"Si yo tengo en la Ejecutiva Federal de mi partido, en mi dirección, a un responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca pagar, esa persona al día siguiente estaría fuera. Ese es el compromiso que yo adquiero con mis votantes y también con los españoles". Lo dijo Pedro Sánchez, hoy presidente del Gobierno, en una entrevista en 2015, cuando era diputado y líder de la oposición.

Entonces se supo que Juan Carlos Monedero tuvo que presentar una declaración complementaria a Hacienda y pagar los impuestos que le correspondían tras haberse servido de una sociedad para ahorrarse una parte. Este miércoles se supo que Màxim Huerta, ministro de Cultura y Deporte de Sánchez, había hecho lo propio y que ingresó los más de 200.000 euros en impuestos (con un recargo aparte) sólo cuando fue sorprendido por Hacienda. Aún así recurrió y perdió en los tribunales de Justicia. 

Huerta no ha durado ni un día en dejar de ser ministro desde que en la mañana de este miércoles se publicase en El Confidencial la sentencia que revelaba su tributación irregular e insuficiente. Apelativos de "Màxim el mínim" o "Màxim Puerta" comenzaron a correr como la pólvora por las redes sociales, las mismas que dieron en cuestión de segundos una publicidad exponencial al viejo vídeo de Sánchez o que se habían inundado de chascarrillos por los cometarios antiguos del exministro en los que aseguraba, entre otras cosas, que no le gustaba el deporte. 

Gafado desde el inicio

El nombramiento de Huerta parecía gafado desde el inicio. Muchos en el PSOE fruncieron el ceño al escuchar su nombre y se preguntaron si tenía algún mérito más que ser un conocido presentador de televisión. En algunos sectores de la industria cultural se llevaron las manos a la cabeza ante un ministro que, de todos modos, iba a durar poco porque la legislatura está a punto de rebasar el ecuador y que tendría que aprender demasiado en demasiado poco tiempo.

Màxim Huerta, ministro durante seis días, abandona la sala donde anunció su renuncia al cargo. Juan Medina Reuters

La marcha fulminante de Huerta tiene dos lecturas. ¿Un ejemplo de coherencia del presidente del Gobierno? ¿Una muestra de que, en España, dimitir ha dejado de ser tan solo un nombre ruso, como dice el chascarrillo?

Es cierto que Mariano Rajoy resistió en Moncloa haciendo los mínimos cambios en su Gabinete. Llegó a la moción de censura que le costó el cargo con cinco ministros reprobados (Hacienda, Justicia, Interior, Exteriores y Sanidad) y Huerta ha dimitido antes incluso de acabar su sexto día como ministro. Todo un cambio. 

Las horas que Sánchez lo sostuvo

No es menos cierto que Sánchez sostuvo a Huerta durante varias horas y su equipo aseguró que sus explicaciones sobre su escándalo fiscal en dos radios habían sido "claras" y "solventes". "Nunca se perdió la confianza en él", explicó una fuente oficial a este periódico antes de las 11 de la mañana del miércoles, cuando el escándalo ya era imparable. Seis horas después ya había presentado su renuncia. 

¿Qué ocurrió en todo ese tiempo? Para empezar, emergió el vídeo en el que Sánchez se había comprometido a fulminar a un colaborador que estuviese exactamente en la misma situación que Huerta. Esas palabras en un informativo de Telecinco, curiosamente la cadena a la que estuvo ligado muchos años Huerta, le habrían perseguido a todas partes. 

En paralelo, el descontento iba en aumento mucho más allá de las redes sociales. También en el PSOE y en el Gobierno, que lleva años haciendo de la ejemplaridad, de la preparación y de la transparencia de sus miembros una bandera del nuevo tiempo que se ha abierto en España. 

Por otra parte, Huerta se habría achicharrado ante las críticas de los grupos de la oposición. Iglesias no vaciló en pedir su dimisión si no aclaraba su situación, algo esto último que ya era inviable, y Ciudadanos y el PP también arremetieron contra la falta de ejemplaridad del nuevo Ejecutivo.

Un nuevo récord

Sánchez ha batido muchas marcas históricas: es el primer presidente gracias a una moción de censura, ha hecho el Consejo de Ministros con más ministras y hubiera sido el presidente con un miembro de su gabinete reprobado en menos tiempo. Y eso es algo que Sánchez probablemente vio que no podía permitirse, ya que su Ejecutivo no tiene ninguna estabilidad parlamentaria. Se hubiera quedado solo con los 84 diputados del grupo socialista y, quizá (quién sabe), ni eso. 

Finalmente, Sánchez ha optado por la muy cortés fórmula de dejar que fuese el ministro quien anunciase a los medios su marcha, con la oportunidad de reafirmarse en sus decisiones y de presentarse como una víctima de una injusticia. El silencio de Moncloa, donde el equipo de comunicación de Sánchez dejó instantáneamente de contestar a los mensajes, era de una frialdad glacial. Nadie contaba con el ministro más breve de la democracia. 

El silencio de Sánchez puede parecer generoso con Huerta, pero no esconde que hace exactamente 20 días que no responde a ninguna pregunta de la prensa. La última vez fue el día que el PSOE registró la moción de censura, el 25 de mayo, una semana antes de que prosperase, cuando respondió a dos preguntas. Este miércoles, Huerta abandonó la sede de su departamento asegurando que lo hacía por su amor a la cultura y a la "transparencia", pero tampoco respondió a los informadores que rescataron la sentencia que le sacó los colores y la cartera de ministro. 

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