El filósofo Ernesto Castro.

El filósofo Ernesto Castro. Luna Miguel.

Cultura Entrevista al filósofo

Ernesto Castro: "La izquierda recuperará la bandera; ya no dice 'estado Español' y sí 'España'"

"Me dejó incómodo ver a Bad Bunny vestido de mujer: hay ahí una apropiación de género" / "El porno reconoce que la clase baja tiene atributos sexuales que los ricos no tienen" / "Un Halloween me vestí de torero: nada más monstruoso que alguien que mata inocentes" / "El discurso de Pérez-Reverte está avalado por siglos y siglos de convicciones éticas". 

23 junio, 2020 02:17

Ernesto Castro Córdoba (Madrid, 1990), doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de Filosofía Antigua y Medieval en la Universidad de Zaragoza, autor de ensayos como El trap: filosofía millennial para la crisis en España (Errata Naturae, 2019). Youtuber. Intelectual. Polemista. Acaba de reunir algunos de sus mejores textos en Ética, estética y política (Arpa Editores), donde trata de buscarle las vueltas a posiciones que comparte -o no- para ver sus fortalezas o debilidades y para hallar conflictos insospechados. Desde la misandria de Valerie Solanas a la guerra entre antiespecistas y ecologistas pasando por cuestiones como la precariedad, la nueva política, el arte contemporáneo o el feminismo. 

¿Qué es el posporno? ¿Cuáles son tus objeciones hacia él?

Bueno, el posporno es una vanguardia artística vinculada con el feminismo y la teoría queer que tiene como objeto desmontar los clichés o los lugares comunes de la pornografía con un toque artístico y provocador y a veces resulta ofensivo para determinadas sensibilidades. Mi objeción tiene que ver con el componente presuntamente erótico del mismo, quizá no soy el target de ese tipo de espectáculo, aunque puedo apreciar sus intenciones.

Veo el pos, pero no veo el porno. Lo encuadro más dentro de las prácticas de la performance extrema con toque de BDSM, que por ahí sí se ve más la pornografía… sobre todo, lo que hago en el texto es revisar muchas de las críticas que lanza Marisol Salanova en Pospornografía. El porno tradicional resulta subversivo porque representa la potencia sexual de la clase trabajadora, vale que también está la crítica de que se erotiza la precariedad y se sexualidad la pobreza, pero el porno reconoce que la clase baja tiene atributos sexuales que los ricos no tienen.

Vamos, que el posporno no te pone cachondo.

(Ríe). Ese es el pretexto, la gracieta y el clickbait, pero no te lo quiero dar a ti, quiero que sirva para leerse el texto.

Resulta sorprendente que la izquierda modernita haya comprado tan rápido el discurso de la sexualización de la mujer y de la venta de su capital sexual (ya sea en el porno, en onlyfans o en la prostitución), cuando, en realidad, estos son conceptos neoliberales. Por mucho que los utilizara Virginie Despentes.

Sí, lo hablamos en la entrevista sobre trap. Es feminismo liberal, pero creo que es tan legítimo y tiene tanta tradición como el apartado más abolicionista radical, calificado ahora como “antisexo”. La izquierda es realista y entiende que hay elementos difícilmente modificables, incluso con un Gobierno de izquierdas. El mercado sexual, en sentido amplio, es difícil de abolir, y en cualquier caso tenemos su experiencia en los totalitarismos del siglo XX. No se conseguirá abolir los mercados tan fácilmente, así que el reto es regularlos para que estén marcados por valores morales, como proteger al trabajado y no estigmatizar el trabajo sexual. Por ahí va la izquierda.

¿Y qué hay de la posición del feminismo frente al canon de belleza, frente a la idea de belleza? Pienso aquí en Camille Paglia, que piensa que si lo criticamos somos unas acomplejadas incapaces de valorar el David de Miguel Ángel sin ponernos a llorar, que la belleza es un bien universal… etc, no que esté marcada por imperativos publicitarios, por ejemplo. ¿Cuál es la posición verdaderamente feminista ante este debate? ¿La belleza se aprende, se puede educar?

No podría decirte qué es lo feminista, no soy nadie para ello, pero como humilde profesor de Estética y de Filosofía medieval te puedo decir que los grandes conceptos -lo bueno, lo bello, lo verdadero- han quedado transformados en el presente: en lugar de la verdad, vivimos en la posverdad; y en lugar de la belleza, el valor estético más premiado es el shock, lo inquietante, lo subversivo. Lo bello ha quedado sustituido por lo nuevo, ha caído el concepto de belleza armónica, de la proporción. Importa si es novedosa, si es impactante. Ahora observamos que el cuestionamiento del canon erótico y de belleza femenino va de la mano de la valoración de los elementos subversivos y chocantes que aportan los cuerpos no normativos, y esto tiene un doble filo: puede ser al mismo tiempo la normalización de esos cuerpos o la espectacularización de los mismos. Ese es el asunto.

¿Cómo valoras el debate entre feministas radicales (en concreto, la rama TERF) y las feministas transinclusivas? Me da la sensación de que a veces la cuestión se pierde en temas simbólicos o lingüísticos, como decir “personas con vagina” o “personas que menstrúan” en lugar de “mujeres”. ¿Cómo lo ves?

Filosóficamente me di cuenta de que las categorías de Aristóteles se pueden aplicar a feministas radicales y transfeministas. Esencia y sustancia. La esencia puede estar sometida a cambio y la sustancia permanece invariable. Me di cuenta de que buena parte del feminismo radical es sustancialista y entiende el sexo femenino como algo permanente debajo de los prejuicios, los tópicos y los atributos clásicamente atribuidos, valga la redundancia, como femeninos. Mantiene la sustancia femenina y pretende abolir el género. El feminismo trans tiende a ser esencialista, cree que hay dos géneros, que las mujeres trans se encuadran en el femenino y los hombres trans en el masculino, y que no hay nada en medio de las dos esencias, aunque pueda haber transiciones entre ambas. Ese es el esquema que yo utilizaría.

¿Cuál es tu postura personal al respecto?

Bueno, creo, como tú señalabas, que las redes sociales tienden a convertir debates sustantivos en debates nominales, lingüísticos, y en el fondo no me parece que las dos posturas sean tan incompatibles. El uso de determinadas expresiones, al final, es cortesía, para no ofender a alguien. Luego está la cuestión jurídica y legislativa sobre la que no me quiero pronunciar, porque no estoy tan informado sobre el tema. Las acusaciones, no obstante, están claras. Las feministas radicales piensan que las demandas trans van a subvertir las conquistas históricas del feminismo y de las mujeres en las últimas décadas, y yo no creo que sea así ni muy menos. Es una intuición.

Pienso en Bad Bunny vestido de mujer en su vídeo Yo Perreo Sola. ¿Eso es feminista; eso es deconstrucción? ¿O es, de nuevo, reducir ser mujer a la parodia de los pechos enormes, la falda enana y el culo sugerente? Se critica que los blancos nos disfracemos de indios, se critica que Dani Rovira se ponga tacones en los Goya para disfrazarse de mujer… ¿por qué la izquierda ha abrazado tan rápido, sin mucho análisis, esta performance de Bad Bunny?

Es interesante, porque aquí hay muchos temas que se cruzan. Unos valoran la intención o el gesto de Bad Bunny: un hombre que canta desde el punto de vista de la mujer, con buen ánimo, contra el acoso, etc… por ahí iba el asunto. Pero es cierto que eso se ha hecho siempre con intenciones más o menos misóginas o para la burlarse de la mujer, desde Aristófanes hasta buena parte de los artistas que hoy se visten de mujer para subrayar los estereotipos. Realmente, en el caso de Bad Bunny, como has sugerido, existe una suerte de apropiación de género, de apropicionismo sexual. A mí, desde luego, me dejó bastante incómodo.

Pero, al margen de eso, es interesante un videoclip de estas características, que pone el asunto al límite, y que está en esa frontera entre el aliade y el misógino. Es un producto incómodo y lo prefiero a los productos complacientes con el movimiento feminista o con cualquier otro movimiento popular.

Hablas del 15-M, de tu detención y multa por vandalizar un cajero de Santander. Cuentas tu pequeña experiencia con la revolución… ¿qué opinión te merece la policía? ¿Estás a favor de su existencia como brazo punitivo de la ley? ¿Es posible que un ciudadano armado y con poder sobre los demás no se corrompa o abuse de esta fuerza? ¿Qué hacer con los casos que hemos visto de torturas policiales a detenidos racionalizados que a veces han desembocado en la muerte?

La policía tiene una función política esencial: el mantenimiento del statu quo. En el 15-M se convirtió en necesaria en el sentido de que la policía dejó existir la acampada y se crearon comisiones de seguridad, de buenas prácticas, etc. Digamos que se creó un cuerpo parapolicial, parecido a la policía, que se encargaba del mantenimiento del orden y de la seguridad. Claro: al final, la alternativa a la policía funcionarial o estatal es la milicia, igual que la alternativa al sistema de justicia son los tribunales populares, que uno puede salir de Guatemala y meterse en Guatepeor. 

Por otro lado, tú lo has dicho: el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente, y estos cuerpos tienen que tener siempre mucha revisión y cortapisas, además de la formación adecuada para que no se infiltren ahí determinadas ideologías o dinámicas hostiles con la población, algo que no se ha conseguido ni mucho menos en EEUU, como es sabido, por razones estructurales como la posesión masiva de armas por parte de la población.

En el caso europeo, lo que resulta sorprendente es que tengamos cuerpos de policía tan bien armados y con tanta formación y que, aun así, en ocasiones se enfrenten en manifestaciones a jubilados, por ejemplo. Debe ser una institución en constante revisión. La policía, como cuerpo encargado del mantenimiento del orden, es necesaria, pero también es reconstruible, como se reconstruyen los liderazgos, las desigualdades y las jerarquías. La policía es necesaria pero reformable.

Hablemos del veganismo. Has llegado a ser ‘cancelado’ de una campaña de ginebra por decir que los mataderos industriales son como el holocausto nazi. El título del artículo también es letal: “Exterminar a los carnívoros. La solución final animalista”.

Lo que analizo en el libro es una reyerta poco conocida: la de veganos contra ecologistas, que parece que se llevan todos bien porque son unos abraza-árboles o algo así, porque comen verde, etc. Pero desde el punto de vista filosófico hay una diputa: los ecologistas valoran el ecosistema y no les importa introducir carnívoros en él para mantener a ciertas poblaciones de herbívoros controladas, como se hizo en la Pedriza con el lobo para controlar la superpoblación de cabras.

Los especistas no valoran la especie, sino el individuo. El antiespecismo es un movimiento extraño, con poca trayectoria o poca historia, que bebe de la academia anglosajona y de sus experimentos mentales: ¿qué pasaría si se exterminaran los carnívoros de manera indolora, castrándolos, o sedándolos…? Lo que analizo es que no serviría. Hay estrategias reproductivas, K, y R. Una maximiza el número de individuos y otra su capacidad de supervivencia. Por ejemplo: las arañas, de 10.000 huevos, sobreviven 100. Y, por otro lado, la política china del niño único, uno que vas a cuidar y proteger para que sea lo mejor del mundo.

Si uno extermina a los carnívoros, las poblaciones animales que tienen más posibilidad de desarrollo o bienestar, en las que suele primar la supervivencia y no el número, seguirían estando acosadas por parásitos, inclemencias del clima, etc. Sorpresa: no funciona.

Se ha criticado el veganismo como una revolución de las clases altas o de ciertos privilegiados… ¿realmente puede un obrero dedicar el dinero y el tiempo a pensar recetas veganas, a comprar los productos adecuados, etc?

Sí. Veamos. Casi todos los ecologistas y antiespecistas de izquierdas abogan por lo que ellos llaman “ecologismo descalzo” y “veganismo de los pobres”. El país con más veganos del mundo es la India, que es también uno de los más pobres. En su caso, por una mezcla también de tradición culinaria e ideología religiosa (las vacas son sagradas; en otra serie de religiones los animales tienen almas de humanos reencarnados, etc). Pero existe, por supuesto, un veganismo tradicional, y se da que el consumo de la carne es algo más bien de la clase media. Un país que empieza a ser del mundo desarrollado se puede medir por los kilos de carne que consume.

Para mi abuelo, que fue un niño de la guerra y vivía en el campo en una frontera entre Jaén y Córdoba, comer carne era símbolo de haber superado la pobreza de la guerra y la posguerra. En Occidente ahora es distinto: tiene que ver con la toma de una posición ética. Cualquiera que conozca mínimamente lo que sucede en los mataderos no puede estar cómodo sabiendo de dónde viene ese filete. El problema principal es que en el presente la clase trabajadora se encuentra en una situación peculiar que no es el viejo campesinado vinculado al campo donde uno podía cultivar sus propios productos y por razones de pobreza no se alimentaba de animales. Tampoco es la clase media-alta que tiene tiempo, ocio, lecturas y formación para 1. preocuparse. 2. llevar a cabo su preocupación o resolver su contradicción de manera ética.

El problema no es el hambre en Occidente, precisamente, sino el sobrepeso vinculado al consumo de mucha carne procesada. El veganismo es un gesto mínimo que no cuesta más que tiempo y, en ocasiones, ni dinero, porque la carne cuesta más que los productos que no vienen de animales. Es también una medida ecológica contra los gases de invernadero que generan las vacas (se cree, engañosamente, que es por los pedos, pero no, es por los eructos, que generan un dióxido de carbono bastante importante: toda la población bovina en España emite tantos gases de efecto invernadero como los automóviles, una cosa bastante bestia). Hay un solapamiento de intereses con la vida personal (vivir de forma saludable, comer bien) y, por supuesto, con la propia ética contra el sufrimiento animal. Es un gesto sencillo que conjuga los tres planos: político, estético y ético.

Hablemos de la tauromaquia. La defiendes desde el punto de vista estético y no desde el punto de vista ético. Una vez me invitaron a los toros y me estuvo contando el responsable de la Fundación que, en realidad, los toros son revolucionarios y contraculturales, una resistencia ahora mismo, porque, en el fondo, el debate es si censurar o no la visión de la muerte de un animal, ya que muchos de los que lo detestan comen carne tranquilitos. ¿Cómo lo ves?

Pues mira, yo un Halloween me vestí de torero, pero no compré un disfraz, sino que alquilé un traje de luces que me costó un pastizal, y fui a dar clase de Santo Tomás vestido de torero. En Halloween hay quien se disfraza de monstruo y yo me vestí de torero, porque, ¿qué hay más monstruoso que la existencia real de una profesión que consiste en matar seres inocentes? Cuando me puse el traje de luces me sentí dentro de la armadura de un samurái o un gladiador.

Hay algo ahí de espectáculo de belleza estética indudable que podría transformarse en un fenómeno de ficción. Ahora bien, hoy día uno puede matar zombis y disparar pistolas y fusiles sin armamento, en los videojuegos, y puede convertirse en un pirata del siglo XVII leyendo a Conrad o a Pérez Reverte, en una versión castiza y un poco degradada. Pero no es lo mismo ser pirata que leer novelas de piratas, igual que no es lo mismo un cuadro de Goya o una novela de Hemingway que ser torero. Es arte construido alrededor de un fenómeno que, visto desde la perspectiva contemporánea, resulta bárbaro, sangriento e incómodo.

Respecto a lo que dices de la gente crítica con los toros que después come carne: bueno, la coherencia plena es un ideal. Yo entiendo que la gente se indigne puntualmente y que no esté preocupada por Siria todos los días, ni por el racismo estructural de los cuerpos de policía hasta que sucede lo de George Floyd. Lo que tiene la tauromaquia de añadido es el ensañamiento con el animal, el convertirlo en espectáculo público… y también tiene cierta falta de hipocresía, hay que reconocerlo, porque hay muy pocos taurinos que vengan a decir que eso es indoloro y que el animal no siente.

¿Se puede entender la tauromaquia como un juego en el que, obviamente, lleva ventaja el torero, pero, lo hemos visto, a veces también muere? ¿Ese riesgo humano es el que le da sentido de juego?

En un Congreso antiespecista, puse al público varias imágenes: primero unos jugadores de boxeo entrenando, y les pregunté si eso les parecía deporte. Luego, la imagen de dos ciervos chocando sus cuernos, ¿eso es competición? Y, en tercer lugar, el toro y el ser humano. ¿Por qué el boxeo es un deporte y los ciervos chocando sus cuernos es competición entre machos y en la tauromaquia sucede algo distinto?

Quizá porque cuando hay cruces entre especies se da el más sublime de los espectáculos o el más abyecto. Hay fenómenos que con culturales, artificiales y están vinculados etimológicamente al arte o a la artesanía, pero son abyectos. Como la ruleta. La rusa, claro, pero la otra también. Te dará mucha adrenalina, pero… ¿es eso un juego? ¿Es ético?

¿Dónde encuentras hoy la transgresión?

Está por todas partes: lo extraño, lo fenomenal, lo controversial… por eso la aspiración mía, después de una posadolescencia y veintena bastante polémica, con muchos apuñalamientos por Twitter y Facebook, es aspirar al consenso. El disenso está sobrevalorado, es un fenómeno vulgar. Estridencia hay por todas partes. Uno dice una palabra por encima de la otra y ya te viene una multitud que te lincha a placer. Pienso en Amaia de España como un fenómeno cultural de consenso absoluto, porque su personalidad expresaba las características más apreciadas: la humildad, la vergüenza, el pudor, la falsa modestia… ese tipo de cosas.

Es interesante según los tres campos que trata el libro. La estética es muy cambiante -lo bello del XVIII dejó de serlo en el XIX y volvió a serlo en el XX, es un péndulo-, con la política pasa lo mismo, pero con la ética no. La serenidad, la lucidez, la generosidad, la fortaleza… hay tres o cuatro valores que sobreviven, por mucho que haya épocas o décadas de aprecio por la ignorancia irónica o por la vanidad paródica.

Mira, hay un programa en el que le hacen a alguien una entrevista que publicarán cuando esa persona se muera, Última voluntad o algo así, en Canal Plus. Me emocionan más las palabras de Julio Anguita en ese programa, sabiendo que lo que diría se iba a emitir el día de su muerte, que una artista que busca la provocación para entrar en la rueda del trending topic del día. Me interesa el C. Tangana más íntimo que el que sale a buscar bronca, etc.

¿Sería transgresor que la izquierda se apropiase de la bandera de España, como sugiere C. Tangana?

Hubo una oportunidad con Más País, que hubiese sido mejor si se hubiese llamado Más España, como experimento sociológico. Ese fenómeno tendrá que suceder antes o después, porque han pasado más de 40 años desde que el dictador muriese, que fue quien comenzó ensuciando la bandera. Pero bueno, dada la polémica de los historiadores que hemos tenido -Villacañas, Roca Barea, etc-, yo creo que existen las condiciones de reapropiación de los símbolos nacionales por parte de la izquierda. Yo diría que la izquierda recuperará la bandera, igual que la palabra “España” ahora se usa sin pudor, porque lo de “Estado español” era impronunciable. Creo que acabará pasando lo mismo con la bandera, ¿por qué no?

¿Quién te quiere a ti, el ‘team progre’ o el ‘team facha’? ¿Dónde te encuentras más representado y dónde te alaban más?

A mí me gustaría que me quisiera Platón (ríe). Me siento encuadrado en mi biblioteca.

Oye, pues eso lo dice también Pérez Reverte.

Sí, sí, cuidadín, porque Reverte como escritor es lo que es, un autor best-seller, pero en sus entrevistas… ojo, dentro de su discurso simple y cuadriculado, se encuentra avalado por siglos y siglos de convicciones éticas. Serenidad, lucidez, bienestar…

Fraternidad, protección a los nuestros, lealtad, coraje…

Sí, luego ahí hay algo mafioso también, esto de que un buen amigo es al que le dices “he matado a mi esposa” y te dice “¿quieres que te recoja y lleve una pala?”. Bueno, yo ahí soy un poco más estatista, menos de la camorra, pero al final hemos leído los mismos clásicos y entiendo perfectamente lo que quiere decir, porque viene de un mundo que no es el mío.

¡Castro es Reverte…!

No, no (ríe). Yo soy de Sócrates, que está más orientado a la parte intelectual, reflexiva y crítica con las ideologías del momento, orientado hacia la buena vida y con gustos sexuales que no eran típicos para la época o que causaban escándalo -se le acusó de corrupción de menores porque algunos de los interlocutores de sus diálogos eróticos tienen 12 o 13 años-. Estéticamente era horrendo, políticamente era revolucionario -abogaba por la igualdad de las mujeres y cosas así- y éticamente era íntegro. Ese sería un poco más mi canon.