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El Androide Libre

Cuando las llamadas perdidas decían tanto como diez WhatsApps

Hubo un tiempo en el que la mejor manera de comunicarse era no hacerlo: bastaba con una llamada perdida. También era lo más barato.

16 enero, 2017 21:09

Hubo un tiempo en el que la mejor manera de comunicarse era no hacerlo: bastaba con una llamada perdida. También era lo más barato.

«Hazme una perdida cuando llegues». ¿Recuerdas cuando decíamos esta frase? Quizá te parezca tan lejano como el beeper o los teléfonos con antena, pero nada más lejos de la realidad: era algo muy corriente cuando no estábamos acostumbrados al WhatsApp y mensajería instantánea en el móvil.

Siempre me pareció una paradoja en toda regla: nos comunicábamos con la falta de comunicación. Bastaba un simple toque para decir casi tanto como quien se comunica sólo con la mirada. Incluso había quienes creaban códigos con las llamadas perdidas. «Si te hago un toque es que voy, dos es que no. Y si te hago tres ven tú». Al final no sabías si tenías que ir o esperara a que viniera, pero tampoco ibas a enviar un SMS, que eran 25 pesetas. O 15 céntimos, que aquí el cambió nos fastidió pero bien.

Cuando una perdida era lo más rápido y económico

Lo de hacer llamadas perdidas, y que éstas se establecieran como código universal para comunicarse, tuvo una razón: el coste de los SMS y de las propias llamadas. Como enviar un mensaje valía su dinero, y todos andábamos con el saldo más justo que la maleta de quien se va de viaje para sólo un día, tener la opción de llamar y colgar casi de inmediato nos ahorraba una fortuna.

Enviar un mensaje valía bastante dinero, pero hacer una llamada era directamente un robo. Sobre todo en las tarifas de tarjetas, que eran las más habituales, sobre todo entre los jóvenes. Así que sustituíamos el máximo número posible de SMS por las tareas que se podían realizar con una perdida. Por ejemplo.

  • Confirmar una cita.
  • Decir que ya estás preparado para esa cita.
  • Avisar de que estás bajando.

Y la mejor, una técnica que se practicaba hasta que muchos se convertían en maestros: utilizar la llamada perdida para el mítico «Llámame tú«. Esto solía ocurrir cuando uno de los dos interlocutores tenía una tarifa de contrato o, simplemente, disfrutaba de una mejor situación económica. Hacías una perdida, el que no había descolgado a tiempo veía tu número de teléfono y, para comprobar que no ocurría nada grave, te llamaba. Nunca era nada grave, por supuesto.

El WhatsApp mató a las llamadas perdidas

Sé que muchos van a decir «Pues yo sigo haciendo llamadas perdidas», igual que otros afirmarán que siguen usando los SMS o llamando por teléfono. Sin embargo, hay un hecho indiscutible: la mensajería instantánea ha robado el puesto a las antiguas maneras de comunicación.

Los WhatsApps no siempre son más prácticos que una llamada perdida, pero sí que aportan mayor información que un simple «Ring». Son gratuitos dentro de la tarifa de datos y universales: pocos contactos de tu agenda habrá a los que no puedas enviarles un mensaje. Pero hazte esta pregunta: ¿a que mantener el código de las perdidas ahorraría mucho tiempo inútil intercambiando WhatsApps?

Las llamadas perdidas tenían su encanto. Ver el número en la pantalla con dos líneas de texto por espacio de pocos segundos y pensar «Ya me está esperando». Había cierta magia, un encanto único, una poesía del minimalismo que no hacía falta explicar. Pero ahora… Te llegan diez WhatsApps para confirmarte la cita y enviarte dos fotos de gatos y un meme que hace días que circula por Twitter. Antes bastaba con una perdida.