Santiago Abascal no sólo ha desembarcado con estruendo en la política española: acaba de aterrizar también en ARCO, la feria de Arte Contemporáneo que se celebra en Ifema hasta el domingo. Por donde pasa deja platos rotos. En pocos meses, el líder de Vox se ha enfrentado a la industria del cine patria -tachando a sus miembros de "sectarios" y "ultraizquierdistas", además de acusarles de ser parásitos de las subvenciones-, se ha comprometido a ir a buscar personalmente a Mel Gibson para que ruede una película sobre Blas de Lezo, ha enarbolado la Reconquista y hasta ha protagonizado algunos raps sarcásticos que le bautizan como "semental".

En ese sarao de la cultura efervescente no podía faltar esta feria del arte que lleva varias ediciones sacando los pies del tiesto por sus propuestas de carácter político: este año la polémica ha estallado con el ninot gigante de Felipe VI, obra de Sierra y Merino, que deberá arder por contrato antes de un año hasta que quede sólo la calavera. No obstante, cuando el visitante entra a ARCO, allá en el pabellón siete de la Feria de Madrid, topa de frente con una galería que recoge el trabajo de Julian Rosefeld: esta sala, que es casi la que abre el evento, guarda un guiño envenenado para Abascal. 

En su propuesta La palabra es siempre la vanguardia de la acción, el creador trata de emular los antiguos conflictos bélicos, donde "se gustaba de enviar por delante un pequeño destacamento de caballería y lanzarlo contra las bien alineadas filas del adversario para sembrar el caos en ellas, a fin de que a continuación las tropas propias pudiese penetrar más fácilmente en las ya entonces desorganizadas líneas del ejército enemigo". Es esta "vanguardia" -del francés avantgarde, es decir, "la guardia o tropa que va delante"- la que desata la reyerta. De ese desorden que provocaba a veces nacía un nuevo orden: el de la victoria. 

La tesis de Rosefeld es que la extrema derecha que está salpicando la política mundial contemporánea se está sirviendo del lenguaje para ganar terreno: sus palabras, sus conceptos "populistas", son hoy esa caballería primera que rompe filas en la sociedad occidental. Dice el artista que esos conceptos -"turismo de asilo", "prensa mentirosa", "inmigrantes delincuentes", "parásitos de las ayudas sociales"- vienen a romper el orden constitucional.

Lo explica así: "Salvini, Bolsonaro, Trump, Le Pen, Abascal… la lista de políticos con funciones de Gobierno (ya sea en solitario o coalición) que ponen en cuestión e incluso consideran prescindible el cimiento democrático de ese mundo, los derechos fundamentales establecidos en las respectivas constituciones y los principios éticos garantizados por ellas se va alargando año tras año", escribe Julian Rosefeld. "Estos incendiarios son todos populistas, no políticos (…) Son virtuosos en el arte de jugar con el miedo a amenazas inexistentes. Son vendedores de promesas vacías". 

Apunta el artista que su "propaganda" apela a "los miedos ancestrales de los desinformados, a la indignación mal dirigida de los perdedores del turbocapitalismo global". A sus ojos son estos "los nuevos señores de la guerra semántica", los "terroristas verbales", y sí, están entre nosotros.

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