Publicada

La llegada de agosto establece el final del curso político y el consecuente inicio de las vacaciones estivales. Hasta septiembre, los coletazos de la supuesta trama de corrupción que amenaza a La Moncloa y Ferraz marcarán, presumiblemente, la agenda política nacional. En el caso de Castilla-La Mancha no se atisba ningún evento con tal potencial.

Tal vez el regreso de la actividad agite un escenario que, hasta el ecuador de la legislatura, se ha definido por una estabilidad desconocida en otras administraciones. La mayoría absoluta que sostiene al Gobierno de Emiliano García-Page garantiza la aprobación de leyes sin sobresaltos. Además, el desarrollo de la acción ejecutiva se enriquece con determinados apoyos del PP en la Cámara legislativa.

En clave regional, Page insiste en la ausencia de "frentismo" como rasgo diferencial de la vida pública en la comunidad autónoma. Al mismo tiempo, y en los diferentes actos en los que toma la palabra, ensalza las bondades del bienestar, una llamada a las mejoras experimentadas por la región en ámbitos como la educación, la sanidad o la dependencia.

A la cuota social, el presidente regional trata de vincular otros dos atributos. Por una parte, invoca a los consensos perdidos y los esfuerzos compartidos. En otoño, será coprotagonista de la defensa del proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía en el Congreso de los Diputados. En la Cámara Baja, y revestido de la institucionalidad que brinda la ocasión, podrá reivindicar las maravillas del oasis castellanomanchego, el territorio donde el acuerdo es posible.

Los logros de su Gobierno y la proyección de moderación se refuerzan con una vis apelativa. Page carga, también contra los suyos, cuando discrepa del rumbo de ciertos asuntos: de la amnistía al proyecto de financiación singular de Cataluña, del reparto de menores no acompañados a la supuesta corrupción.

Las encuestas en Castilla-La Mancha dibujan un escenario muy parecido al que dejaron los comicios del 28 de mayo de 2023. Desde el entorno del presidente regional insisten en la fortaleza del líder en los últimos sondeos publicados. Es el más conocido, el más valorado y gusta a un lado y otro, con pocos desagradados.

Su exposición nacional, además, perfila a un responsable en permanente vigilancia de los intereses de la región que gobierna, una vestidura de la que se sirvieron anteriores presidentes socialistas de Castilla-La Mancha y que la oposición siempre ha considerado una pose.

No obstante, Page recuerda el "coste personal" que asume por enfrentarse a la dirección de su partido y el Gobierno central.

Pasado el trance del Comité Ejecutivo del PSOE, celebrado a principios de julio y pocos días después de que bulleran los casos de Cerdán y Ábalos, el toledano ha recuperado la sintonía con Adrián Barbón, presidente de Asturias, o Josep Borrell, exsecretario general del partido, por la financiación autonómica. Su gente insiste en que los apoyos internos son más, aunque no se hagan públicos.

Respecto a las elecciones por venir, Page ha mostrado su deseo de un adelanto electoral que evite el voto en clave nacional. El jefe del Ejecutivo autonómico no quiere que las generales sean después de las autonómicas y municipales; tampoco que se puedan hacer al mismo tiempo que las generales. El desplome del PSOE en decenas de ayuntamientos de la región en la primavera de 2023 aviva el miedo a perder la Junta.

Si no media sorpresa, Page optará a su cuarto mandato. Tampoco se prevé discrepancia interna.

Con el apoyo de Génova

Entretanto, el principal partido de la oposición machaca con que "la llave" y "el mando a distancia de la legislatura" están en manos de los ocho diputados del PSOE por las cinco circunscripciones de Castilla-La Mancha, todos próximos al barón regional.

El principal argumento del PP de Castilla-La Mancha es Pedro Sánchez. Y, a partir del presidente del Gobierno, la incapacidad de Page para concretar en hechos tantas declaraciones de rechazo al presidente del Gobierno.

Paco Núñez, máximo responsable regional del PP desde 2018, se siente respaldado por Génova. El jefe de la oposición confía en que a la tercera (intentona) vaya la vencida. Recuerda que Felipe González, José María Aznar, Mariano Rajoy o el propio Sánchez cayeron dos veces antes de alcanzar el poder.

El desayuno informativo que celebró hace algunos meses junto al presidente nacional del partido, Alberto Núñez Feijóo, en Madrid consolidó su liderazgo.

Más allá del rechazo al Gobierno central, el PP se agarra al desgaste de la marca PSOE y a su recobrado poder municipal. Núñez explica que, con muy pocos votos extra, tal vez algunos más en los corredores del Henares (Guadalajara) y La Sagra (Toledo), dos espacios de clara influencia de Madrid, puede cambiar el signo político de la región.

Vox y el cambio de color

Por su parte, Vox confía en el mismo argumentario que lo ha hecho decisivo en varias capitales de provincia y que le reportó cuatro asientos en las Cortes regionales. Rechazan los acuerdos del bipartidismo, enarbolan la defensa del campo y advierten de la inseguridad y la inmigración, dos fenómenos que relacionan entre sí.

Más allá de las propuestas concretas, el grupo parlamentario se nutre de mensajes sobre cuestiones en las que su postura resulta más nítida y menos matizada. Aunque en el ámbito local algunos de sus pactos con el PP se han resquebrajado, quizás por la búsqueda de una voz propia ahora que las elecciones de 2027 asoman, su resultado en los comicios por venir se antoja determinante. Sin un Vox pujante, no se adivina un cambio de Gobierno.