“En este viejo país ineficiente”, que cantaba Gil de Biedma, la poesía sigue siendo el mejor antídoto contra el desamparo. Lo es incluso cuando el miedo y la frivolidad amenazan con devorarlo todo, incluso la cordura. Con motivo del Día Mundial de la Poesía, que se celebra este sábado, 21 de marzo, doce poetas regalan a El Cultural su último poema inédito. Son Rosa Berbel, Luisa Castro, Ben Clark, Antonio Colinas, Ariadna G. García, Luis García Montero, Juan Antonio González Iglesias, Karmelo C. Iribarren, Raquel Lanseros, Chantal Maillard, Elvira Sastre y Manuel Vilas. Los poemas de Lanseros y Vilas, además, versan precisamente sobre la epidemia del coronavirus, ahora que, en plena cuarentena, comienza a ser de todos “la soledad suprema”.

Luis García Montero

¡Si ayer mismo estuvimos con él!

A Constantino Bértolo

Un lugar indicado para viejos…

Son las redes sociales

refugio de nostálgicos.

Leo el noble mensaje con el que se despide

al luchador leal

que ha entregado sus días a la causa.

Un centenar de seguidores

representan al pueblo.

Razón de historia y vida:

pasar de la estrategia hasta la necrológica.

Así vamos muriendo de forma moderada,

y las innovaciones

de la memoria y la tecnología

cobran solemnidad de cementerio.

Estoy bien… ya no es una respuesta,

pero tampoco pienso

comunicar mi muerte.

Luisa Castro

II.

Que la casa es

Una frontera de dignidad

Transparente umbral de la oscuridad a la luz

De la agitación al reposo

Un lugar construido

Por aquello de lo que formas parte

Donde eres recibido

Como parte de aquello en que consiste

La casa

Ese campamento

A donde uno llega y reposa

Preferible a cualquier otro

Instituyéndose como norma

Y cimiento de discernimiento

Entre el adentro y afuera

Donde la desconfianza no tiene lugar

Y lo anómalo no sucede

Pues eres allí

Enormemente querido

II.

Que a casa é

unha fronteira de dignidade

transparente umbral da escuridade á luz

da axitación ó repouso

un lugar construido

por aquilo do que formas parte

onde es recibido

como parte daquilo en que consiste

a casa

ese campamento

a onde un chega e repousa

preferible a calquera outro

instituíndose como norma

e alicerce de discernimento

entre o adentro e o afora

onde a desconfianza non ten lugar

e o anómalo non sucede

pois eres alí

enormemente querido.

Manuel Vilas

ROMA

Con la epidemia gobernando Italia,

Roma se ha vaciado de turistas.

Te has quedado sin nadie, Roma.

Paseo en sueños por Campo de Fiore,

por Piazza Quercia, por via Pettinari,

y no hay hombres ni mujeres ni gatos,

todos se han marchado.

Te estoy viendo como te vieron los antiguos.

Como fuiste en el mil trescientos.

Como si regresara la Edad Media.

Como te vio Stendhal,

como te vieron los viajeros del siglo diecinueve.

Ahora estás tan sola como yo.

Qué más quisieras tú, Roma.

Jamás, nunca jamás estarás

tan sola como yo.

Esa jerarquía es solo mía.

Tuyos el arte, Dios, los ángeles,

la belleza, la espada,

el misterio de la historia.

Mía la soledad suprema.

Raquel Lanseros

Inmunidad de grupo

Si queremos correr tras la salud, nos conviene encontrar el modo

de organizarnos de tal manera

que de aquello en lo que queremos encontrar deleite

y reposo no se siga disgusto y escándalo.

Decamerón. BOCCACCIO

Y quién iba a decirnos a estas horas

de vuelos bajo coste y celulares de alta tecnología

que nunca hemos dejado de ser naturaleza

que las poses, el lucro, la autosuficiencia

una tramoya kitsch de gallinitas ciegas.

Bienvenidos al mundo que nos ha concebido

el que es, el que será, el que está siendo siempre

el que nos nutre como lo que somos:

seres vivos dentro una larga cadena

donde caben los árboles, los átomos

los volcanes, los pájaros, las constelaciones

las sombras, las parábolas, los huesos.

Qué antiguo se nos queda de repente el yo

posmoderno y estéril

yo es otro el poeta dijo

gracias a otros, con otros, para otros

desde unos a los otros

los otros, que es uno de los miles de nombres del amor

amor que no hace cuentas

amor que mide en siglos sus instantes

amor que mueve el sol y las otras estrellas

amor también llamado inmunidad de grupo.

Karmelo C. Iribarren

El viejo tren de cercanías

Cada amanecer

antes de ponerse en marcha

jadea tose cruje

amenaza con quedarse en el sitio.

Cómo no entender lo que le pasa.

Rosa Berbel

Jardinería

Ayer estuve trasplantando tus flores.

Ayudaba a mamá, sostenía la maceta

para hacerlo más fácil,

mientras la tierra nueva

creaba formas en las baldosas.

La planta había crecido y crecido

como en una leyenda muy antigua

y nos era difícil guardarla en cualquier parte.

Cuanto más lo intentábamos,

cuanto más impacientes o nerviosas

intentábamos darle algún espacio,

más rápido era el ritmo de su transformación.

Sé que mamá pensó en nosotras, en ti y en mí,

en la naturaleza salvaje que desborda

la cerámica,

en sus hijas mirando la casa desde fuera,

como una piececilla en miniatura.

Te habría gustado estar manchándote las manos.

Pero habíamos dejado atrás el suelo

y las flores más bellas

ya habían comenzado a marchitarse.

Ben Clark

Desearía

Que este poema diga la verdad.

Que no me deje solo ante la muerte.

Que lo transcriba un niño en dos mil años

(mi deseo es que nazcas, niño-hipótesis).

Ser un trozo de campo, protegido

por una moratoria o desacuerdos

entre herederos, donde juegues tú

(mi deseo es que tengas un refugio).

Convertirme en la nada que presiento

delante de estas tumbas milenarias

y que me intuyas tú,

(y, por pedir, que escribas poesía).

Que escribas un poema para mí

(aunque no sepas que lo estás haciendo).

Que no me dejes solo ante la muerte.

Ariadna G. García

Nacimiento del río Cuervo

La corriente del río serpentea

colina abajo. Arrastra

la pureza del hielo.

Cada salto de agua es un latido

de la vida apremiante

que explotó en las entrañas

de la roca, abriendo un manantial.

Quien se asoma a sus aguas

ve el fulgor tembloroso

de las piedras.

Quien hunde en él sus manos siente dentro

la alegría salvaje del torrente

precipitado

sobre su propia sed de ser camino.

Quien bebe de sus aguas se hace cumbre.

Juan Antonio González Iglesias

Universales

La piedra sonrosada es la misma del templo

de Debod en Madrid. Estamos en el delta

del Nilo y se duplica el Sol sobre este círculo.

Grecia fuera de Grecia, cuántas Alejandrías.

Ptolomeo y Cleopatra en la calle Libreros.

Monarcas troquelados en su viva moneda,

descendientes de Venus y de Eneas, augustos

en el intacto áureo, el porvenir es nuestro,

a la meva ciutat / mi divisa son once,

parecen dos hermanos, dos delicadamente

andróginos serenos comparecen teniendo

como si nada el cetro único compartido,

desde el orbe a la urbe, recién cortado el nudo

gordiano. Gobernemos. No lancemos los dardos.

Somos universales. Salgamos del espejo

pequeño de Van Eyck. Estamos en Florencia,

en los Uffizi, un tondo mediceo y polícromo,

o bicolor emblema de Luca della Robbia,

barro de la Toscana, por obra de la alquimia

blanco en vidriado azur, príncipes italianos

que alzaron el cilíndrico tempietto de Bramante

sobre el monte Gianicolo, mármol y travertino

en la tarde de Roma. Aquí los veinticuatro

quilates del tabique magnífico recortan

un óculo heliocéntrico sobre la biblioteca.

Compartamos con todos el tesoro helenístico.

Un grácil meridiano escinde en hemisferios

la total claraboya. Danos sabiduría

para orlar con el logos nuestro saludo al mundo.

Que el gnomon determine el momento sin sombra.

El cetro es parteluz de la ventana abierta.

Chantal Maillard

¿Quién te escucha?

Mira mis manos

le dices. Y él

de agitarse

de retorcer el labio y mirar

hacia otro lado.

¿Quién te escucha?

¿O es el texto del mundo

aquello que se desgarra?

Amigo, no hay amigo.

Ni a éste ni al otro lado.

Lo que oímos es

el balanceo de las ramas

en el árbol del miedo.

Antonio Colinas

El otoño avanzado de la vida

Estos montes en paz, estas orillas

del río sosegado,

los álamos

temblorosos, enormes, susurrando

su paz en nuestros ojos

cerrados,

muy cerca de las ruinas rodeadas

por las primeras nieves

y a la vez por el fuego de las hojas

de los helechos y los viejos robles

del otoño avanzado.

¿Del otoño avanzado de la vida?

¿Y esas nubes que pasan?

¿Siguen la dirección

de un tiempo que no es nuestro?

¿Qué esperamos aquí, en esta soledad

que enternece los huesos?

¿A dónde ir

más allá de esta brisa que serena

cualquier idea airada.

Hora pura.

Al fin nuestro mundo ya es cordial

pues su serenidad ya es

nuestra serenidad,

y somos cuanto fuimos

y cuanto además

llegaremos a ser el día eterno.

¿Y ese día tan solo llegaremos a ser

el aire que los otros habrán de respirar?

Elvira Sastre

Recuerdos y olvidos

Desde que te fuiste,

los días son más tranquilos.

Ha desaparecido el sobresalto,

el colmillo hendido en la espalda,

el ruido de todas las ambulancias.

Desde que te fuiste, también,

te recuerdo de otra manera.

Escucho tu risa en lugares en los que no estuvimos,

el aire me trae recuerdos que me golpean las sienes,

hay aullidos sin cuerpo que me sorprenden al quedarme sola.

No consigo acostumbrarme.

He cambiado el llanto anunciado

por lágrimas que me sorprenden en mitad de la carretera.

El otro día pasé por la calle

donde ser felices era cuestión de mirarnos a los ojos.

Vi dos sombras apoyadas sobre la encimera

de la misma cocina donde veíamos el futuro

sin necesidad de hacer ningún truco.

Pensé en todas las cosas que no he podido contarte.

Pensé, también, que jamás se abrazarían

como lo hacíamos tú y yo

cuando apretarse era algo más que buscar abrigo.

Recordé, después, aquel semáforo cuya luz

se proyectaba a través del balcón sobre tu cama,

esa que yo miraba mientras tú dormías

y sobre la que pensé escribir algún día

un poema que hablara de ventanas abiertas y de playas limpias.

Pero aquí estoy, sin embargo, escribiendo

que este no era el plan que trazamos,

que una vida sin ti es un mundo

lleno de recuerdos inexactos, incompletos, defectuosos,

una casa con dos sombras que no saben ya cómo quererse

y que se pierden en sus propias tinieblas

como un animal cuando tiene una pesadilla

y corre, y no se mueve, y gime, y no despierta.

Estoy en mitad de una carretera

donde me atropella, una vez y otra más,

este olvido que no es sino necesidad de recordarte,

y no quiero apartarme

para no tener que descubrir

que el golpe ya no me hace daño.