Raquel Nogueira
Publicada

El artista Josep Piñol frena en seco su obra más ambiciosa: un monumental macroproyecto que tendría que haberse materializado en la localidad brasileña de Belém, donde se celebrará la cumbre del clima de este año.

Sin embargo, Piñol ha decidido que nunca llegue a ser. Y lo ha anunciado en Barcelona, donde rubricó ante notario la renuncia definitiva a llevar a cabo su obra en la denominada puerta de entrada a la Amazonía.

Y, además, lo ha hecho reproduciendo y subvirtiendo las dinámicas del mercado voluntario de créditos de carbono.

Con una performance —ante un notario real— en el Museo Tàpies de la Ciudad Condal, el artista firmó un certificado de evitación de esos que se entregan cuando una empresa, por ejemplo, evita emisiones.

Para elaborarlo, se estimó el CO₂ que habría emitido el macroproyecto cancelado. En total, la detención de la instalación de Piñol ha evitado que 57.765 toneladas de gases de efecto invernadero acaben en la atmósfera.

Estas, a su vez, han sido registradas como créditos de carbono certificados con un valor que asciende a los 1,6 millones de euros.

Imagen del certificado emitido tras la cancelación del proyecto. Cedida

Eso sí, el comprador solo se queda con una tonelada de las emisiones acreditadas; el resto se ha liberado para que no pueda especularse con ellas.

Porque, como indica el artista, su objetivo no es "capitalizar la extinción del arte, sino escenificar las lógicas del mercado voluntario de carbono, en particular las emisiones evitadas".

La obra

El macroproyecto de Piñol se había concebido como una gran planta de captura directa de carbono en la cuenca amazónica.

La idea detrás de la instalación no era otra que la de crear una obra de mitigación artístico-climática. Iba a estar, además, acompañada de un vídeo promocional con el lema "Una pieza de arte para ayudar al mundo a respirar mejor".

La instalación iba a estar coronada por cien figuras de bronce sin rostro y vestidas con traje ejecutivo. Todas ellas erguidas sobre ataúdes convertidos en módulos de captura de CO₂.

La maqueta del proyecto. Cedida

Las siluetas, según un comunicado emitido por el autor, "aludían a un poder estructural e intercambiable": Pues, según Carbon Majors, cerca del 90% de las emisiones globales procede de apenas un centenar de actores económicos y políticos.

Decisión del artista

El proyecto estaba ya en desarrollo: había cerrado dos rondas de financiación por 18,4 millones de euros, respaldadas por una compañía canadiense y otra británica.

Asimismo, el artista había entregado los planos ejecutivos, el cronograma definitivo y los materiales de comunicación necesarios. Las maquetas y las visualizaciones 3D del terreno previsto ya habían sido realizadas.

Sin embargo, algo cambió en Barcelona. Piñol lo detuvo por decisión propia. Y es que el cálculo de la huella de carbono que generaría hacía que perdiese su sentido.

Esta se validó a través de la entidad certificadora Art Carbon Avoidance S.L., creada en paralelo a la obra y acreditada conforme al estándar ACA. Una auditoría externa independiente evaluó el estándar y el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) de la obra, que proyectó el impacto de su construcción frente a su cancelación.

Con ese resultado se certificó la huella de carbono que habría generado su materialización y se creó el certificado final.

Todo, como dice el artista, porque "en tiempos de emergencia climática, no todo merece ser construido: hay obras que hablan más en su ausencia que en cemento y bronce".