Lucas Eguibar (San Sebastián, 1994) cuenta que uno de sus entrenadores, reiteradamente, le repetía: “Qué quieres hacer con tu vida”. Y, realmente, él siempre lo tuvo claro: deseaba estar en la nieve, competir y dedicarse a lo que más le gustaba. Mientras tanto, se tatuó esa frase (entre otras cosas, como un tigre, o el lema y los aros olímpicos) y cambió los esquís por la tabla. Vio cómo su hermano sufría un accidente de moto antes de acudir a Socchi –y cómo posteriormente se recuperaba– y perdió a su entrenador Israel en 2017. Llegó, incluso, a pensar en dejarlo todo. Pero no lo hizo. Siguió y será el abanderado en los Juegos Olímpicos de PyeongChang (del 9 al 25 de febrero). Además, es, junto a Javier Fernández, el español con más probabilidades de colgarse una medalla. Y eso es lo que desea. Con una batidora –se hace sus propios zumos– y la serie de ‘Vikingos’ en la maleta, tratará de hacer historia.



¡Quién le iba a decir a usted que iba a estar en unos Juegos Olímpicos de invierno cuando subió por primera vez a la nieve!



Si te digo la verdad, ni me acuerdo. Tenía dos años, según me contaron mis padres, así que llevo casi toda la vida ahí arriba. Y mis hermanos igual. Somos tres y todos empezamos al mismo tiempo. Pero desde que tengo conciencia ya estaba con los esquís. Empecé a competir a los cinco años y ya entonces entrenaba. A los 7 empecé a hacer algo de snow por hobby, y a los 15 me cambié definitivamente de disciplina.



¿Lo suyo con el snow fue amor a primera vista?



Bueno, era muy pequeñito cuando probé y me gustaba. Y, de vez en cuando, tras los entrenamientos de esquí, cogía la tabla y disfrutaba. Era un deporte completamente diferente y me apetecía probarlo. El esquí lo relacionaba con la competición, con entrenar y entrenar, y el snow con irme con un amigo o lo que sea. Era más un hobby. Luego, ya digo, cambié.



¿Recuerda su primera tabla?



La verdad es que no, era muy jovencito. Pero sí que recuerdo que en un campeonato de España donde hice muy buenos resultados me regalaron una. Hasta entonces, competía con tablas alquiladas. Aquello fue como una sorpresa para mí. Era muy joven, no tenía mucha idea y aquí el nivel no era muy alto.



¿Le pone nombre a sus tablas?



Tengo muchas y al final no tengo una con la que me sienta cómodo, sino que elijo las más rápidas. El nombre depende un poco del tipo de tabla.



Algunos porteros le hablan a los palos. ¿Usted lo hace con las tablas?



Le hablo al que las prepara [risas]. Él es quien tiene que hacer buen trabajo. Él es el que tiene que encerarlas, y eso es lo más importante, porque puedes ser el mejor, pero si no tienes una tabla que corra, no ganas. Es como si a Fernando Alonso le dan un coche que no corre, pues le pasa lo mismo. Esto es igual. Dependiendo de la velocidad de la tabla tienes más probabilidades o menos de ser campeón.

Lucas Eguibar.

¿Quién es su encerador?



Un italiano con el que llevamos mucho tiempo. Es muy alegre, se viaja muy a gusto y confío plenamente en él. Sé que se deja la vida en su trabajo y lo pasa peor que yo. Sufre mucho. Se entrega al 100% y yo le doy las gracias por ser como es. De hecho, en Sochi se levantó a las 3 de la mañana para probar ceras y cambiar cosas. Es una persona que no duerme. A veces acierta y a veces no, pero lo da todo.



Hablando ya de los Juegos Olímpicos. ¿Cómo los ha preparado?



Ha sido un trabajo de cuatro años. Cambié de entrenadores de físico y eso lo noté mucho. Físicamente he crecido mucho más. Además, he incorporado un coach deportivo. Con el fallecimiento de Israel (su anterior preparador), además, pues cambié de entrenador y este nuevo es más técnico. Hemos sumado horas a todo. Y luego, hay una diferencia entre el yo de Socchi y el de este 2018: entonces tenía 20 años y ahora 24. La edad misma te ayuda.



¿Y Dios, le ayuda?



No soy creyente. Creo en lo que yo hago y ya está. No le pido nada a nadie. Entreno mucho y me concentro en la carrera. Pero sí que tienes que tener suerte. En un deporte como este, se puede caer alguien delante de ti y estropearlo todo.



Muchas cosas han cambiado, como dice, desde aquellos Juegos de Socchi. Entonces, acudió después del accidente de moto de su hermano (pasó en coma varios días) y este año, tras el Mundial de Sierra Nevada (ganó la plata), su entrenador Israel sufrió un infarto cerebral y falleció. ¿Cómo está su hermano?



Muy bien. Ha mejorado mucho después de estos cuatro años y ha experimentado una mejora bastante grande. Tiene problemas físicos, pero la cabeza le va muy bien. Es un chico muy inteligente y que vive al 100%. Valora mucho la vida.

Lucas Eguibar, una de las opciones de medalla de España en los Juegos Olímpicos de inverno E. E.



¿Y usted, la valora más después de lo vivido?



Sí que la valoro más porque él me ha enseñado a hacerlo. Por ejemplo, antes me importaba lo que decían de mí, cómo me miraban, todo eso. Ahora veo a mi hermano, al que de repente lo mira la gente y lo ve cojeando, o que cuando habla muchas veces no se le entiende… Y la gente flipa. Piensa: ‘Está loco’. Y mi hermano dice: ‘A mí me da igual, yo soy así’. Y eso es increíble. Me ha ayudado a tener otra perspectiva de la vida y a valorarlo todo mucho más.

¿Va su hermano con usted a los Juegos?

Sí, vienen mis hermanos, alguna prima, mi tía, mi familia, algún amigo…



El que no le acompañará, desgraciadamente, será Israel, el que fuera su entrenador.



Si gano le dedicaré la victoria a él y a su familia, y también a toda la gente que me ha acompañado durante todos estos años. Valoro mucho a todos los que están a mi alrededor. Pero especialmente la dedicatoria irá para mi entrenador.

Después de todo lo vivido, ¿qué piensa cada día cuando se levanta?



Que me encanta mi trabajo y que tengo mucha suerte. Intento disfrutar viendo a mi padre, a mis amigos… Y pienso que soy un afortunado porque me dedico a lo que me gusta, a entrenar, y viajo muchísimo.



¿Y cuando se va a la cama?



Le doy muchas vueltas a la cabeza. Pienso en lo que he hecho bien y mal, y lo analizo todo. Así que, bueno, pienso en lo que tengo que mejorar y en futuros proyectos.

Lucas Eguibar.



¿Entonces es de los que le da muchas vueltas a la cabeza?



A ciertas cosas sí. Además, yo soy de San Sebastián y no paso tanto tiempo en la montaña como otros. El aspecto mental me gusta mucho, por eso estoy trabajando con un coach. Soy fuerte mentalmente, pero me gustaría serlo más.



¿Es obligatorio levantarse siempre, en todos los aspectos de la vida, aunque no se tengan ganas?



Pues mira, antes del campeonato del mundo del año pasado, tuve una racha muy mala en el circuito porque hice cuatro o cinco carreras y en todas me caía o me eliminaban. Y eso es muy frustrante porque sé que tengo nivel para estar compitiendo con los mejores. A veces hago resultados muy buenos, pero otras no. Sé que tengo mucho que aprender y verme atrás no me gusta mucho, no lo acepto.



Entonces, ¿se tiene que ver siempre delante?



Siempre es muy difícil, pero conociéndome sé que puedo estar con los mejores. Cuando no estoy ahí, me frustro.



¿Y qué hace cuando le pasa eso?



Pensar en la carrera, ver y entrenar más para que no pase.

¿Se come la cabeza con la victoria?



Antes sí. Decía: ‘¡He ganado, qué suerte he tenido!’. Ahora, no. Cuando me pasa algo y gano, pienso que he hecho bien el trabajo, pero luego veremos. A veces, veo la carrera después cuando he ganado porque puedo ver lo que he hecho bien y tratar de tener esos recursos en la mente para volver a emplearlos para que mi subconsciente lo sepa y lo repita.



Victorias, derrotas, lo de su hermano, lo de su entrenador… ¿Hace más frío en la montaña o aquí abajo, en la vida?



Fría es la montaña. Yo nunca he pasado tanto frío como allí arriba, pero la vida es más dura. Tengo la suerte de que la competición, en cierto sentido, se parece mucho a la vida: caes, ganas, pierdes… Te puede ir bien o mal. Todo eso me ha pasado. Y, además, yo cobro por resultados. Si tengo una mala temporada, no cobro. Y me va a fastidiar mucho, pero hay que levantar la cabeza. Y la vida es dura. El snow es mi vida, pero mis amigos, mi familia… Son todo lo que tengo. Que me falte uno de ellos es muy duro.



¿Cuál ha sido la mayor victoria de su vida?



Una que no fue victoria. En el campeonato del mundo de este año en Sierra Nevada, yo venía de una racha muy mala, pero supe levantarme y sacar lo mejor de mí. Llegué al campeonato del mundo, competí delante de toda mi gente y quedé segundo. Fue una pena que no pudiera pelear por el oro. Cometí algunos fallos, pero fue una victoria preciosa porque estaba allí todo el mundo. Además, fue la última carrera con Israel y tengo muchos recuerdos de esa carrera. Pero espero que me quede una victoria más importante este año: ganar en los Juegos.



Usted y Javi Fernández son las principales opciones de España para ganar. ¿Siente presión por ello?



Eso lo llevo bastante bien. Yo soy el primero que se ha machacado muchas veces para estar entre los mejores y sí que me doy cuenta de que la gente se fija más en mí y también me espera. Pero confío en mí, y sé que si hago un buen trabajo, puedo llegar lejos.



¿Se ha propuesto hacer algo si gana?



Tatuarme, eso seguro, porque no paro. Y luego me gustaría disfrutar de mi familia este verano porque el año pasado fue de muchos viajes.

Lucas Eguibar.

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