La Semana Santa en Castilla-La Mancha no solo se vive en las calles con procesiones y tradiciones centenarias, sino también en la mesa. La gastronomía de esta época brilla con platos emblemáticos como los pucheros, el bacalao o las verduras, recetas que han ido pasando de generación en generación y que siguen conquistando los paladares con su sabor inconfundible.
Los buñuelos de bacalao, las torrijas o los pestiños son esenciales en estas fechas, ya que reflejan la riqueza cultural y culinaria de la región, pero uno de los platos más representativos es el potaje de vigilia o potaje de Cuaresma, un guiso que siempre ha tenido un especial arraigo en nuestra comunidad autónoma.
El potaje de vigilia se servía tradicionalmente los viernes de Cuaresma debido a la prohibición religiosa de comer carne durante este tiempo. Se trata de una receta elaborada a base de bacalao, garbanzos, espinacas y huevo cocido, ingredientes necesarios para aportar energía durante todo el día.
Ingredientes y elaboración
La elaboración de este plato comienza la noche anterior, poniendo los garbanzos en remojo con agua templada y una pizca de sal. Al día siguiente, se cocinan en una olla exprés junto con cebolla, ajo y hoja de laurel. Mientras tanto, se cuecen las espinacas y se corta el bacalao desalado en trozos pequeños.
Para cuatro personas hacen falta 300 gramos de garbanzos, 250 gramos de espinacas, 400 gramos de bacalao desalado, media cebolla, pimentón y dos huevos.
En una sartén, se dora la cebolla junto con el bacalao y se agrega una cucharadita de pimentón. Una vez cocidos los garbanzos, se retiran los ajos, la cebolla, el laurel y el caldo que necesite, dejando el suficiente para que los garbanzos se cubran un poco.
Por último, se añade el conjunto a la cazuela de los garbanzos junto con las espinacas y las yemas de los huevos cocidos. Se le da un hervor, se rectifica con sal y se sirve en el plato decorado con el huevo cocido.