Gustavo Alfredo Santaolalla, compositor, músico y productor musical argentino.

Gustavo Alfredo Santaolalla, compositor, músico y productor musical argentino. Emilio Naranjo Efe

Referentes

El gurú musical Santaolalla, a los alumnos de la escuela TAI: “El peligro de la IA está en homogeneizar la música”

El oscarizado autor compuso las BSO de 'The Last of Us', 'Babel' o 'Brokeback Mountain', además de crear el proyecto 'Inteligencia Musical'.

10 julio, 2023 01:50

Son apenas las 10 de la mañana. Una fila de alumnos espera vibrante en un pasillo de la planta baja del edificio de la Escuela Universitaria TAI en la madrileña calle Recoletos. Hoy, Gustavo Santaolalla va a impartir un taller de trabajo con estudiantes del centro y se presenta el proyecto Inteligencia Musical, una iniciativa universitaria para recuperar y actualizar los sonidos tradicionales y cotidianos de diferentes países con ayuda de la tecnología.

Hay varios elementos que hacen esta visita singular. El primero de todos, que Santaolalla es uno de los pocos músicos internacionales cuya fama de cinco décadas conecta varias generaciones: los más jóvenes le conocen como el compositor de la banda sonora y personaje del videojuego y la serie de HBO The Last of Us [“Es increíble la relación tan emocional que han establecido con la música del juego”].

La generación anterior le conoce por sus numerosos premios, entre los que destacan dos Óscar para las películas Babel, con Brad Pitt, y Brokeback Mountain, con Jake Gyllenhaal y Head Ledger. Y, por su parte, los fans de largo recorrido admiran a Santaolalla como productor de Juanes o Julieta Venegas [“He producido más de 100 discos”] y cantante con su grupo de adolescencia, Arco Iris, en los años sesenta.   

Otra singularidad es que Santaolalla no es solo un gurú, es más bien de un “gurú de otros gurús”: en el árido terreno hollywoodiense, Alejandro Iñárritu o Guillermo del Toro, entre otros, confían en su criterio más allá de lo estrictamente musical. Su perspectiva nace de la reivindicación de los sonidos tradicionales [la banda sonora de The Last of Us fue compuesta a partir del uso de un ronroco], el poder narrativo de los silencios y el atrevimiento en el uso de notas inesperadas.

Según parece, la conocida actriz Anne Hathaway tuvo acceso a la banda sonora definitiva de Brokeback Mountain y exclamó “cuando escuché esa disonancia pensé: ¡este tipo es increíble!”.

_DSC5209

_DSC5209

Cuenta con 19 premios Grammy, dos premios Óscar, dos BAFTA y un Globo de Oro… sin embargo, su primera frase para los estudiantes sirve para rebajar la tensión [cita a Jiddu Krishnamurti, y afirma “no vengo a enseñar, sino a compartir, a pensar juntos”].   

¿Recuperar los sonidos perdidos? El proyecto de laboratorio que hoy se presenta tiene un encanto añadido: se trata de devolver a la vida, de crear oportunidades para todos esos instrumentos y sonidos en riesgo de desuso (entre los que se encuentran una bandola, un krim, un rabel y un jaguar), ver cómo suenan y cómo se pueden procesar sus sonidos. Después, los audios quedarán archivados en una librería y serán de acceso libre.

[Gustavo Santaolalla: "El jurado musical de los Oscar está lleno de 'Beethovens' frustrados"]

El error (y el silencio)

Durante el taller, Santaolalla comenta con los alumnos que el error es para él tan importante como el acierto durante el proceso creativo musical. “Una característica de la perfección es que es imperfecta. La vida misma es irregular y ¡está llena de circunstancias que no manejamos! Cuando uno se pone a crear, pretende un cierto control, pero cualquier artista que sea honesto tiene que reconocer que hay algunos momentos en que uno pierde ese control y conecta con algo mayor, diríamos, sublime".

El oscarizado autor añade que "a veces una nota equivocada es la nota correcta, al volver a escucharla, se produce una inflexión en la melodía y surge una originalidad especial. Yo celebro el error, los ruidos durante las grabaciones, lo inesperado, son cosas a las que presto atención porque existe musicalidad en todo ello”. En su opinión, “es importante probar. No existe una única forma de hacer las cosas, sino muchas. A priori, todos los sonidos pueden ser buenos para subrayar una escena”.

_DSC5183

_DSC5183

Durante el taller, los alumnos mostraron a Santaolalla el uso de los instrumentos y su aplicación a una pequeña banda sonora aplicada a una escena de un corto realizado en la escuela. El gurú indicó algunas correcciones [“El principio más chiquitito”; “no pierdas las identidades de los instrumentos al procesar”; “la música es un personaje más”; “tenemos que ser conscientes de que estamos contando historias”; "en una música hay un relato, hay una narrativa, en relación con la imagen”].

“El silencio es algo que tiene una especial importancia en mi composición”, explica Santaolalla, que, por ejemplo, decidió no colocar ni una sola nota musical hasta el minuto 22 de la película Amores Perros. Para el genio, “tocar mucho y hacerlo rápido es difícil, requiere práctica, pero se puede conseguir, es cuestión de ponerse a ello. No tocar, restringirse de tocar, va más allá.

Un silencio no es solo la ausencia de sonido o de ruido: me refiero al silencio elocuente, un silencio cargado de significados, un silencio que suena, un silencio que nos indica que hay un punto de inflexión en la historia, que estamos suspendidos en el tiempo esperando a que llegue otra nota. La ausencia es un silencio que tiene sonido y cuando está bien colocado suena más fuerte que una nota. Restringirse, abstenerse, no decir… eso requiere mucha práctica, valentía y seguridad, estar muy seguro, y puede tener mucho más poder dramático que el sonido de cinco instrumentos”.   

Una vocación extraordinaria

Nacido en un entorno rural (El Palomar, Buenos Aires, 1951), los primeros sonidos que recuerda Gustavo Santaolalla son “el canto de los pájaros, el pasar de los trenes y los aviones y luego tengo un recuerdo particular de los bailes que se organizaban los sábados en el verano, cuando el viento traía el sonido de esas fiestas como en oleadas”.

Comenzó a tocar la guitarra a los cinco años. “Mi madre había querido estudiar ella misma guitarra”, relata, “pero nunca había podido por varias razones y mi abuela me regaló una: yo en muy poco tiempo sentí una conexión muy fuerte entre la música y la espiritualidad. Tenía mucha facilidad. Todavía no sabía bien qué iba a hacer el resto de mi vida, pero sabía que la música debía estar presente”.

Para él, tras una dilatada y extraordinaria carrera, “las artes son importantes porque nos permiten ver la realidad de otra manera. La expresión artística no es sino reorganizar la realidad de una forma diversa, usando un código determinado que puede ser de palabras, colores o notas musicales. Esa diversidad en los resultados nos es necesaria".

Como añade, "el ser humano necesita ver el horror, el dolor, el amor y la pasión expresados de otras maneras, lo necesitamos para poder vivir esta realidad, que en cierto modo es irreal también (otra irrealidad más): lo humano necesita ser sacado y abordado de distintas maneras para la salud mental, es una necesidad social humana. Y, por supuesto, el arte sirve para transformar la sociedad, el arte está siempre avanzado a cambios que ocurrieron en la sociedad y la visión artística es fundamental para el progreso”.

Respecto a las nuevas tecnologías, se muestra claro. “Vivimos en una sociedad de consumo, que demanda productos todo el tiempo. Veo interesante el uso de la Inteligencia Artificial y de la tecnología como herramienta. Pero advierto un peligro, que puede homogeneizar la música. En la actualidad, hay muchas opciones, pero la orquesta se sigue grabando, no hay nada comparable a lo que se obtiene cuando cuarenta personas tocan juntas”.