Miquel Iceta, ministro de Cultura, ha venido a Toledo a hacerse una foto con la estatua de Cervantes. En Toledo se ha impuesto la moda universal de quitarle el pedestal a las estatuas y cualquiera puede hacerse una foto o un selfi con Miguel de Cervantes o con Federico Martín Bahamontes. Bueno, con Fede Bahamontes la cosa es peor porque la bici parecía invitar a que el personal se le subiera a la chepa y el Ayuntamiento le tuvo que poner una cámara de vigilancia permanente para acabar con la broma. Es lo que tiene el pretender que los genios paseen en bronce a pie de calle, que cualquiera se puede poner al lado, echarle el brazo a los hombros y decir que es un amigo de toda la  vida.

Dicen los que venden la moto desde los gabinetes de comunicación que, en realidad, Miquel Iceta venía a Toledo a otras muchas cosas, como salvar la Vega Baja, pero las circunstancias pedían darse una vuelta por las escaleras del Arco de la Sangre, hacerse una foto con el bronce de don Miguel, y declarar solemnemente aquello que toda España había dicho en cuanto se supo que los que mandan en el Ayuntamiento de Barcelona se negaron en rotundo a que el Grupo Municipal de Ciudadanos regalara a la ciudad una estatua de don Quijote, que permanentemente paseara aquella playa de la Barceloneta de sus aventuras y pesares: “Catetada, vergüenza, disparate".

Como ya no se tiene uno que levantar para consultar cuando se escribe, pues entre la Wikipedia y el Google te aclaran todo. Le he dado al botón y resulta que el ministro Miquel Iceta sigue siendo a día de hoy, si es que a mi ordenador no le falla la memoria y está convenientemente actualizado, “el primer secretario general del Partido de los Socialistas Catalanes”, uno de los partidos cuyos concejales votaron con todo el entusiasmo del mundo el rechazo a la pretensión de llevar a don Quijote, aunque solo fuera en bulto redondo y debidamente metalizado a mirar el mar en Barcelona.

Que uno sepa el primer secretario del Partido de los Socialistas Catalanes no ha puesto ningún mecanismo de esos que las maquinarias de todos los partidos tienen para al menos dejar claro que el disparate, la vergüenza y la catetada merecían algo más que un mensaje desde Toledo acompañado de la foto con la estatua de don Miguel de Cervantes.

Así que, como le dijo Caracol el del bulto a la locomotora del expreso de Sevilla en la estación de Atocha, cuando después de un viaje de aquellos de los años veinte la máquina le soltó un bufido de vapor cuando andando y con la maleta en la mano pasaba a su altura: “Esos cojones en Despeñaperros”.

Y tu Iceta, el jefe íntimo de los catetos y con la vergüenza justa para permitir disparates. La foto no cuela.