Querido Alan:

Has llegado al mundo un 22 de diciembre de 2016. En unos años, tus padres, Rudy y Helen, te contarán que naciste el día en el que se celebra la Lotería de Navidad en España. La suerte sonrió en ese sentido, pero el día fue un tanto agridulce por otros menesteres. Tarde o temprano te enterarás de que tu papá, jugador de baloncesto, no viajó a Belgrado por tu nacimiento. Allí donde sí estuvieron sus compañeros del Real Madrid, que cayeron sin remedio en la trampa del Estrella Roja. Uno de esos equipos teóricamente pequeños que en la práctica se hacen gigantescos ante su afición (Narración y estadísticas: 82-70).

Menos mal que no viste el partido, Alan. Menuda diferencia entre el concurso del equipo de tu padre el martes ante el Brose y el de este jueves en Serbia. Tanto partido seguido afecta mental y físicamente, desde luego. Y eso que esto todavía acaba de empezar, como quien dice... Al equipo de papá Rudy le dejaron morado, como su vestimenta. Después de un primer cuarto tan igualado como para que los porcentajes en tiros de dos y de tres de ambos equipos fueran idénticos, todo empezó a irse al traste en el segundo.

Esta caraja del Madrid cuya camiseta defiende tu padre, Alan, fue idéntica a la sufrida ante el Darussafaka en Turquía. Llovieron las pérdidas, la falta de ideas en ataque y la endeblez defensiva. Llull fue de los pocos que aguantaron el tipo. También Taylor, que es alero, como tu papá, y que últimamente es un seguro de vida desde el perímetro. Y ya está. Apenas hubo más noticias de los amigos de tu progenitor. Para colmo de males, el más joven de todos, Doncic, se tuvo que retirar lesionado.

Ay, Alan, el partido tuvo mala pinta enseguida. El tempo y las sensaciones casi siempre le correspondieron al Estrella Roja. En cuanto se marcharon de 11 puntos antes del descanso, la cosa empezó a pintar muy mal. Aparte de que los serbios defendieron muy bien, el cuarteto formado por Simonovic, Kuzmic, Jovic y Guduric se mostró letal en ataque. Todos ellos hicieron gala de la la pericia que les faltó a la inmensa mayoría de los compañeros de tu padre.

También influyó mucho el factor cancha. Lo aprenderás a su debido tiempo, Alan, pero las pistas más calientes del mundo están en países como Serbia. Esa Sala Pionir que visitó el Madrid es una olla a presión que no tiene nada que envidiarle a los pabellones turcos o griegos. Para más inri, lleva el nombre de uno de los mejores entrenadores de la historia del baloncesto europeo: Aleksandar Nikolic.

A buen seguro que tener encima de los hombros en cada partido en casa un legado tal como el de El Profesor hace mejores a los componentes del Estrella Roja. Bien lo sufrió el Madrid. Por mucho que los visitantes mejorasen lo suyo su imagen en el tercer cuarto, dando incluso esperanzas de remontada, los serbios tenían el candado echado al marcador. Sentenciaron el triunfo en los minutos finales del tercer periodo y, por tanto, sobró todo el último acto.

Sí, Alan, estos chicos a los que conocerás muy pronto llevan dos derrotas consecutivas fuera de casa en esta Euroliga. Ambas jugando fatal, para qué engañarnos. Pero no desesperes. La temporada, como tú, acaba de nacer. Tus padres te enseñarán cuando seas mayor que lo importante está al final del camino, no al principio o a la mitad de trayecto. También que de las derrotas o errores, de los golpes del baloncesto y de la vida, se aprende. En definitiva, que a un tropiezo no se le debe responder con un lamento, sino levantándose más fuerte. Que tú y los tuyos seáis muy felices.

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