Jesús Gil y Gil, en el paraíso populista.

Jesús Gil y Gil, en el paraíso populista.

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El día que España dijo: “populismo”

La Fundéu la reconoce como palabra de 2016 y los filósofos subrayan su cambio de uso desde los tiempos de Gil y Gil: de definición a insulto, pasando por el 15M.

31 diciembre, 2016 00:48

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Europa está controlada por personas tan lejanas al pueblo que son invisibles. Plagada de tecnócratas anónimos que nadie conoce y en los que nadie confía. “Tenemos la impresión de no saber quién ni cómo nos gobierna. Todo es incomprensible para los ciudadanos”, escribe Chantal Delsol, en el ensayo Populismo, una defensa de lo indefendible (Ariel). “En esta tesitura, la sociedad busca conceptos más reales”. ¿Reales como populismo?

La Fundéu BBVA acaba de elegir el término para definir el año 2016 español y con retraso. El Diccionario de la RAE dice que es la “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. Una definición tan ligera como amplio es el uso que se hace de la palabra como arma arrojadiza. Para unos, el populismo es propio de una mentalidad retrógrada, melancólica y enemiga del progreso. Para otros, supone la reconstrucción de una comunidad escindida políticamente. De tanto estirarla para uno y otro lado, ha terminado por vaciarse para llenarse con el contenido de una cosa y su contraria.

De tanto estirarla para uno y otro lado, ha terminado por vaciarse para llenarse con el contenido de una cosa y su contraria

Desde la Fundéu aclaran que el uso de populismo en los medios de comunicación “parece aludir a una forma de hacer política caracterizada, al margen de la ideología que la sustente, por el intento de atraerse emocional y vehementemente el favor popular ofreciendo soluciones simples y poco fundadas a problemas reales y complejos”. Es decir, las voces “populismo” y “populista” se están convirtiendo en voces que califican más que definen, como granadas de mano que se lanzan de lado a lado en el Congreso de los Diputados.

Jesús Gil en Ratones Coloraos

“Yo soy el mayor demócrata de este país, aunque no te parezca”, le espetó Jesús Gil y Gil a Jesús Quintero, en 2001, en El Vagabundo (Canal Sur y Telemadrid), en una entrevista que tocó el hueso del populismo. “Yo dije que a las nueve de la mañana puedo ser comunista, a las diez socialista y a las once de derechas”, contesta Gil a Quintero tras recordar su veletismo ideológico.

¿A usted quién le vota?

En ese momento, el presentador le pincha otra entrevista, una que le hizo en 1993, en La boca del lobo. El presidente del Atleti aparece desvelando las consecuencias de “gobernar pa los pobres”: “El pueblo es insolidario, el pueblo es ingrato, nunca hagas nada pensando que te van a agradecer, es la condición humana”. Quintero contraataca adelantándose a la esencia populista: “¿A usted quién le vota: los ricos, los pobres, los analfabetos, los cultos, la mafia o le votan todos?”. “A la mafia te juro que no la conozco”. Y retoma la pregunta: “A mí me votan todos, porque lo que quieren es el bienestar”.

Te voy a decir una barbaridad: a lo mejor la mafia debería existir, en ese concepto que tengo de tomarse la justicia por la mano cuando no existe la justicia

Pero… “Te voy a decir una barbaridad: a lo mejor la mafia debería existir, en ese concepto que tengo de tomarse la justicia por la mano cuando no existe la justicia [...] Esto de la patria te cansa. A mí me tiene obsesionado el Estado de derecho, no existe”. Es el discurso que le lleva al poder de Marbella. El mismo que en 1991 usa con Carlos Herrera al desvelar el secreto de su éxito: se dedica a trabajar y a crear riqueza, “mientras los demás se preocupan en quitarse los sillones”. En Marbella, gracias a él, “hasta el último jardinero tiene un coche”.

Con él no hay paro. Con él no hay injusticia. Con él no hay problemas. Él le pone Harley Davidson a los policías y reniega de la vieja política. ¿Por qué está usted en política, qué sabe usted de política? “Yo nada, de esta política no quiero saber nada”. Y se desata el festival de titulares: “Odio la política”; “Soy el que más iglesias ha hecho de España. Nueve”; “He utilizado a dios por conveniencia”; “Yo no he hecho historia. Lo que pasa es que la gente me quiere”.

El establishment ha buscado un antídoto conceptual, “populismo”, para demonizar el movimiento del 15M

Ni Gil y Gil, ni José María Ruiz Mateos, ni Mario Conde reivindicaban derechas o izquierdas. Pero anticiparon la degeneración de la casta política en los noventa, explica el filósofo César Rendueles, autor de, entre otros, Capitalismo canalla (Seix Barral) y En bruto. Una reivindicación del materialismo histórico (Los libros de la catarata). “Anticipan el auténtico populismo español, el del PP y el PSOE”.

Tarde, Fundéu

Pero, ¿cuándo empezó el Congreso de los Diputados a lanzarse populismo como arma arrojadiza? “Desde el 15M los movimientos emancipatorios han recuperado la reivindicación de la democracia. Ha habido una reapropiación de la palabra democracia por parte de la gente común y ante esto, el establishment ha buscado un antídoto conceptual, “populismo”, para demonizar el movimiento. Esa es la clave de la moda de la palabra”. La Fundéu llega tarde.

El inicio de la crisis financiera hace despuntar al término en Europa. Antes, en 2005, Ernesto Laclau (1935-2014) lo relanzó desde América Latina en La razón populista. Para el filósofo argentino, no es una forma democrática degradada, sino un tipo de gobierno que permite ampliar las bases democráticas. El populismo rediseñado reclama la participación e incorporación de las masas a la arena política democrática, para evitar que ésta sea una mera administración. Esa es la esencia del populismo: volver reales, cercanos y próximos a los representantes.

Nadie se reconoce como populista, porque tiene una connotación claramente negativa

“Con el populismo recuerdo una cosa que decía José María Pemán sobre el fascismo: “Fascismo es eso que siempre son los otros”. Nadie se reconoce como populista, porque tiene una connotación claramente negativa”, explica a este periódico Manuel Cruz, filósofo y diputado y portavoz de educación por el PSOE. “Quienes están más cerca de él hacen una pirueta y dicen no hay fuerza populista, sino momentos populistas. Pero según eso todos somos populistas y nadie lo es”, añade en referencia a Podemos.

Para Cruz, autor de Democracia movilizativa (Libros de la Catarata) o Pensar es conversar (RBA), el populismo lleva entre nosotros desde hace tiempo. El desprestigio de la política aprovechado por Berlusconi, criticando a las élites y a los políticos tradicionales, o el intento de Gil y Gil, Ruiz Mateos y Conde. Este último decía que el problema era “el sistema”. Ahora es “la casta”. La base está en la crítica al sistema tradicional de partidos políticos como mediadores y representantes de las élites.

Democracia real ya

Era una larva que rompió en la narración del 15M. “El mensaje populista es aceptado sin problema, porque casi parece una obviedad”, añade Cruz. “Se apeló a la 'Democracia real ya' y con el grito 'No nos representan'. Más tarde, Podemos le da forma política”. Las élites que monopolizan la representación del pueblo deberían desaparecer y establecer un vínculo directo. De hecho, en 1985, entra en el Diccionario Manual de la RAE la voz populismo, como “doctrina política defiende los intereses y aspiraciones del pueblo”. No hay marcas que indican un uso despectivo.

El populismo no tiene afán de precisión: es la metáfora, la poesía, la ambigüedad, es el truco

Félix Ovejero publicó en 2013 el ensayo ¿Idiotas o ciudadanos? El 15M y la teoría de la democracia, en el que el doctor en Ciencias Económicas cuenta que la democracia, debido a un modelo pervertido, se enfrenta al dilema de tecnócratas o populistas. Y si tratamos de definir el populismo estaremos perdidos: “El populismo no tiene afán de precisión: es la metáfora, la poesía, la ambigüedad, es el truco”, dice.

“No le interesa la precisión. No será precisa para dotarle el sentido que más interese. La palabra es incendiaria, pero el populismo no debate en serio”, cuenta Ovejero a EL ESPAÑOL. Explica que el término ha pasado de ser descripción a insulto, “porque todos se reconocen en el otro lado de la barricada”. Y que todas las democracias conllevan un tributo populista, porque para ganar unas elecciones “debes diluir los mensajes y buscar un atrápalo todo”.

El populismo representa a un pueblo que rechaza los deseos emancipación de las élites

Chantal Delsol es autora de Populismo, una defensa de lo indefendible (Ariel), asegura que el populismo es un insulto, porque no hay nada positivo en el término y en ningún caso se puede hablar de concepto político. Le llama la atención que nunca haya sido reivindicado por sus autores. “El populismo representa a un pueblo que rechaza los deseos emancipación de las élites”. Escribe que no reivindica la supresión de la democracia, ni la amenaza cuando llega al poder”. Reclama una alternativa.

La lengua es un organismo vivo, que se adapta a los usos y el populismo es la prueba. “Ahora sólo se usa como arma arrojadiza para definir al oponente”. Ha pasado de definir una estrategia política a definir a quien lo emplea para atacar al adversario: “Lo define como alguien que desconfía de la democracia. Quien ataca con el populismo es quien desconfía de la capacidad de las masas para tomar decisiones”, remata Rendueles. Demasiada velocidad para un Diccionario.