Una ilustración del siglo XVIII del pirata Henry Every.

Una ilustración del siglo XVIII del pirata Henry Every. Wikimedia Commons

Historia A la caza del tesoro

Violaciones, torturas y un botín gigante: el terrible crimen pirata del que nació el capitalismo

Un libro recupera la figura del escurridizo y enigmático Henry Every, el pirata más buscado del mundo a finales del siglo XVII, y sus decisivas hazañas.

4 agosto, 2020 02:33

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El 11 de septiembre de 1695, en un recóndito punto del océano Índico, tuvo lugar un acontecimiento que sacudiría los cimientos de la historia. El pirata inglés Henry Every, capitán del Fancy, ordenó lanzar un ataque sobre el Ganj-i-Sawai, un navío mercante de madera propiedad del emperador indio Aurangzeb, el Gran Mogol. Traducido del persa como "tesoro excesivo", el nombre del buque insignia de una flota que regresaba de una peregrinación a La Meca constituía una evidente pista sobre lo que transportaba en sus bodegas: cantidades inenarrables de oro y plata, joyas, marfil, mirra, azafrán y otras exquisiteces.

El abordaje del Gunsway —como se le bautizó en inglés— fue uno de los crímenes más lucrativos de siempre y un choque, a priori sin importancia salvo para las arcas del imperio mogol, que tuvo consecuencias profundas en la organización de la economía mundial. Así lo narra el divulgador y escritor estadounidense en su última obra Un pirata contra el capital (Turner), donde a través de la biografía del temible y enigmático Every desglosa la aparición de la Compañía de Indias Orientales, la expansión del Imperio británico y la red de comercio que comenzó a tejerse desde entonces.

Como ya había hecho en su magnífico El mapa fantasma (Capitán Swing), sobre un devastador brote de cólera desatado en Londres en 1854 y cómo un reverendo y una anestesista descubrieron el origen de la enfermedad, Johnson indaga en un hecho muy concreto y en las acciones de un puñado de hombres para medir sus consecuencias en el curso de la historia. Y lo hace con un estilo vertiginoso, con capítulos cortos con sus respectivos cliffhangers, píldoras eruditas llenas de matices que van dando saltos en el tiempo y que obligan a leer sin parar. Es ese el gran logro de sus obras: hacer de un relato histórico-divulgativo una lectura casi obsesiva.

La historia se vertebra en torno a la figura de Henry Every, "un pirata que tuvo un impacto más significativo en el curso de la historia que Barbanegra" y que inspiró a la generación de saqueadores que en el siglo XVIII arrasarían las costas del Caribe. Un hombre misterioso —no se conoce con exactitud ni su fecha ni lugar de nacimiento, aunque se estima que fue en Devonshire, Inglaterra, el algún momento de principios de la década de 1660—, un auténtico villano a pesar de los cantares propagandísticos que glosaron sus hazañas y le otorgaron los tintes heroicos de una suerte de Robin Hood del pueblo.

La finalidad de Steven Johnson va más allá de biografiar al pirata —de hecho, muchos pasajes del libro que relatan su vida se saldan con suposiciones y conjeturas ante la escasez de fuentes fiables—. Su investigación detalla de forma minuciosa el estado de la Marina Real británica en el siglo XVII, la implantación de la Compañía de las Indias Orientales, "la primera corporación multinacional del mundo en formato de sociedad anónima por acciones", o el auge de la India y sus exclusivos productos como el algodón desde los tiempos de los romanos a la era de los descubrimientos. Pero todo conduce a una fecha y a un abordaje concreto, resuelto con un simple y certero disparo de cañón.

El terremoto

Las primeras pistas nítidas sobre Every se remontan a 1693, cuando un agente de la Royal African Company informa de que el futuro pirata había emprendido una carrera como esclavista y trabajaba para el gobernador de las Bermudas. Al año siguiente se enroló en la Spanish Expedition Shipping, una empresa que consistía en organizar una flotilla de barcos cargados de cañones y armamentos para vender a los españoles en las Indias Occidentales. Varados más de cinco meses en el puerto de A Coruña y sin cobrar, parte de la tripulación se amotinó y zarpó en busca de riquezas a bordo del Charles II, un navío excepcional y rapidísimo, con cuarenta cañones y una tripulación de 150 marineros, al que pusieron el nombre de Fancy.

Every fue nombrado capitán de "una caterva de depredadores xenófobos y delincuentes sexuales", en palabras de Steven Johnson, y zarpó hacia el Índico atraído por las epopeyas de otro pirata, el estadounidense Thomas Tew. El divulgador desglosa aquí un fenómeno curioso: la filosofía igualitarista en cuanto a la repartición de los botines que dominó entre la clase pirata. "No solo eran unos granujas de carisma irresistible que vivían grandes aventuras en el mar, además, ponían en práctica valores de gran atractivo para el pueblo, que no tenían parangón en tierra firme", escribe. Los medios de masas contribuyeron también a moldear esta imagen.

Pero el 11 de septiembre de 1695, escasas jornadas después de hacerse con otro ingente tesoro de un navío mogol, desde el Fancy se desató "la violencia más brutal y sádica conocida en el ser humano". Fue un abordaje relativamente sencillo gracias a un cañón que estalló en la cubierta del barco mogol que mató a media docena de hombres y desató el caos y a que uno de los primeros cañonazos de la nave pirata, con enorme fortuna, impactó en el palo mayor del Gunsway, dejándolo lisiado. Para determinar la ubicación de las riquezas escondidas, los saqueadores recurrieron a terribles métodos de tortura.

Portada de 'Un pirata contra el capital'.

Portada de 'Un pirata contra el capital'. Turner

Sin embargo, su crueldad no se frenó ahí. Entre los pasajeros del navío indio se encontraban decenas de mujeres peregrinas que fueron víctimas de "un volcán de violencia sexual que estuvo días en erupción", según Johnson. Así lo describió Khafi Khan, un cronista del emperador: "(...) se dedicaron durante toda una semana a pillar hasta dejar a los hombres desnudos y a deshonrar a las mujeres, tanto a las jóvenes como a las mayores (...) Varias mujeres de honor se lanzaban al agua a la mínima oportunidad para preservar su castidad, y otras se mataron con cuchillos y dagas".

La maniobra de Every no solo lo convirtió en hostis humani generis, enemigo de toda la humanidad, y en el primer hombre contra el que se cursó una orden de busca y captura a nivel internacional, sino que también abrió una grieta en las relaciones entre Inglaterra y el Imperio indio que a punto estuvo de concluir en guerra. Pero desde Londres se buscó una rápida respuesta a la crisis que germinaría en la subsecuente hegemonía en el subcontinente asiático durante dos siglos. Los delitos del pirata, desgrana Johnson en su empeño por extraer consecuencias globales de hechos muy concretos, "contribuyeron indirectamente a definir y fortalecer instituciones que terminarían dominando el mundo".

Este amotinado líder de la clase trabajadora, enemigo del Estado y rey pirata se volatilizaría en agosto de 1696 —solo seis miembros de su tripulación lograron ser arrestados—. Un final lleno de incógnitas que contribuye a agigantar su leyenda. En el epílogo, el divulgador científico hace un paralelismo entre el robo perpetrado por Every y los disparos de Gavrilo Princip en 1914 contra el archiduque de Austria y su esposa que prendieron la I Guerra Mundial. "La explosión del cañón y el derribo del palo mayor del Gunsway fueron la precuela del atentado contra Francisco Fernando en las calles de Sarajevo: un único acto de violencia que amenaza con causar un incendio devastador para todo el planeta".