Londres

Ocurrió durante la mañana del Middle Sunday, el tradicional domingo de descanso en Wimbledon que por primera vez desde 2004 tuvo partidos en juego. Roto por cuarta vez en la historia del torneo (en 139 años) para solucionar los retrasos causados por la lluvia, la organización se vio obligada a tomar la decisión de abrir las puertas y poner al día la competición en un día radiante. Mientras todo eso sucedía, Carla Suárez se refugiaba en Aorangi Park para preparar el encuentro contra su propia historia, que encarará este lunes.



La canaria se mide a Venus Williams en el segundo turno de la pista número uno buscando los cuartos de final de Wimbledon, donde nunca antes ha llegado en el tercer Grand Slam de la temporada. La española, con un ajustado cara a cara ante la estadounidense (3-3), tiene un buen reto por delante: su contraria ha ganado cinco veces el torneo (2000, 2001, 2005, 2007, 2008) y a los 36 años sigue siendo unas de las mejores jugadoras del mundo (número ocho en la clasificación), lista para aspirar a todo.



“Pero la clave es que no magnifique ni la rival ni la situación”, explica Xavier Budó, técnico de la número 12, en la terraza de jugadores del torneo. “Lo llevo hablando con ella desde antes. Que sepa quién es Carla. Hemos entrenado en Birmingham y aquí a un nivel mucho más alto que otros años en hierba y tiene que aceptar la realidad: a Carla le falta dar un puñetazo encima de la mesa y decir aquí estoy yo”, prosigue el entrenador catalán. “Cuando llegas a octavos o cuartos de final en un Grand Slam es una lucha de personalidades. Estos encuentros los gana la que ve el reto y no la amenaza”.

Carla Suárez golpea la pelota. Tony O'Brien Reuters



Esa garra, ese puñetazo encima de la mesa que busca su preparador, lleva tiempo siendo la asignatura pendiente de la canaria, que desde hace tiempo trabaja con una psicóloga para intentar sacar un poco de mala baba, enseñar los dientes, no perder el tono competitivo durante los encuentros. “Es una cosa que me pase inconscientemente”, revela la canaria. “Cuando entro a un partido intento ser lo más regular posible mentalmente. A veces no es fácil, hay muchas emociones, hay tensión y lo que hay que intentar es que no me influya, que pueda ser capaz de estar dos horas con la misma intensidad mental”, cierra Suárez, que aterriza en el partido tras sufrir de lo lindo para salvar los dos primeros encuentros en Wimbledon y después de arrasar en el tercero.



“Su rival fue superior a nivel de tenis el primer día, sinceramente, pero Carla consiguió la victoria por actitud y carácter”, celebra Budó sobre su pupila, que necesitó apurar las tres mangas en las dos primeras rondas del torneo. “Es lo que muchas veces le recrimino. El segundo día igual, lo sacó con mucho carácter y humildad, aceptando que Allertova fue superior. El tercer partido fue completamente lo contrario: llegó muy limpia de cabeza, muy fuerte mentalmente tras trabajar ese aspecto en los dos primeros partidos, y juega a un nivel muy alto con Erakovic. Mañana tiene que creer en ella desde el primer minuto”.



Ahí empiezan a forjarse las victorias. En la soledad del vestuario, donde los pensamientos se arremolinan antes de salir a la pista, aparecen las diferencias que luego brotan con la pelota en juego. Para Suárez, una tenista excelente con mano de seda y mucho trabajo a cuestas, es otra ocasión increíble de romper su propio techo. Todo empieza y termina de la misma forma: si cree en ella cualquier cosa es posible.

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