Santiago está en esa edad de ubicación difusa a partir de los 50, tiene una cara atractiva, un gesto jovial y una dedicación amable que contrasta con los ceños fruncidos y acelerados de quienes le rodean esta mañana invernal de un jueves en una calle del distrito Latina de Madrid.

A esta hora se cruzan empleados que van a sus oficinas, comerciantes que acaban de abrir sus cierres metálicos, transportistas que deben entregar muchas cosas en tiempo récord… Cada uno vive su pequeño drama en el caos cotidiano de un inicio de jornada en un barrio popular, pero ninguno soporta un drama crónico como el que pesa todos los días –y a todas horas– sobre los hombros estoicos de Santiago, que lleva más de diez años en la calle.

Antes vivía con su pareja en Almería, donde se ganaba la vida vendimiando, pero tuvo que volverse a Madrid, al barrio de Lucero, para hacerse cargo de su madre. “Asesinaron a mi padre en una reyerta, eso nos devastó a toda la familia”, cuenta en el trocito de acera donde ejerce la mendicidad. “De pronto, estaba viviendo de nuevo en el barrio de mi infancia, un lugar donde se mueve mucha droga, y tomé el peor camino posible: caí en la heroína”.

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A partir de ahí entró en un torbellino de adicción y ruina que lo expulsó de la rueda social, a ese limbo donde una persona se vuelve invisible. Estos días vive en una habitación que consigue pagarse a duras penas. “A veces paso temporadas en pensiones, o en casas compartidas, pero no siempre es así”, cuenta.

Sabe muy bien lo que es vivir olas de frío extremo a la intemperie. “Iba acompañado de mi perro, y al contrario de lo que muchos piensan, es peor, porque te preocupas por él como si fuera tu hijo. En mitad de la noche se despertaba y se iba a correr por la ciudad para entrar en calor. Y pasas horas, mientras no vuelve, pensando que le ha podido pasar algo, que lo has perdido para siempre”, cuenta.

En muchos albergues de Madrid han instalado recientemente pequeñas jaulas en las que las personas sin hogar pueden dejar a sus mascotas durante la noche. Tener perro es un arma infalible contra la soledad, y por fin empieza a dejar de ser una traba para quien busque un techo en las cortantes noches de invierno.

En Madrid se han activado 601 plazas “para dar respuesta a un incremento de atención debido a bajadas muy extremas de temperatura”

La campaña de frío se activa en muchas ciudades de España desde mediados de noviembre hasta finales de marzo. Los ayuntamientos, con el apoyo del tercer sector y varias organizaciones sin ánimo de lucro, refuerzan los servicios sociales y de emergencia, y aumentan los espacios de acogida. En Madrid, por ejemplo, se han activado 601 plazas “para dar respuesta a un incremento de atención debido a bajadas muy extremas de temperatura”, explican desde el Consistorio.

"El año pasado creció un 40% el número de plazas dedicadas a esta campaña y hemos aumentado en un 44% los equipos de Samur Social, que son vitales para conseguir que la gente se resguarde”, recordaba hace dos meses la vicealcaldesa, Begoña Villacís, en rueda de prensa. Desde el ayuntamiento, no obstante, insisten en que su estrategia no se basa en medidas estacionales, sino en “robustecer los recursos para las personas sin hogar durante todo el año”.

En Barcelona, donde las temperaturas no suelen ser tan extremas, se han habilitado 172 plazas, que se añaden a las más de 2.000 de alojamiento diarias de las que disponen el ayuntamiento y la Red de Atención a Personas sin Hogar.

La otra 'pandemia'

El sinhogarismo es una endemia social cuyo alcance no está cuantificado. El INE estima que hay entre 30.000 y 40.000 personas sin hogar en España, de las que 22.938 han sido usuarias de centros asistenciales, y la mitad llevan más de tres años sin un alojamiento propio. Unas 8.000 personas pernoctan a diario en la calle. Estos datos fueron recogidos en 2012 en la encuesta que el instituto realiza cada 10 años.

Imagen de archivo de atención a personas sin hogar. Ayuntamiento de Valencia EP

“La primera dificultad a la hora de plantear una estrategia eficaz frente a este problema es no tener datos actualizados”, denuncia Daniel Fábregas, responsable del programa de acceso a una vivienda Housing First, de Provivienda. “En 2012 aún coleaba la crisis financiera, pero después han venido otras, y la de la pandemia probablemente ha agudizado el problema”.

Fábregas opina que las campañas de frío son necesarias, pero matiza: “El sinhogarismo no es una emergencia climática, porque eso lleva a que se afronte desde recursos de emergencia, y no tiene que ser así: hay gente que lleva hasta 30 años en la calle".

Y añade: "Esos servicios de emergencia son vitales si se derrumba una casa o en la tragedia del volcán de La Palma, por ejemplo, y por supuesto en una ola de frío extremo, pero el sinhogarismo requiere, una vez ha pasada dicha emergencia, una solución sostenida en el tiempo, que debe pasar por sacarlos de la calle y permitirles tener una vivienda y que vuelvan a ser autónomos”.

La campaña desde dentro

Marta y Lidia pertenecen al equipo de calle del Samur Social de Madrid. Cada mañana realizan una ruta por el distrito Latina, en la que hacen un seguimiento de personas que practican la mendicidad. Esta es una mañana inesperadamente cálida de febrero, pero la semana anterior tuvieron que activar la campaña de frío. “Lo hacemos cuando la temperatura y la sensación térmica bajan de cero grados”, explica Marta.

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Normalmente, en su ronda supervisan la salud de las personas sin hogar, y les informan y ayudan en cosas tan cotidianas como empadronarse o abrirse una cuenta bancaria. Algo, cuenta Lidia, "necesario para optar al ingreso mínimo vital, que hay que pedir telemáticamente y la mayoría no tienen ni un móvil con el que conectarse a internet".

Cuando arrecia el frío, su labor informativa se centra en los centros de acogida a los que pueden ir puntualmente para pasar una noche mínimamente abrigada. “No siempre es fácil, a muchos les cuesta aceptar ese tipo de ayudas, o relacionarse con otras personas; y con la pandemia, hay mucho miedo a contagiarse en alguno de esos albergues”, asegura Marta. En esos casos, la ayuda ciudadana no suele fallar. “Cuando llegamos, la mayoría ya dispone de mantas, comida caliente… Los vecinos se movilizan”, añade.

En Ciudad Real, la temperatura media de enero a marzo suele rondar los seis grados. Mari Carmen Nieto, responsable del área de Inclusión de Cáritas, explica que, en coordinación con el ayuntamiento y establecimientos hoteleros, activan plazas para quienes viven en la calle. “A quienes no quieren ir, se les facilitan mantas, café, etc. Pero somos una ciudad pequeña y los tenemos a todos muy controlados, unos 10 o 15 como mucho”, cuenta.

La Cruz Roja atendió a unas 15.000 personas el año pasado en España

Susana Rollo Beltrán, portavoz nacional de Personas sin Hogar en Cruz Roja y subdirectora de Inclusión Social para Zaragoza –(otra ciudad en la que el termómetro marca con facilidad por debajo de los cero grados–, explica que hay personas que no quieren entrar en un centro de acogida porque mentalmente no se encuentran capaces de mejorar su situación.

“Por eso, una de nuestras principales funciones es la motivación, para que se planteen salir de la situación de calle. Los protocolos por la covid, como el pasaporte, las vacunas, las pruebas que no pueden hacerse de un día para otro… hacen que este año esté siendo más complicado que otros lograr que entren en la red de asistencia sanitaria”, advierte.

La calefacción, artículo de lujo

Las olas de frío no solo afectan a personas sin hogar. La pobreza energética provoca que sean muchos los que no pueden poner la calefacción en sus casas. Según los últimos datos de Eurostat, de enero de 2020, afecta al 9,1% de la población en España –el año anterior fue el 8%–. Es decir, 9 de cada 100 personas están muy lejos de llegar a la temperatura de entre 18 y 22 grados que recomienda la Organización Mundial de las Salud (OMS) en una vivienda en invierno y los 25 grados en verano.

La pandemia ha empeorado la situación y, sumado al abrumador incremento de la factura energética, la previsión es que el número de familias que tengan dificultades para hacer frente a los recibos de la luz, el agua o el gas siga aumentando.

“Tenemos un proyecto específico consistente en charlas informativas sobre cómo pueden optar al bono social, en darles cobertura para sus necesidades básicas y en la revisión de sus domicilios para ayudarles a realizar pequeños cambios”, informa Rollo Beltrán. “El problema es que hay muchas familias, y no podemos llegar a todas, y eso nos genera impotencia”.

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Tampoco pueden llegar a todos los que ni siquiera tienen un techo bajo el que vivir, ni en invierno ni en ninguna otra época. La Cruz Roja atendió a unas 15.000 personas el año pasado en España. “Muchas veces nos encontramos caras nuevas por la crisis de la pandemia, los erte, etc. Al final les ha llevado a agotar todos sus recursos personales y familiares, hasta que han llegado a esta situación de calle”, explica. Y añade: “Es muy importante la labor de detección rápida para intentar que salgan cuanto antes del sinhogarismo, porque si se cronifica, luego es mucho más difícil”.

Preparados contra otra Filomena

Santiago –otra persona sin hogar que se llama igual que la que abre este reportaje– se despertó una mañana de enero con una enorme rama invadiendo la mitad de su tienda de campaña en la Casa de Campo de Madrid, a pocos centímetros de su cara. Aturdido, abrió la cremallera y vio que estaba prácticamente sepultado por la nieve. A duras penas logró salir, pedir ayuda, y que lo acogiera una familia temporalmente.

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“En cuanto empezó a derretirse un poco, me volví a mi tienda; llevo mal convivir con otras personas y otras reglas”, reconoce Santiago que, a sus 64 años, ha conseguido recientemente que le concedan el ingreso mínimo vital y espera cumplir su sueño de irse a vivir al campo. “No sé si lo conseguiré, pero pensarlo me da el ímpetu para vivir cada día”.

Aunque este año esté resultando un invierno más cálido de lo esperado, muchos meteorólogos advierten de que no es descartable una nueva tormenta de nieve. “Estamos preparados”, señala Lidia, de Samur Social. El mes anterior les impartieron un taller de cómo poner las cadenas en las ruedas para poder acceder a más sitios en caso de otra Filomena, y tienen los maleteros de los coches preparadas con mantas y alimentos.

“Con todo, el año pasado reaccionamos muy rápido, y no se notificó ninguna muerte de una persona sin hogar por la nevada”, añade Marta. E insiste: “Pero son medidas puntuales para emergencias puntuales; si queremos erradicar el sinhogarismo debemos trabajar con estas personas todos los días del año”.

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