En 2014, en su primer año en España, Ter Stegen, casi en Navidades, decidió concederle una entrevista a la revista alemana Kicker. Entonces, apenas si sabía español, llevaba pocos meses en Barcelona y no se encontraba a gusto. Había llegado en verano por 12 millones de euros para ser titular, pero Luis Enrique había decidido que compartiera minutos con Claudio Bravo. Su vida en la Ciudad Condal, por tanto, no empezó como deseaba. Qué se le iba a hacer. 

Él, sin embargo, no quiso cambiar de aires. Aguantó en el club, fue aprendiendo el idioma y esperó a que llegara su momento. Sustituyó a Claudio Bravo regularmente con nota y lo vio salir por la puerta y comprar un billete para jugar en el Manchester City de Guardiola. ¿Y qué hizo él? Se asentó en la portería del Camp Nou. “El club hizo una apuesta por mí”, reconoció poco después en una entrevista con el diario WAZ alemán.

Aun así, sus manos temblaron durante un tiempo. En diferentes épocas, con Luis Enrique al mando, sufrió. Hasta que llegó 2017, su año, ese en el que todo empezó a ir como lo había soñado. Ganó la Copa del Rey, se casó con Daniela Jehle, ganó la  Confederaciones con Alemania y se ha ido de vacaciones de Navidad tras una victoria en el Clásico (0-3) y dejando a su equipo a 14 puntos virtuales de distancia sobre el Madrid. ¿Alguien da más? La verdad, parece difícil. 

A sus 25 años, Ter Stegen vive su particular luna de miel futbolística. En el Barcelona, esta temporada, salvando a su equipo en reiteradas ocasiones y rivalizando con Messi en protagonismo. Porque si el argentino es el responsable de rescatar al equipo de Valverde en esos días lúgubres de juego que ha encadenado esta temporada, el guardameta ha sido capaz de aparecer también en los momentos adecuados para evitar goles seguros. Con las manos, con los pies o con la cabeza. Con lo que sea. Él siempre aparece. Y eso le ha valido al conjunto azulgrana para sumar muchos puntos en Liga esta temporada. 

Su rendimiento, en cambio, no es algo circunstancial. Zubizarreta, responsable directo de su fichaje cuando era director deportivo del Barcelona, ya anticipó su hegemonía bajo palos. Lo presentó como un portero con reflejos, buen toque de balón y cualidades innatas para asentarse en la portería de cualquier equipo grande. Y así lo ha hecho Ter Stegen, que se ha convertido en un muro. Ese portero que todo defensa quiere tener tras él. 

Ter Stegen, durante un partido con la selección alemana.

Además, su gran momento le llega en un año perfecto. Tras ganar la Copa del Rey en el Vicente Calderón, el guardameta acudió a la Copa Confederaciones para ser el portero titular de la selección alemana, la ganó y después se casó. Le pidió matrimonio a la chica con la que empezó a salir en 2012, Daniela Jehle, estudiante de arquitectura y compañera de vida y de viajes de Ter Stegen. Su verano, por tanto, fue perfecto, pero su inicio de temporada con el Barcelona ha sido casi mejor. 

Valverde, desde el principio, apostó por él como portero titular. Le dio confianza y le instó a ser él mismo bajo palos. Y Ter Stegen tomó buena nota. Empezó la temporada de forma inmejorable y se ha ido de vacaciones tras hacer varias paradas meritorias en el Clásico y con su equipo líder de la Liga, y en octavos de Champions y de Copa del Rey. Ahora, su próximo paso es mudarse al centro de Barcelona, donde disfruta y donde le gustaría vivir. Ese es su plan: que 2018 sea aún mejor que 2017. Y lo puede ser si el Barcelona sigue en esta dinámica y si consigue quitarle el puesto de titular a Neuer en la selección alemana. De momento, ha conseguido todo lo que se ha propuesto.

Ter Stegen, tras la victoria de su equipo en el Bernabéu.

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