'Madres Paralelas'.

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Cine Festival de Venecia

'Madres Paralelas': Almodóvar triunfa con una historia de memoria histórica y maternidad

El director español inaugura el Festival de Venecia con un filme tremendamente conmovedor en el que mezcla lo íntimo y lo político.

1 septiembre, 2021 20:02
Venecia

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Hace cinco años, en el marco de una masterclass en el Círculo de Bellas Artes, Pedro Almodóvar explicaba que, en sus películas, iniciadas en la efervescencia de la transición y tras la terrible dictadura, se impuso una norma: “Escribo como si no hubiéramos vivido esos 40 años, como si no hubieran dejado recuerdos, sombras ni fantasmas. Es mi modo de vengarme de la memoria de Franco”. No se refería a que su cine no fuera político, pero sí a que la sombra del dictador no aparecía. No se le mencionaba. Y de alguna forma esa máxima se había cumplido… hasta ahora.

En Madres Paralelas, su nueva película que ha inaugurado el Festival de Cine de Venecia, Almodóvar mira de frente a la dictadura y a la Guerra Civil. O más bien, a todas las heridas de la dictadura que siguen abiertas y supuran en forma de fosas comunes. Han pasado más de 20 películas, pero por fin se ha visto con la confianza narrativa y autoral suficiente para afrontar un tema tan espinoso en una de sus obras.

Lo hace con un filme en el que, realmente, de lo que se habla, es de la verdad. La verdad íntima y la verdad histórica. La verdad para seguir adelante, o cómo decía el título del documental en el que Rociíto contó los años y años de maltrato por parte de su expareja, “contar la verdad para seguir vivo”. Eso es lo que une las dos tramas narrativas de Madres Paralelas, la necesidad de contar la verdad como única forma de cerrar las heridas. España no ha contado la verdad. Somos el segundo país del mundo con más muertos en fosas, sólo superado por Camboya. El personaje de Penélope Cruz tampoco cuenta la verdad sobre su hija. Y la mentira reconcome, te pudre por dentro.

Madres Paralelas cuenta la historia de dos madres -Cruz y Milena Smit- que coinciden en el paritorio. El destino marcará sus vidas para siempre. El personaje de Penélope Cruz, Janis, empezará a sospechar que su hija no es de ella. Además, Janis vive con una obsesión, exhumar los restos de su bisabuelo de la fosa común de su pueblo.

De alguna forma Almodóvar, en su película más austera visualmente, más entregada a lo narrativo que a lo estético, recupera un término que ha estado de moda en los últimos meses, el de Matria. Para Pedro Almodóvar España es un país de madres. Madres solteras, madres sufrientes. Mujeres que recogen los platos rotos de los hombres. Los platos rotos del fascismo. Mujeres que no han podido llorar a sus muertos. Madres como la que interpreta de forma brillante Aitana Sánchez-Gijón, que pone su vocación por encima de su hija.

Hasta llegar a que las dos historias engarcen hay un peaje costoso y hasta extraño. Madres Paralelas comienza errática, fuera de tono. La primera conversación sobre la memoria histórica del personaje de Penélope Cruz e Israel Elejalde suena demasiado impostada. Ocurre lo mismo con los primeros compases del filme, hasta a Cruz parece costarle encontrar el tono a su personaje.

Fotograma de 'Madres paralelas'.

Fotograma de 'Madres paralelas'.

Todo cambia en el momento en el que el personaje de Milena Smit se reencuentra con el de Penélope Cruz. Ahí la película da un giro de 180 grados y Madres Paralelas es la película que quiere ser. Un filme emocionante, comprometido y valiente en cómo afronta un tema tan espinoso como la memoria histórica desde lo íntimo, con una interpretación central de Penélope Cruz apabullante con tres escenas que quitan el habla y agarran el corazón.

Una vez ocurre eso vemos al mejor Almodóvar, que se arriesga despojándose de artificios y desnudando su película para basarse en la palabra y en el poder de lo que cuenta. Así se llega a un final arrollador y tremendamente conmovedor. Un cierre con las fosas como centro y en el que viajamos con el personaje de Penélope Cruz hacia ese momento desgarrador. Puede que Madres Paralelas no sea el filme más redondo de Pedro Almodóvar, pero sí uno de los más valientes. Es admirable que decida dedicar su madurez a un tema que el cine no suele mirar, que suele estar arrinconado en las tertulias políticas y en los periódicos. Y lo hace manteniéndose fiel a sus temas, y demostrando que, más que nunca, lo íntimo siempre es político, y que como Rociíto, España tiene que contar la verdad para seguir viva.