El respeto hacia un adversario que te las ha hecho pasar canutas no hace mucho se vence sin miedo. El coraje es la única manera de tirar por la borda precedentes con sabor a empate europeo y a derrota sinónimo de ausencia olímpica. Sólo con valentía se puede olvidar una sequía goleadora de más de seis minutos para inaugurar tu marcador. Y sólo con furia, la característica de los Hispanos, se puede pasar de un tembleque inicial, que amenazaba partido engorroso, a un repaso final sin paliativos a Eslovenia. La víctima recibió la más gélida de las venganzas ante la ahora bestia hispana, que se regodeó en su ferocidad para acabar en la primera posición del grupo B y medirse a Brasil en octavos de final del Mundial (36-26).

Sonaba sin parar la “Sofía” de Álvaro Soler en Metz. Era sinónimo de que el banquillo español estaba celebrando muchos goles. Quién diría que España empezó sufriendo para atacar la defensa eslovena. Sin embargo, apenas se estuvo seis minutos en el purgatorio. Abrir la lata lo cambió todo. Aparecieron sin remedio los Hispanos genuinos, los de la defensa leonina y la contra perfecta. Poco a poco, los brazos de los hombres de Jordi Ribera se empezaron a calentar, mientras Magruc era el único adversario con igual tino de cara a portería. Así fue como Ángel Fernández y David Balaguer dieron su enésimo clínic ofensivo en este Mundial. Parece mentira que sea el primero de ambos.

Como también parece mentira que Rodrigo Corrales y su inmenso potencial bajo palos haya permanecido escondido a ojos del común de los mortales tanto tiempo. Otro gran bautismo de fuego el suyo en tierras francesas. ¿Alguien se acuerda de Arpad Sterbik? Casi cuesta hasta recordar que Gonzalo Pérez de Vargas también ha acudido al país vecino. Fue también el recital de convicción de Corrales en la portería el que empezó a asegurar el triunfo hispano ya en la primera parte. Con efectividad tanto en ataque como en defensa, España tenía licencia para soñar con la victoria mucho antes de certificarla.

Porque nada cambiaron las tornas en la segunda mitad, con Eslovenia sufriendo al principio de la misma idéntica parálisis ofensiva a la que padeció España nada más arrancar el duelo. La superaron los balcánicos, sí, pero la bicampeona del mundo ya estaba a años luz de distancia. Llovieron siete metros exitosos, nuevas pérdidas saldadas con goles al contragolpe, más paradas de Corrales y hasta tantos a portería vacía. Tan amplia era la diferencia que los pupilos de Ribera podían permitirse alguna que otra concesión.

Sin pausa pero sin prisa, los Hispanos siguieron haciendo bien sus deberes hasta el final del encuentro. La calma la pusieron Raúl Entrerríos, Dani Sarmiento, Valero Rivera y Joan Cañellas. Vestigios del pasado glorioso con el que España quiere reencontrarse en este Mundial. Pasado, precisamente, que tocará recordar a Jordi Ribera, y enfrentar, ante Brasil. Será en esos octavos de final cuando su nueva creación balonmanística deberá imponerse a la vieja, curtida bajo la dirección técnica del entrenador catalán hasta en dos etapas. Cual Frankenstein, al seleccionador, también debutante y por ahora sin conocer derrota alguna, le tocará volver a demostrar que esta España está viva. Y mucho.

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