“La transformación está sucediendo. Podemos elegir dirigirla o ser víctimas de ella”. El presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Csaba Kőrösi, advertía así del momento crucial que enfrenta la humanidad en el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas. En él, se han revisado los avances y desafíos de la Agenda 2030, cuando se cumple la mitad de vigencia de esta hoja de ruta global con la que todos los Estados se comprometieron a transformar nuestro mundo.

Y es que todos los debates e informes preparados para el Foro, tanto por el secretario general como por el comité científico independiente, coinciden en el principal mensaje: a pesar de los retrocesos en áreas clave para el desarrollo sostenible, y de los ingentes desafíos que enfrentamos en materia ambiental, social, económica y política, todavía hay partido que jugar.

Sin embargo, advierten, es imprescindible no sólo acelerar e intensificar la acción, sino también cambiar su rumbo, modificando las reglas del juego, definiendo con nitidez el futuro que queremos y emprendiendo con ambición las apuestas políticas que nos puedan recolocar en el espacio en el que la vida es posible, donde todas las personas disfruten de sus derechos sin sobrepasar la capacidad del planeta.

Han transcurrido ya ocho años desde la aprobación de la Agenda 2030, el mayor consenso global para la transformación de un mundo herido, azotado por el cambio climático, el crecimiento del hambre y de las desigualdades o la reducción del espacio cívico democrático. Los avances son muy limitados y, al mismo tiempo, los retrocesos llamativos.

Ya antes de la Covid 19 o del conflicto que ha impactado los mercados globales de alimentos y energía, el mundo (y los países que lo componen) habían dejado a un lado la senda de la sostenibilidad. A lo que, además del impacto de la pandemia y la guerra que no han hecho más que profundizar grietas y tendencias ya existentes, tenemos que sumar el efecto de los discursos anti Agenda 2030 de los extremismos, que frenan la ambición para lograr un mundo sostenible e inclusivo. Y, por tanto, impiden poner en marcha los mecanismos y las estructuras necesarias.

La buena noticia es que los y las mayores expertas del mundo tienen un plan. Un plan que pasa por, en primer lugar, que todos los países definan marcos nacionales inspirados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para marcar una senda clara a seguir hacia un horizonte de cambio definido tras haber barajado escenarios de futuro y debatido sobre la visión del mundo que queremos lograr.

En segundo lugar, nos proponen identificar y activar las palancas clave para el cambio sistémico a alcanzar, aquellas políticas y reformas institucionales que son imprescindibles para abordar de manera eficaz los desafíos que enfrentamos.

La innegable interconexión entre todos estos desafíos hace que se requiera un análisis muy afinado de las interacciones existentes entre los mismos, adecuando las estructuras de gobernanza y todo el ciclo de políticas públicas, para poder empezar a plantear respuestas que de verdad incorporen estas interdependencias. Es la única manera de dejar de poner tiritas a un planeta agonizante.

Nos animan también a reenfocar el paradigma de crecimiento como único indicador de desarrollo, incorporando un análisis de impacto multidimensional y no sólo económico de todas las políticas e inversiones, que tenga muy en cuenta la huella ecológica y otras externalidades, para poder saber hasta qué punto se está o no avanzando hacia el horizonte de transformación propuesto.

Y para todo ello, se apela de manera ineludible a basar la acción en la evidencia científica disponible, poniendo a la ciencia en el centro de debates y tomas de decisiones compartidas, al tiempo que se moderniza la relación ciencia-diseño de políticas públicas y viceversa.

Desde Futuro en Común no podemos estar más de acuerdo. Las más de 50 plataformas y organizaciones de sociedad civil que trabajamos juntas en esta alianza, llevamos años haciendo propuestas alineadas con este plan, que esperamos sea asumido con ambición por todos los países.

Los compromisos que se adopten en la Cumbre ODS del próximo mes de septiembre, a la que asistirán jefaturas de estado y de gobierno para evaluar los progresos globales en la Agenda 2030, marcarán si nuestros líderes están o no a la altura en este momento en el que tenemos por delante una década decisiva.

Y es que, como destacaba Paolo Gentiloni, comisario europeo de Asuntos Económicos, con motivo del examen que la UE ha presentado en este foro sobre su desempeño en la implementación de la Agenda 2030, “el nivel de progreso global es insuficiente y es necesario renovar el compromiso y tener más determinación”. Confiemos en que no nos defrauden, nos va el futuro en ello.

***Belén Sánchez-Rubio y Sara Villodre, ambas representantes de Futuro en Común, una alianza de organizaciones de sociedad civil de sectores diferentes (ecologistas, feministas, de acción sindical, de acción social, de juventud, de infancia, de personas migrantes y de justicia global) que trabajan juntas por poner a las personas y al planeta en el centro de la acción política.