Londres

Es miércoles por la mañana y Manolo Santana (Madrid, España; 1938) no puede caminar por Wimbledon sin detenerse cada dos pasos para saludar y hablar con todos los que le reconocen, que son muchos. Camino de la pista central, donde está citado para una sesión fotográfica, el español va recordando algunos detalles del día que se proclamó campeón de Wimbledon, cita de la que se cumplen 50 años este viernes.

Durante la entrevista con este periódico, Santana viste traje gris, lleva en la solapa de la chaqueta una distinción con su nombre y luce en la muñeca el Rolex de oro que le entregaron al ganar el torneo. Habla despacio y claro, con la sinceridad del que ya lo ha vivido casi todo en una vida que es historia del deporte.

¿Cómo fue el día de la final?

Vine en metro al partido. No había transporte oficial en aquella época y el taxi era muy caro, aunque todavía sigue siéndolo. Me monté en Gloucester Road, me bajé en la parada de Southfields y llegué andando con mis tres raquetas metidas en una bolsa. Por supuesto, nadie te ayudaba a cargar con nada, al contrario que hoy. Tenía miedo de que no me dejaran jugar. Yo soy muy madridista y la tarde antes había buscado una costurera para que me cosiera el escudo del Real Madrid en la camiseta. Me lo tapé al salir a la pista y por suerte nadie se dio cuenta. Como premio me dieron un cheque de 10 libras para canjear en la tienda de deportes Lillywhites y un Rolex que todavía funciona. Nunca me ha fallado, aunque me lo pongo en ocasiones muy especiales.

Nadie le puede arrebatar el mérito de haber roto una barrera bien alta: ganando en Wimbledon demostró que no era un torneo para los españoles.

 

El tenis en aquella época estaba dominado por los anglosajones. Además de Wimbledon, el Abierto de los Estados Unidos también se jugaba sobre hierba. Por eso, tomé una decisión que a la larga fue acertada: no jugué Roland Garros en 1965 y 1966 para intentar adecuarme un poco al tiempo que hace en Londres en el mes de junio y también a la superficie, para aprender a entenderla. Gané dos duros partidos en cuartos y en semifinales y me planté en la final pensando que era imposible que el título se me escapase. Dennis Ralston era una gran jugador que me había ganado en Queen’s, pero tenía claro que en Wimbledon el título me pertenecía.

 

Su padre pasó una década en la cárcel, pero su madre se encargó de poner todo en orden.

 

Es que la verdadera campeona era mi madre. Nos cuidó y nos educó bajo el régimen de Franco. Mi padre pasó 10 años en la cárcel, así es. Mi madre tenía todo el derecho de mundo de opinar e inculcarnos lo que pensaba que era justo, pero jamás lo hizo. Lo llevamos fatal, fue algo terrible. Vivíamos en una especie de colmena con 20 familias. Teníamos un cuarto de baño para todos. Mi mayor ilusión cuando me marchaba a dormir era siempre la misma: si algún día llegó a ser algo en mi vida, mi madre va a tener el mejor cuarto de baño del mundo.

 

Y llegó a serlo.

 

Un hermano mío trabajaba en el Club Velázquez. Un domingo se le olvidó el bocadillo y mi madre me lo dio para que se lo llevase. Yo le dije que no sabía cómo ir, que no conocía nada. Me monté en un tranvía y llegue al club, donde vi a hombres con pantalón largo jugando al tenis. Me quedé prendado. Empecé como recogepelotas y luego me puse a jugar, claro. Al final, soy el ejemplo de alguien humilde en un mundo elitista. Me sentía fuera de lugar. De repente, empecé a comer con cuchillo y tenedor. Pensaba, ¡cuánto pijo tengo aquí al lado! Pero el deporte ha sido ideal para mí. No hay violencia, no puedes pegarle un raquetazo al otro al cambiar de pista. Eso me ha ayudado muchísimo en la vida.

 

¿Qué se sabía del tenis en España?

 

La gente no sabía si la pelota era cuadrada o redonda, no tenían ni idea. El tenis en España no se dio a conocer por los títulos de Roland Garros, se dio a conocer cuando jugamos la Copa Davis contra Estados Unidos en 1965, en Barcelona. Ese año fue cuando yo gané el Abierto de los Estados Unidos y la repercusión del tenis llegó con la victoria ante Estados Unidos. El tenis solo existía en Copa Davis, Roland Garros no era lo importante que es ahora para los españoles. Cuando ganamos la Copa Davis a Estados Unidos pensé, si he podido ganar a los americanos y también a los australianos, que son los mejores del mundo, ¿cómo no voy a ganar Wimbledon? Y así pasó.

 

Pero Wimbledon era casi una molestia en el calendario para los españoles.

 

Para mí era una oportunidad venir aquí y para el resto de españoles era más una obligación. No venían con el deseo de ganar, les fastidiaba venir aquí. Tenían alergia a la hierba y al ambiente. Luego llegó Nadal y yo me identifico mucho con él, porque él ha vivido una etapa increíble como la viví yo, aunque sean distintos.

 

¿Tanto ha cambiado el juego desde su victoria hasta hoy?

 

El tenis ha cambiado muchísimo. Antes, por ejemplo si tenías algún tipo de lesión te la tenías que curar solo, porque no te podían atender. Pero lo más chistoso de todo es que tampoco podíamos ir al baño. Imagínese, cuando entrabas a la pista era para jugar y si tenías que hacer alguna necesidad no te dejaban. Si te marchabas de la pista, perdías en el partido. Como digo, es un deporte que ha sufrido una gran evolución. Con el tie-break, con el cambio de pelota, con la cantidad de bolas que ya descifra el ojo mágico [ojo de halcón], que ya no tienen que bajar tanto para ver si ha botado bien o mal, todo eso ha cambiado mucho. Las raquetas también han cambiado muchísimo… Pero lo que más ha cambiado para mí es la relación entre los jugadores. Porque en mi época nosotros viajábamos solos, el americano, el italiano, el australiano, el chino, todos siempre estábamos juntos. Ahora ellos no lo hacen. No están juntos. Están con sus equipos, y con su familia. Yo entiendo que es la posición que tienen que adoptar.

 

También han cambiado los premios.

 

Yo tuve la suerte de ir a jugar todos los años a Cascais en Portugal. Allí me daban 200 dólares por jugar y era un dineral. Aunque después de ganar en Wimbledon la cosa subió… (risas). Pero subió increíblemente porque éramos proscritos del tenis. Tú no podías cobrar oficialmente en ningún sitio. Si descubrían que estabas cobrando partidos, te sancionaban y no podías jugar ni Copa Davis ni Grand Slam.

 

¿Dónde habría estado Manolo Santana con una raqueta de las actuales?

 

Yo creo que me habría adaptado al tenis de hoy. Me adapté toda mi vida, desde que era pequeño. Piense que yo para pegar raquetazos, me hice una raqueta con el respaldo de una silla y me fui al frontón a pegar pelotazos. Así empecé, así que imagine lo que habría hecho con una raqueta como las de hoy.

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