“El fútbol son 11 contra 11 y siempre gana Alemania”. La frase, aunque típica, merece una última mención. Sin embargo, esta vez, corresponde cambiarla. Gary Lineker dijo aquello como podría decir ahora: “El fútbol son 11 contra 11 y siempre pierde Inglaterra”. Al menos, de un tiempo a esta parte, es así, cuando juega la absoluta o cuando lo hace la sub-21, como en esta ocasión. Siempre. Esta vez, desde los once metros, con un fallo de Redmond, autor del último disparo, del fallo definitivo delante de Pollersbeck, el que permite a los germanos meterse en la final del Europeo de Polonia (2-2 y 3-4). Aunque, todo sea dicho, los teutones lo merecieron. Hicieron más durante el partido y recibieron su regalo tras la tanda de penaltis.

Confirmada la clasificación, no hace falta especificar que los partidos de los torneos sub-21 dan para sacar pocas conclusiones. Hay fallos, errores y equivocaciones. En defensa, en ataque y en el centro del campo. En realidad, en cualquier parte. Pero, obviamente, para eso están las categorías inferiores. Por un lado, para que los jóvenes progresen en busca de la absoluta, y por otro, para que los ojeadores visualicen su negocio. Y lo cierto es que en la primera semifinal entre Inglaterra y Alemania pudieron ver una buena remesa de futuros ‘buenos’ jugadores. Por parte de los germanos, varios ya asentados en la Bundesliga, como Maximilian Arnold, jugador del Wolfsburgo, y Meyer, del Schalke; pero también otros menos conocidos, como Toljan (Stuttgart) o Selke (Hertha de Berlín). Y, por el lado de los ingleses, sobre todo, James Ward-Prowse (Southampton).



Con esos mimbres, la igualdad se repartió durante casi todo el partido. Con los alemanes, casi siempre, llevando la manija del partido e incluso adelantándose primero en una jugada de tiralíneas: Meyer la puso en profundidad para Toljan, el lateral hizo lo propio dejándosela a Selke y el delantero del Hertha remató de cabeza. Pero la alegría le duro a los germanos apenas unos minutos, los que tardó en empatar Inglaterra. ¿Cómo? En un córner lanzado por Ward-Prowse que remató Gray tras un fallo en cadena de la defensa teutona.



Empató Inglaterra y, nada más comenzar la segunda mitad, volvió a golpear. Hughes aprovechó un fallo de Gnabry, condujo hasta dentro del área y se la dejó a Abraham para que pusiera a los suyos por delante. Pero eso fue lo único que hicieron los ingleses. El juego, sin embargo, lo ponían los germanos, que se adueñaron de la pelota y aprovecharon un córner para empatar, de nuevo, el partido: Arnold se la puso a Platte y éste, con un buen giro de cabeza, la metió por la escuadra. Pero, hecho el gol, a los teutones no les dio tiempo de certificar la remontada. El partido se fue a la prórroga con una de las novedades del torneo: la posibilidad de realizar el cuarto cambio.



Poco importó, no obstante, que pudiera entrar un hombre más. Alemania tocó, tocó y tocó, pero no consiguió echar abajo el muro inglés. Insistió por todos lados, sobre todo con Amiri -que hizo más que Gnabry en menos minutos-, entrando por la banda, dando pases y entrando como un puñal por su banda. El otro que hizo las delicias de los germanos fue Toljan, pero tampoco encontró rematador. No era el día. Ni de ellos dos ni de Arnold, comandante general en el centro del campo, que acabó el partido fundido y sin ser capaz de contribuir ante la clasificación de los suyos en el tiempo reglamentario. En definitiva, que todos lo intentaron, pero finalmente el partido se decidió desde los once metros. Y fue, como siempre, para Alemania. Redmond falló y Pollersback detuvo el penalti para dar el pase a la final a los suyos. 

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