Cuando un gran partido de baloncesto, de esos que prometen sólo lo mejor, mantiene su hype durante la totalidad de los 40 minutos, sin provocar ni un bostezo, la ecuación es perfecta. El 6 de enero nunca defrauda, aunque sólo sea por la magia implícita al día de Reyes. Los jugadores del Real Madrid transmitían ilusión a raudales y el sueño que prometían a sus aficionados, ganar al todopoderoso CSKA, acabó convirtiéndose en realidad. Menudo regalo fabricaron los magos, que bajaron a la cancha del Palacio disfrazados de Sergio Llull, Jonas Maciulis y Gustavo Ayón para traer oro, incienso y mirra a los suyos. Esta vez, el carbón fue para los rusos (Narración y estadísticas: 95-85).

Melchor se personificó en Llull, el más sabio de los tres. Es por todos sabido que el menorquín tiene mucha sangre fría en la pista. Él sabe cómo no perder el norte cuando más cargado de trampas está el camino. Con sus triples, a cada cual más arriesgado, puso el liderazgo y el acierto necesarios para tumbar a todo gran equipo que se precie. 'Mandarinas' para todos, también canastas decisivas, velocidad inagotable a la contra y seguridad. La que impregnó las filas locales durante todo el duelo y provocó el pensamiento de que, ocurriese lo que ocurriese, el Madrid iba a ganar al CSKA casi tres años después.

Maciulis le puso el acento lituano a Gaspar. La noche era inmejorable para protagonizar su mejor partido como madridista en la Euroliga. Más protagonista en la primera parte, el jugador báltico demostró por qué es el triplista más sobresaliente de Europa ahora mismo. Ya que los moscovitas no tuvieron su día más reseñable en el perímetro, el Madrid tomó su testigo anotador más allá del 6,75 con mucho gusto. Cuando los hombres de Pablo Laso encuentran la frescura en el lanzamiento exterior, son imparables.

Gustavo Ayón fue el tercer rey mago del Madrid interpretando el papel de Baltasar. El ídolo de pequeños y mayores y, a tenor de lo demostrado por el mexicano, con todo merecimiento. Su sombra fue gigantesca tanto en ataque como en defensa. Porque, sí, el 'Titán' más genuino revolucionó el partido. Había que marcar diferencias de enjundia en la zona y Ayón lo tuvo claro desde el salto inicial, imponiéndose a Hines y Augustine por mucho que se lo pusiesen difícil en algunos momentos.

Aún hay más, porque los Reyes Magos del Madrid tuvieron unos pajes excepcionales a su servicio. Uno de ellos fue Luka Doncic. Que 'Melchor' Llull no se descuide, porque la perla eslovena se sube a las barbas de cualquiera, amigo o enemigo. Cómo hace jugar a sus compañeros y con qué descaro mina la moral del adversario, por muy reputado que sea. Al chaval le acompañaron en las labores de pajes Anthony Randolph y Othello Hunter. Fueron de menos a más y acabaron siendo capitales para el triunfo, inmensos en la intendencia y más que eficientes a la hora de la verdad.

Y, a pesar de todo, el CSKA mantuvo el tipo durante casi todo el partido. El Madrid amenazó con alcanzar los 10 puntos de renta en varias ocasiones, pero los rusos siempre parecían volver. Hasta que la defensa local se ajustó. Mientras no lo hizo, los visitantes camparon a sus anchas por la pintura. Cuando la intensidad también quedó volcada atrás, todo un vigente campeón de Europa se quedó sin anotar durante cuatro minutos que parecieron una eternidad en el último cuarto. Y su predecesor en el palmarés continental, claro, cerró el partido.

De Colo llegó a aparecer en el tercer acto, pero ni por esas revivieron los suyos. Ni él ni Teodosic fueron tan determinantes como acostumbran. Enfrente siempre hubo más claridad de ideas, más control del tempo y de las emociones y, sobre todo, mucha ilusión. Este triunfo del Real Madrid, envuelto de la mejor manera posible, es un nuevo golpe bajo para los críticos, los impacientes y los escépticos. Seis razones se pedían aquí en la previa para que el Madrid soñase con el alirón y hasta seis se acabaron dando personificadas. Con la inmejorable compañía de la defensa y el basket-average también ganado al CSKA, el sabor de boca fue exquisito. Porque la Navidad es sinónimo de felicidad y el Madrid, en su última fecha, la brindó por completo.

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