fuesen lo contrario de lo votado por los militantes en asambleas no vinculantes. 

Susana Díaz, la líder del PSOE-A, y Javier Lambán, presidente de Aragón, optaron por mantener el pulso hasta el final. El resultado es que, finalmente, Sánchez ha decidido por ellos y ha retirado o relegado de las listas a un buen número de adversarios internos, independientemente de su trabajo durante esta legislatura o de las preferencias expresadas por los afiliados. 

Los purgados

En cuatro provincias andaluzas, las que llegaron al Comité Federal sin acuerdo, los cambios han sido notables. Antonio Pradas, el más votado por la militancia en Sevilla, no figura en ninguna candidatura. Él fue quien llevó a Ferraz las firmas para provocar la dimisión de Sánchez en 2016. Carmen Cuello, fiel aliada de Susana Díaz, desapareció de la lista aunque en la propuesta andaluza figuraba como tres por Sevilla. La dos por Córdoba al Congreso, María Jesús Serrano, apareció como tres al Senado, con escasas posibilidades de ser elegida. La actual diputada por Cádiz Míriam Alconchel, tampoco está ya en la candidatura.

En Aragón, el número uno por Teruel, Ignacio Urquizu, desapareció de la lista a pesar de ser el más votado en la provincia y hasta hace dos días no tener ningún rival. Lo mismo ha ocurrido con el dos por Zaragoza, Óscar Galeano. 

En todos esos puestos Sánchez ha colocado a sus colaboradores. Algunos, según lamentaban en el PSOE-A, ni siquiera habían salido en las votaciones de las asambleas. No es que no fuesen los más votados sino que ni siquiera figuraban. 

Ferraz justifica por la necesidad de hacer su equipo todos estos cambios, a los que se han sumado numerosas modificaciones en las listas municipales en Aragón, Andalucía o Galicia que han convertido a algunas agrupaciones en un hervidero en la tarde de este domingo. 

En la lista europea, Sánchez ha fulminado a José Blanco, hasta ahora un seguro en la lista, y ha desplazado a puestos en los que no tienen segura la reelección a Jonás Fernández (Asturias) y Juan Fernando López Aguilar (Canarias), además de incluir a algunos candidatos con nulo conocimiento sobre Europa o que antes habían apostado fuerte y sin éxito por ir al Congreso. 

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