Uno de los asesores del presidente del Gobierno se paseaba por el Congreso de los Diputados durante el debate sobre los Presupuestos Generales del Estado. Este tipo de debates ofrecen, por su duración, momentos para la tensión, el aburrimiento e incluso la confidencia. Este asesor estaba tranquilo porque, al parecer, le habían echado las cartas sin que éstas mostraran grandes cambios laborales a corto plazo. "O bien no hay elecciones o bien las ganamos", exclamó, medio en broma, medio en serio. Cuestión de fe. O de brujería. 

Cargos del PSOE y el Gobierno repiten a menudo para comenzar conversaciones con periodistas que sólo a Pedro Sánchez compete la decisión de convocar elecciones. Acto seguido, se ponen a especular sobre su decisión acerca de la fecha, qué le conviene más a él, al PSOE o a los barones territoriales y cómo se está desarrollando el debate. No hay una conclusión clara más allá del agotamiento de la legislatura y una absoluta incertidumbre sobre el futuro. "Vivimos en la duda y todo se degrada, especialmente el lenguaje y las formas políticas", explica un ministro de los que, si el Gobierno cesa, no seguirá en primera línea. 

El "relato" del manual de resistencia

Los hay en el PSOE que, subidos a la ola de los últimos días, cuando desde Moncloa se empezó a filtrar la posibilidad de que las elecciones son inminentes, que lo consideran un último brote de extrema audacia del presidente. "Cambia el relato y aprovecha el momento", explican. Son los que convierten el naufragio de los Presupuestos en un eficaz programa electoral y creen que el PSOE puede contagiar al elector de esa lucha por abrir un espacio entre el independentismo y el centroderecha que martiriza a un buen presidente. 

"Pase lo que pase, el PP va a bajar. Y nosotros seremos la primera fuerza, de eso no hay duda. Y eso te da un plus, tanto si estás en el Gobierno como si estás en la oposición, que ahora no tenemos", explicaba un ministro en los pasillos del Congreso. "Ahora mismo y por primera vez somos el único partido con un relato", en palabras de un diputado próximo a Sánchez.

Según él, PP y Ciudadanos no pueden mantener los ataques de las cesiones al independentismo porque se desmienten por el hundimiento de los Presupuestos. Y los independentistas no pueden justificar su rechazo a unas cuentas públicas con fuerte inversión para Cataluña y el riesgo de que unas elecciones traigan un Gobierno de PP, Ciudadanos y Vox sólo por una autodeterminación que nadie esperaba que Sánchez les concediera. 

Similitudes con la crisis de ZP

No todo el mundo es tan eufórico. "Salvando las distancias, la situación me recuerda mucho a la de 2011. Parece que hagamos lo que hagamos, esta legislatura ya es tóxica. Sólo falta ponerle fecha a las elecciones, antes o después", explica un dirigente territorial del PSOE, que teme un "tsunami" de las derechas. 

La propia María Jesús Montero, ministra de Hacienda, reconoció desde la tribuna que el PP tiene una actitud muy parecida a la que empleó contra José Luis Rodríguez Zapatero y advirtió en el partido conservador frases como la de "Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros", atribuida a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda. La historia podría repetirse. 

Hay quien en el PSOE, especialmente en algunas federaciones, cree que el Gobierno central está ya perdido. La crisis económica se llevó a Zapatero por delante y ahora será la territorial la que acabará con Sánchez. La derecha está, para los que sostienen esta tesis, hipermovilizada aunque no lograra paralizar Madrid el pasado fin de semana. Y la izquierda está o bien sumida en el cainismo, en el caso de Podemos, o desmoralizada en el caso del PSOE. 

"Pedro puede seguir haciendo saltos mortales, pero llegará un momento en que nadie le creerá", según otro diputado, menos creyente en el tarot que el asesor con cuya historia comienza este artículo. 

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