Howard Lotor es un mapache que malvive como investigador privado en una Vancouver aislada del resto del mundo después de un innominado desastre apocalíptico. Una mañana, recibe la visita de una mujer cuyo marido ha desaparecido. Lotor, aun percibiendo que el personaje en cuestión no merece que lo encuentren, accede a investigar el exclusivo The Bite, un local regentado por Clarissa Bloodworth que ofrece diferentes servicios a su clientela, entre la que se encuentran los simios, la élite dirigente de esta sociedad animal. Tras infiltrarse en los niveles inferiores del establecimiento, Lotor descubre un mercado macabro, la distribución de una nueva y potente droga y la desaparición de numerosas jóvenes de pocos recursos después de haber sido seducidas por el aparente dinero fácil que Bloodworth ofrece en los reservados del local. Con la ayuda de una intrépida periodista, Lotor se zambulle en la mugre que conforma el espinazo de la ciudad.

Es imposible no pensar en Blacksad, el celebrado cómic de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, tras los primeros compases de Backbone. Los dos conciernen a detectives pasados de rosca en una metrópolis que, a pesar de las simpáticas caracterizaciones de animales antropomórficos, bulle con toda suerte de personajes desagradables. La trama se adentra en situaciones realmente grotescas, de una enorme violencia implícita que no termina de representarse pero que se intuye en cada esquina. Al mismo tiempo, el juego cuenta con una fortísima perspectiva política, presentando una rígida estratificación social donde las diferentes razas de animales distribuyen a los ciudadanos en castas, con los simios en la cúspide. Los diálogos, escritos con una fina ironía a pesar de los temas escabrosos que tratan, revelan las características de esta Vancouver alternativa de manera orgánica, permitiendo al jugador hacerse una composición de lugar certera conforme la trama avanza. Es una verdadera pena que el estudio no haya contado con el presupuesto suficiente para contratar a un elenco de actores para insuflar vida a unas líneas escritas con innegable talento, sobre todo las de un Howard Lotor socarrón que a pesar de su infausta situación no se ha abandonado al nihilismo tan habitual en detectives análogos.

Captura de pantalla de 'Backbone'

En cuestiones de fondos, parece que la mayor parte se ha ido a la composición estética del título, un pixel art muy detallado con una iluminación que marca la diferencia, con las luces de neón reflejándose en el asfalto mojado y los rayos de sol acuchillando los nubarrones en el horizonte. Backbone no se limita, como hacen tantos otros títulos, a un ejercicio de nostalgia sin mayor recorrido, sino que utiliza el acercamiento retro para componer imágenes de gran belleza que hacen maravillas a la hora de pergeñar atmósferas. Un vistazo somero a algunos de los escenarios exteriores evidencian las distancias con épocas pretéritas. Los juegos de principios de los años noventa no se veían así, ni de lejos. Un uso muy inteligente de la tecnología permite imaginar la evolución de un estilo que terminó demasiado pronto por el advenimiento de los polígonos y los modelos tridimensionales. En muchas ocasiones, el pixel art se utiliza como un trampantojo para esconder ciertas limitaciones. Solo hacen falta unos pocos minutos para darse cuenta de que no es el caso de Backbone, que incluso consigue acentuar la expresividad de sus personajes en sus animaciones a pesar de esos bloques geométricos que las encarnan. 

Por todas sus virtudes, Backbone no termina de despegar por la cuestionable dirección narrativa que se precipita hacia el final de la obra. Eggnut ha incluido un dramático giro de guion a una hora del final que cambia radicalmente el propio género narrativo, de un noir cerebral a un body horror de ciencia ficción que parece salido de la mente insalubre de David Cronenberg. Es un desarrollo de los acontecimientos polémico, que arroja a Howard a una espiral tortuosa hasta un desenlace final turbio y deprimente. El estimulante misterio queda sin resolver, las complejas motivaciones de los antagonistas quedan solo abocetadas y, en general, deja en el jugador una sensación de completa insatisfacción. Puede que esa fuera siempre la intención de Eggnut, pero resulta tan desconcertante, visto el carácter de Lotor, y tan cruel en cierta forma, que no es posible descartar otras posibilidades. Que se les acabara el dinero, por ejemplo. Eso también explicaría por qué la primera mitad del juego es mucho más elaborada en cuanto a puzles e interactividad. Es imposible saberlo con seguridad. En cualquier caso, no puedo negar que el final me ha dejado un cierto regusto amargo después de experimentar lo bien que se iba desarrollando la trama hasta que la suerte de Howard se torciera de manera irremediable. Quizá una futurible segunda parte consiga retomar algunos de los hilos y darles la resolución que se merecen. Lo que hay aquí, sin embargo, no se puede recomendar sin reservas. O lo que es lo mismo, se puede recomendar con cierta cautela. La misma que le faltó al pobre desgraciado mapache con gabardina.

Backbone Launch Trailer

@borjavserrano