Nueva York (enviado especial)

El fisioterapeuta que aparece en la pista central del Abierto de los Estados Unidos para vendarle la rodilla derecha a Rafael Nadal provoca un escalofrío en el banquillo del tenista. Karen Khachanov acaba de ganarle la primera manga al número uno del mundo, pero la verdadera alarma se enciende cuando el español se lleva la mano a la altura de la rótula y pide ayuda antes de que el ruso se coloque con su saque a dos puntos (7-5, 5-4 y 30-15) de dejarle al borde del abismo. Es una situación crítica para la que Nadal tiene una respuesta asombrosa: le duele la rodilla, ha perdido el primer parcial y está con break abajo en el segundo, pero aterriza en los octavos de final tras remontar 5-7, 7-5, 7-6 y 7-6 a un rival fabuloso en una batalla mayúscula. [Narración y estadísticas]

“No es el día de hablar de la rodilla”, dice luego Nadal ante los periodistas. “En general, ha sido algo menor. Todas las cosas que van ocurriendo tienen un impacto en el juego. He pedido que me pusieran un vendaje para tener un poco de sujeción, pero nada más”, añade el mallorquín, citado el domingo con Nikoloz Basilashvili (6-3, 6-4, 1-6 y 7-6 al argentino Pella) por el pase a los cuartos de final. “Todo el mundo pasa partidos complicados. Hay que encontrar la solución en el momento adecuado para seguir optando a los objetivos finales. Y hoy he encontrado esa solución”, sigue. “¿Que no ha sido mi mejor partido? Verdad, pero la verdad más importante es que dentro de un día y medio voy a volver a estar en la pista”.

La amenaza de lluvia llega acompañada de la primera tregua que conceden los termómetros en los últimos cuatro días. Tras una ola de calor terrible, Nueva York respira cuando se levanta el viernes por la mañana. Aunque la humedad sigue siendo alta (74%), la sensación de asfixia ha disminuido y es posible dar dos pasos sin romper a sudar. A la hora del encuentro, y pese a que la previsión anuncia agua para dentro de un rato, los organizadores optan por descubrir el techo del estadio (cerrado desde el segundo set del partido anterior, que Sloane Stephens le gana 6-3 y 6-4 a Victoria Azarenka) y el pulso arranca al aire libre, aunque no se termina en esas mismas condiciones. 

No es casualidad que Khachanov aterrice en el partido con el mejor ranking (26) de su vida. Desde su entrada al top-100 en octubre de 2016, el ruso ha ido evolucionando hasta convertirse en el jugador actual. No detenerse jamás es conseguir lo siguiente: al saque supersónico, que le viene de nacimiento, el jugador ha añadido una derecha demoledora y una movilidad sorprendente para su envergadura (1,98m y 87kg). Son dos armas trabajadas con esfuerzo para ser más completo y no depender solo de su servicio, como tantos otros gigantes que lo fían todo al saque. Khachanov, sin embargo, no es de esos: con 22 años, el ruso tiene un presente interesante y un futuro deslumbrante si sigue dando pasos al frente. 

Casi desde el inicio, Nadal sufre para leer el saque de Khachanov. Al resto, el español dice poco y va probando distintas cosas que no le funcionan (adelantar su posición y retrasarla en el siguiente punto, por ejemplo) hasta que toma la decisión de irse muy atrás para intentar poner en juego los potentes servicios de su oponente. Aculado contra el fondo de la pista, al lado de los jueces de línea, el mallorquín empieza a encontrar la manera de desmontar la catapulta del número 26 y de ahí no se mueve ni un milímetro más.

Antes, Khachanov combina un tenis a palo limpio con otro inteligente y paciente. Como su ídolo Marat Safin, el aspirante va al límite escupiendo golpes ganadores que Nadal no puede alcanzar. Cuando termina la primera manga, cuando es oficial que el mallorquín está metido en un problema, la estadística dice que el ruso ha conectado 23 winners, pero oculta el aguante del ruso para entrar al tú a tú con el español en los peloteos.

Ocurre que un nivel extraordinario no es suficiente para ganar a Nadal. Durante casi dos horas, Khachanov juega mejor que nunca antes contra el español (0-4 en el cara a cara). Por delante en el marcador, el ruso no se arruga y sigue martilleando un saque tras otro, viviendo del oxígeno que le da clavar la pelota en la línea y ganando confianza por el partido colosal que está haciendo, tácticamente perfecto, inmaculado con la pizarra en la mano. 

Después de que el fisioterapeuta le vende la rodilla, Nadal vive unos momentos de incertidumbre. Parece que al balear le cuesta moverse, sobre todo hacia su derecha. Con mucha precaución en los apoyos, el número uno cede su saque al principio del segundo set. Manda Khachanov con claridad (7-5 y 3-1) y por primera vez en toda la tarde la derrota se acerca al mejor jugador de planeta, que la recibe con un grito en la cara (a dos puntos está su rival de colocarse 2-0) antes de espantarla jugando lejos de su mejor nivel, pero con furia, garra y corazón, los tres pilares que jamás se han derrumbado en su carrera.

La remontada del español empieza con el break que le salva de perder la segunda manga (5-5). Nadal juega mal, pero compite bien y eso ya es mucho. Un minuto después, la aparición de la lluvia obliga a los organizadores a cubrir la pista y el encuentro pasa a resolverse bajo el techo de la Arthur Ashe. Para entonces, el mallorquín ya ha aceptado que para vencer debe apretar mucho los dientes y esperar que como tantas otras veces eso le funcione.

Pasan tres horas y el partido está en un suspiro, con un parcial para cada uno. Se juega el tie-break del tercer parcial y, tras cuatro pelotas de set desaprovechadas, un intercambio de 39 tiros impulsa a Nadal hacia la victoria final, pese a que todavía debe hacer suya la cuarta manga salvando bola de set al resto y aullando en otro desempate. No es un milagro: a falta de saber cómo está su rodilla el próximo domingo, el mallorquín sigue vivo en Nueva York.

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