Cuando ya se han cumplido 60 años desde su fallecimiento en Moscú, donde residió como exiliado buena parte de su vida, el artista Alberto Sánchez por fin tendrá en Toledo, su ciudad natal, un espacio a la altura de lo que representa. 

Parte de la obra del genial escultor y pintor toledano será exhibida de forma permanente a partir del próximo martes 28 de febrero en el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha - Colección Roberto Polo (CORPO).

Será un conjunto de 22 obras -trece dibujos y nueve esculturas- fechadas entre 1926 y 1962 las que puedan disfrutarse en la antigua sacristía de la iglesia del Convento de Santa Fe, que la Escuela de Arquitectura de Toledo ha recuperado y rehabilitado para la ocasión.

[Los tres exilios de Alberto Sánchez]

De manera incomprensible, estas obras representativas de las distintas etapas y facetas de Alberto Sánchez -tales como 'La mujer de la estrella', 'Maternidad', 'Minerva de los Andes' o 'Mujer castellanahan'- han permanecido ocultas 22 años en los almacenes del toledano Museo de Santa Cruz, donde fueron a pasar en 2001 tras el cierre del Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, ubicado en la "Casa de las Cadenas".

A partir del próximo martes, tras un acto de inauguración en el que participará el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, los toledanos y turistas podrán disfrutar pemanentemente de esta muestra titulada "Un camino que conduce a una estrella" y que ha sido comisariada por Rafael Sierra, director artístico de CORPO, y Antonio F. Dávila, director del Museo de Santa Cruz. 

Alberto Sánchez, que protagonizó uno de los capítulos más importantes del movimiento vanguardista en España, la creación de la Escuela de Vallecas en la década de los 30 del siglo pasado, nunca olvidó Toledo pese a que tuvo que exiliarse en la URSS a consecuencia del estallido de la Guerra Civil.

En los apuntes biográficos que se conservan del artista destacan los recuerdos de su infancia que hacen referencia al reparto de pan que realizaba por los cigarrales y ventas toledanos en compañía de un caballo, así como sus posteriores andanzas por un territorio que le devolvía, cuando la lluvia difuminaba Toledo, el amarillo limón que utilizaba El Greco.