Claudio Grossman (Valparaíso, 1947) predijo, semanas antes de que ocurriese, el asalto al Capitolio de enero de 2021. Pero este jurista chileno, profesor en el Washington College of Law, reconoce que no es ningún tipo de “psíquico” ni “clarividente”.

Sin embargo, meses antes de ese día gris de la democracia estadounidense, Grossman vio “un cuestionamiento de la legitimidad de las elecciones”. Recordemos que el propio Donald Trump, el 45º presidente del país, insistió en que hubo “fraude electoral” tras los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 que dieron como ganador a Joe Biden.

Además, reconoce, pudo ver “un plan concertado” que se basaba en “cuestionar la elección de Biden”. Este plan, explica a ENCLAVE ODS el también presidente del Comité de Redacción de la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas (CDI), incluyó acciones como “reemplazar a quienes estaban en cargos importantes en el Pentágono” o “la llamada a la acción a grupos racistas”, a los que les decían “que estuvieran preparados”.

Grossman asegura que fue su experiencia en el Comité de Naciones Unidas contra la Tortura –del que fue presidente entre 2008 u 2015–, y especialmente en su trabajo en América Latina, la que le hizo entender inmediatamente que la situación que lleva viviendo Estados Unidos desde aquel asalto al Capitolio “no son simplemente cuestiones aisladas”. Al final, asegura, todo se resume en “un plan concertado para atacar la legitimidad y la integridad del proceso eleccionario”.

Pregunta: Con las elecciones de mitad del mandato que se celebrarán en noviembre de este año, ¿podría volver a ocurrir algo similar?

Respuesta: En eso tengo los mismos antecedentes que tú. Espero que no, espero que la actual investigación que está ocurriendo contribuya a evitar que algo así se repita. Pero no anticipo lo que puede pasar, espero que el establecimiento de responsabilidades y los procesos que han existido reaccionando contra el asalto contribuyan a que eso no sea posible.

Grossman señala, con severidad en su gesto, que pese a todo hay un lado positivo al asalto al Capitolio del año pasado: las instituciones en los Estados Unidos reaccionaron. “El vicepresidente condenó este ataque. El líder de la minoría del Senado, el republicano Mitch McConnell, también. Los jueces, incluyendo al tan controvertido ahora Tribunal Supremo de los Estados Unidos, también”. Todos ellos, reitera, fueron claros en su condena “a este ataque a la integridad democrática”.

P.: ¿Hemos dado por hecho la democracia en Occidente?

R.: Es importante que recordemos que no hay que tomar la democracia como algo establecido, o que no hay peligro que pueda conspirar contra ella. Nosotros, en América Latina, damos menos por sentada la democracia que en otros lugares del mundo, porque vivimos fenómenos que nos han mostrado su fragilidad. Pero debo reconocer que en los últimos años, y en el caso de Estados Unidos, se ha dado por sentado.

Y es muy importante que cada uno de nosotros y nosotras tomemos una responsabilidad de defender lo que son valores fundamentales. E insisto que en el caso de Estados Unidos hubo un cuestionamiento de la democracia, pero también se mostró la fuerza de las instituciones. Y a pesar de venir de muy, muy altas esferas, el intento este y de ser coordinado y dirigido, no tuvo éxito. Eso es muy valioso señalar.

Crisis climática y desigualdad

Grossman visitó España el pasado mes de junio para participar en el I Congreso Internacional Iberoamericano, organizado conjuntamente por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). Durante el mismo, el jurista recordó que los niveles de desigualdad han aumentado por culpa de la pandemia de la covid-19 y llegamos encontrarnos en cifras de hacer tres décadas.

Ahora, en un momento en el que la crisis climática amenaza con incrementar esta brecha, urge abordar los retos del presente y del futuro desde una perspectiva “democrática y centrada en los derechos humanos”, explica el jurista chileno. “Hay que preservar, defender y promover la capacidad que tienen este tipo de enfoques” para resolver los problemas sociales y ecológicos.

Porque, explica Grossman, “no se resuelven con gobiernos autoritarios que terminan eliminando justamente las posibilidades de una acción participativa”. Este, el de la participación, es el camino que el experto en derecho humanos indica que hay que seguir. Y sentencia: “Frente a estos desafíos hay que reafirmar el valor de la democracia para enfrentarlos”. Y es que, comenta, es necesario tener en cuenta que, históricamente, las dictaduras y los gobiernos autoritarios han fracasado a la hora de combatirlos.

¿Retroceso de derechos humanos?

Las crisis climática, la pandemia de la covid-19, la invasión de Ucrania o la crisis de refugiados y migrantes son algunos de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad en la actualidad. Son estos retos los que hacen que los avances en derechos humanos y democracia conseguidos en las últimas décadas pendan de un hilo.

Sin embargo, Grossman asegura que no hay que perder la esperanza. Pues “como nunca antes, hay sociedades civiles vibrantes, organizaciones no gubernamentales, fuerzas de la sociedad que entienden que para vivir mejor es central la democracia”. Y es que, recuerda, “como nunca antes hay una participación de la gente y hay nuevos fenómenos que contribuyen a empoderar esa participación”.

Por tanto, “no hay una realidad única que nos lleve al abismo con un resultado único”, explica. Y se reafirma en que precisamente es el “empoderamiento de la gente” el que hace que en muchos países se luche por conservar o conseguir la democracia.

Violencia sexual como arma

La invasión de Ucrania vuelve a visibilizar una realidad que no única ni nueva: la violencia sexual se utiliza como arma que parece gozar de una impunidad inusitada. Grossman se ha tenido que enfrentar a decenas de casos de violación en tiempos de guerra como miembro del Comité de Naciones Unidas contra la Tortura.

“Los grupos en situación de vulnerabilidad son los que sufren más. Todos sufren, pero quienes están en situación de vulnerabilidad –las mujeres, los niños o la gente que es discriminada por orientación sexual, las personas con discapacidad, las minorías raciales, religiosas, etc.– son los que sufren más en estos conflictos”, confiesa Grossman.

Y añade: “En la guerra se utiliza generalmente la violación y el abuso como una forma de castigo colectivo que tiene un sentido discriminatorio, que es mostrar la fuerza, el más poderoso frente a los que son percibidos como más débiles”. Para acabar con la impunidad de los agresores, dice, es vital “seguir exponiendo lo que ocurre, denunciándolo”.

El jurista chileno reconoce que muchas veces se siente frustración, porque “no puedes parar estas injusticias inmediatamente”. Sin embargo, zanja: “No tenemos otro camino que seguir impulsando las denuncias y fortaleciendo los mecanismos de responsabilidad, los sistemas de Naciones Unidas, los sistemas regionales…”.