Una exquisitez. Lartigue. El cazador de instantes felices. Fotografías a color, producida por la Fundación Canal es una exposición que recorre casi siete décadas del trabajo fotográfico en color de Jacques Henri Lartigue. Pintor y poeta, pero sobre todo un ojo entrenado para detectar la belleza, el encuadre perfecto, el instante adecuado. Padre de la fotografía de Henri Cartier-Bresson, sus imágenes devienen memoria de momentos inolvidables en los que uno quisiera permanecer para siempre.

Lartigue, el cazador de instantes felices. Fotografías en color

Fundación Canal. Madrid. Comisarias: Marion Perceval y Anne Morin. Hasta el 23 de abril



“¿Qué intento hacer? Pintar, no flores al sol, sino sol sobre flores… sobre flores, sobre árboles, sobre cualquier cosa y sobre todo”. Escribía Lartigue (Courbevoie, 1894 - Niza, 1986) en sus diarios el 15 de abril de 1954. Palabras de un pintor que fotografía o de un fotógrafo que pinta con la cámara y que experimenta el medio fotográfico desde los ocho años. Su fama vino de la mano del blanco y negro pero el color fue una obsesión que le acompañó toda su vida; incluso al final de su carrera decide refotografiar en color sus instantáneas monocromas más emblemáticas.

Esta reinterpretación cierra el recorrido expositivo mediante una proyección en la que se yuxtaponen ambos periodos y técnicas y en la que se pueden advertir las diferencias entre sus composiciones, atravesadas por la influencia de la fotografía callejera americana, que transforma y humaniza su lenguaje. De sus 118.000 imágenes donadas en vida al Estado Francés en 1979, solo un tercio ha sido en color, y esta exposición recorre esa especial sinergia, desde la que Lartigue inventa la felicidad.

'Jean Creff haciendo parasailing', 1964

Preocupado desde pequeño por la fugacidad del tiempo, su insaciable curiosidad le mueve a experimentar modos de atrapar la plenitud de la vida para poder revivirla eternamente. Jacques Henri se deja fascinar por la belleza que rodea su cotidianidad de clase acomodada, de hecho, su padre es la octava fortuna de Francia a finales del s. XIX. Seducido por los nuevos descubrimientos en automovilística y aviación, crece rodeado de fotógrafos aficionados y de prensa ilustrada.

En 1902 le regalan su primera cámara, pero no será hasta el descubrimiento del autocromo por los hermanos Lumière, en 1912, cuando el artista podrá experimentar con el color. El autocromo permite aplicar diminutos puntos de color sobre placas de 6 x 13 cm. que carecen de negativo y que necesitan de unos visores específicos para visualizar la imagen en tres dimensiones, y cuyos largos procesos de exposición fuerzan las poses de los retratados y exasperan a Jacques Henri, obsesionado con el movimiento en el espacio.

Lartigue se deja fascinar por la belleza que rodea su cotidianidad de clase acomodada

Esta primera sala (1912-1928) muestra 10 de las 86 placas que se conservan junto a las hojas correspondientes de los 119 álbumes que catalogó junto a su última mujer y musa, Florette, y en la que el visitante puede asomarse a los visores estereoscópicos para experimentar su fascinante tridimensionalidad.

Conocido como el fotógrafo de las flores, Lartigue convierte este motivo en lenguaje, estudiando a fondo su cromatismo, ritmo y musicalidad. En 1915 ingresa en la prestigiosa Academia Julien en la que estudian pintura Matisse, Leger o Calder y convierte las flores en un laboratorio para experimentar también con la abstracción.

[Lartigue, vivencia del pasado]

La exposición trae a Madrid en esta segunda sala en primicia mundial unos estudios textiles que demuestran cómo sus preocupaciones abarcan además cuestiones más técnicas y artesanales vinculadas con las artes decorativas y la moda, como la serie del décollage de carteles de París utilizado para confeccionar un fular para la prestigiosa Maison Craven.

En 1936 Kodakchrome en Estados Unidos y Agfa en Alemania revolucionan la fotografía dando comienzo a la era moderna del color. Lartigue ve una nueva oportunidad para experimentar con una técnica más sencilla y unos colores más intensos y se deja llevar por el poder mediático de la publicidad y el cine.

'Carrera ciclista', Beausoleil, 1957

En 1962 la casualidad hace que en un viaje del matrimonio por carretera a Nueva York coincidan con Charles Rado, fundador de la emblemática agencia Rapho, quien después de la insistencia de Florette para que vea sus fotos les pone en contacto con John Szarkowski, el nuevo director del departamento de fotografía del MoMA, quien, fascinado por sus atrevidos encuadres, le organiza una exposición retrospectiva que le catapultaría profesionalmente.

La última sala (70s), montada con delicadeza sobre paneles de vidrio templado en colores pastel, traslada la consagración de su carrera en una variedad de temáticas en formato cuadrado en la que se aprecia la influencia de la fotografía americana, desde el retrato de Picasso y Cocteau hasta una peregrinación a Lourdes o una carrera ciclista. Lartigue es pura elegancia, placer escópico. Véanla y sean felices.