El éxito está incluido dentro de los ciclos. Y los ciclos también se acaban. Eso es lo que está cerca de pasar en Catar con su balonmano. El país asiático puso toda la carne en el asador apostando fuertemente para conseguir éxitos en este deporte. Sobre todo este proyecto se dirigió a poder conseguir el campeonato del mundo que jugaban como anfitriones y que se celebró en 2015.

A partir de esa medalla de plata que consiguieron en casa, parecía que esta selección se iba a asentar en el grupo de las favoritas para cada gran torneo. Pero lejos de esa realidad su rendimiento ha ido bajando cita tras cita hasta encontrarse con unos Juegos Olímpicos de Tokio en 2020 a los que no podrán ir después de caer en las semifinales del torneo asiático de clasificación para la cita olímpica ante Bahrein.

Valero Rivera, eje del proyecto

El eje central de este proyecto tenía como figura a su seleccionador. Valero Rivera llegó en 2013 con dos años por delante para crear una selección definitiva. Llegaba con un palmarés impoluto después de alzarse con el Mundial con España como anfitriones en la edición que se disputaba ese mismo año. Además, en su haber tenía, entre más de 55 títulos, 12 ASOBAL y seis Copas de Europa.

La selección catarí celebra el pase a la final de 2015 Reuters

Esa plata en el campeonato que le fijaron como gran objetivo solo podía considerarse un éxito. Llevó a una selección que su mejor posición en un Mundial había sido una décimo sexta plaza en su estreno en 2003. Después de eso, aunque no han tenido rival en los campeonatos asiáticos con tres campeonatos consecutivos, no han conseguido pasar de los cuartos de final en los grandes torneos. De hecho han ido de más a menos: dos octavos puestos en los Juegos Olímpicos de 2016 y Mundial 2017 y no pasó de los octavos de final en el de 2019.

El último gran objetivo de Valero Rivera iba a ser estos Juegos Olímpicos, ya que tiene contrato hasta finales de 2020. Con este fracaso, parece que el adiós de una de las figuras más grandes del balonmano español se antoja frío y triste al no poder competir en el torneo más especial y que siempre se le ha resistido.

El declive del petrodolar

Todo este proyecto comenzó con un 'all-in' de la federación. Decidieron nacionalizar a varios jugadores de cara a esa cita de 2015. 14 jugadores llegaron nuevos a una selección que los austriacos calificaron como "un equipo de jugadores mundiales" y que llevarían al éxito a Catar. Destacan los bosnios Danijel Saric, portero del Barça en ese momento y que hizo las veces de capitán, y Eldar Memisevic, el cubano Rafael Capote, los montenegrinos Zarko Markovic, Goran Stojanovic y Jovo Damjanovic, el francés Bertrand Roiné y el español Borja Vidal.

El croata Marko Bagaric, con Catar Reuters

No solo "contrataron" jugadores para afrontar el objetivo. Al no tener demasiada cultura balonmanística el país, quisieron que el equipo tuviera apoyo. Por ello se llevaron a unos 60 aficionados españoles para que animasen a la selección catarí. Los peñistas de la "Furia Conquense" de Cuenca junto a otros aficionados de otros lugares acompañaron a Catar en ese Mundial.

La inversión para ese Mundial tanto en su organización como en la formación de la plantilla fue de 1.450 millones de euros. Los rumores siempre apuntaron a que cada jugador tenía una prima por victoria de 90.000 euros, a parte de su contrato con el que les convencieron para cambiar de nacionalidad.

Aunque el balonmano ha ganado peso en Catar, el retroceso que supone no acudir a los Juegos Olímpicos teniendo en cuenta su superioridad ante las selecciones que enfrentan en los campeonatos asiáticos es muy grande. Ya no solo por el hecho de que suponga una ventana al mundo para este país a nivel deportivo, si no porque el objetivo de asentarse en la élite ha terminado fracasando.

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