Luis García Montero. EFE.

Luis García Montero. EFE.

Cultura En primera persona

Luis García Montero: “Es tan importante la igualdad entre el español y el catalán como la de hombres y mujeres”

"Quiero visitar El Valle de los Caídos como he visitado los campos de concentración nazi: sin homenajes” / "Ni la RAE ni el Gobierno pueden fijar por decreto cómo hay que hablar" / "Me vincularon con la ‘ceja’ pero nunca participé, voté a IU". 

4 agosto, 2018 01:36

Profesor. Poeta de la otra sentimentalidad, y miren que a duras penas conseguimos dominar la primera. Nuevo director del Instituto Cervantes por elección del Gobierno del PSOE, a pesar de su militancia desde bien joven en Izquierda Unida. Niño rojo y de palabra. Hijo del activismo y de la euritmia. Hombre que escribe desde "ese perdido reino donde cualquier política tiene forma de beso / de cicatriz privada / detrás de los abrazos". Crítico sin exabruptos que conoce que "el poder envejece", pero aún guarda en la mirada un deslumbramiento inédito, una socarronería cálida de chaval granaíno. Una generosidad incompatible con estos tiempos voraces y violentos. Charlamos con Luis García Montero. 

¿Que quién es Luis García Montero? Soy un profesor de la Universidad de Granada, un poeta nacido en 1958, y mi vocación es el mundo de la literatura y la educación. Me preguntas por lo primero que voy a hacer como director del Instituto Cervantes: estudiar. Ahora me pillas estudiando, tengo aquí encima de la mesa muchas carpetas… [lee] “Congreso Internacional de la Lengua Española”, “Presupuesto 2019”, “Comité de empresa del Instituto Cervantes”… y otras carpetas sobre la apertura de un centro en Dakar y el funcionamiento académico de la enseñanza del español para extranjeros. Estoy estudiando. Y escuchando.

¿Que cuánto dinero hace falta…? Te hablo de las cuentas que los secretarios de la organización y los responsables me han hecho: tenemos de presupuesto anual 125 millones en este momento, de los cuales la mitad sale del propio Instituto Cervantes. Se autofinancia con las clases que da, con los cursos de español, con la organización de actividades, certificados, etc. Al Estado le cuesta la mitad de ese presupuesto, unos 60 millones. Sí, yo decía que a cada español nos cuesta el Cervantes un poquito más de un euro; eso que te recuerda a Lola Flores (risas).

¿Si es suficiente? Bueno, el British Council tiene de presupuesto 700 millones al año. El Goethe, 300 millones. Sería demagógico hacer comparaciones, porque son institutos que llevan mucho tiempo funcionando y nosotros nos pusimos en marcha en el año 1991. Lo recuerdo bien porque ya como escritor viví la ilusión de ir convirtiendo los viejos centros de la diplomacia franquista en Institutos Cervantes. Claro, no podemos compararnos: sólo llevamos 27 años. Pero el español es el primer producto cultural y comercial, el primer patrimonio de nuestro país… invertir en él da muchos resultados.

¿Que si yo prefiero decir “español” o “castellano”? Bueno, recuerdo cuando estudié Filología. Tenía un libro del maestro Don José Mondéjar, Castellano y español, dos nombres para una lengua, y explicaba que la lengua se está haciendo con la sociedad. Los hablantes son los dueños de la lengua. Primero a nuestro idioma se le llamó castellano, pero a partir del siglo XVI, a nuestra lengua se la relacionó no ya con Castilla, sino con España. A mí me parece que está bien llamarlo “español”, que es como se suele llamar. En América no tienen ningún problema. El idioma hay que tratarlo con naturalidad y responde a la sociedad que vivimos. Lo digo por esas peleas que se engrandecen a veces… eso de discutir sobre lenguaje inclusivo o ponerse nerviosos.

Si vamos hacia una sociedad más igualitaria, me parece normal que los hablantes nos sintamos más cómodos hablando de “derechos humanos” que de “derechos de los hombres”. Eso es el lenguaje inclusivo. Hablar mejor de los “derechos de los ciudadanos” que de los “derechos de la ciudadanía”. Nos vamos sintiendo más cómodos así. Pero nadie puede fijar por decreto cómo se tiene que hablar. Ni la RAE ni el Gobierno. Sí es verdad que yo me he movido en ambientes en los que se ha asumido desde hace años la tarea de la igualdad. Debemos tratar estas cosas con naturalidad.

Me dices que en la RAE hay una absoluta mayoría de hombres académicos. ¿Que si creo que eso influye en su reticencia a hacer el informe encargado por Carmen Calvo…? Bueno, digamos que a la RAE le tengo el máximo respeto. Es una institución que ha hecho mucho por el idioma y muchos de mis grandes maestros han entrado ahí. Francisco Ayala, Ángel González, Francisco Rico, Darío Villanueva. Yo huiría de cualquier discusión demagógica contra la Real Academia, porque me merece el máximo respeto. A partir de ahí no tengo ningún problema en decir dos cosas: una, como en todas las instituciones y en todos los niveles de la sociedad, la igualdad se tiene que ir produciendo de la manera más natural posible. Los hombres y mujeres somos iguales y que empiece a haber paridad en las instituciones responde a la situación de la sociedad española actual.

Por otra parte, una Constitución es un documento político que tiene que llegar con el consenso de todos los partidos políticos. Es un documento político, no un escrito hecho en la libertad por un autor, novelista o poeta. Tiene que haber acuerdo y a mí me parece razonable que en el programa de todos los partidos haya un acercamiento al lenguaje inclusivo y al sentido de la igualdad.

Me dices que la igualdad en los puestos no se va equilibrando, puesto que el sillón de Ana María Matute ha pasado a un hombre. A mí me parece que hay mucha gente con muchos méritos para ser académica. Y gente con muchos méritos para ser académico. Lo primero y fundamental es que se llegue a la Academia por prestigio en la Filología o la Literatura. A partir de ahí… es importante utilizar criterios para ir equilibrando en paridad todas las instituciones. Yo he llegado a la dirección del Instituto Cervantes, he hecho cuentas y he visto que hay mayoritariamente directores hombres o en puestos de dirección. Desde mi criterio de buscar gente de contrastado mérito, tengo interés en que haya mujeres que ocupen esa responsabilidad.

¿Que qué me parece la polémica en la que se acusó a Contigo, de mi amigo Joaquín Sabina, de ser machista y reproducir roles de género? Yo creo que la creación es responsabilidad de cada uno de los creadores, y que llevar el concepto de lo políticamente correcto a la creación es un peligro, porque supone coartar la imaginación y la libertad de expresión del creador. En el caso de Joaquín Sabina, hay algunas canciones de las suyas que responden a un personaje vividor, que no acepta las normas, a un fracasado en amores por su propio sentimiento, o alguien que no respeta las convenciones porque vive a rastras de su propia libertad.

Bueno, pues hay gente a la que pueda parecerle que eso no queda políticamente bien, pero en primer lugar, como digo, hay que respetar la libertad del creador. Y segundo: quien conoce a Sabina sabe que no es machista, sabe que todo eso no responde al machismo tradicional, sino a un tipo de leyenda urbana que en la vida cotidiana puede resultar incómoda, pero en la creación va en otro sentido. De hecho a Joaquín se le perdona todo porque hay poco que perdonar, y tiene multitud de seguidores y seguidoras de todas las generaciones. No lo ven como ofensa.

Dices que he hablado mucho estos días de la importancia de potenciar las lenguas cooficiales. ¿Que si creo que se ha maltratado al catalán? Bueno, yo estoy repitiendo mucho el artículo 25 de la Constitución del Cervantes, de su normativa, para que no parezca que asumo ningún mandato del Gobierno. El artículo 2 habla de defender y divulgar todas las culturas de todas las nacionalidades y regiones que integran la nación española. Está en su origen, en 1991. Me resulta antipática la utilización del idioma como guerra. Yo empecé a escribir y naturalmente me inspiré en muchos de mis amigos íntimos, como Joan Margarit, que han escrito conmigo y con los que he trabajado en la normalidad a la que debemos aspirar.

Lo hemos hecho juntos. Que en la literatura española y en la sociedad española existan personajes como Rosalía de Castro o como Gabriel Aresti me parece de una riqueza… dentro de esta nueva ilusión para la democracia española tenemos que aspirar a normalizar todo esto. Es natural. Verás que es una palabra que he repetido mucho en esta conversación contigo. Es tan importante la igualdad entre el español y el catalán como la de hombres y mujeres. Es natural, simplemente. Y es riqueza

¿Que si soy más poeta que político? Claro, yo soy poeta y mi vocación es la poesía, pero como ciudadano también tengo dimensión política. Hay oficios que nos vinculan a nuestra sociedad. Ser profesor es una vocación, o ser médico, o ser periodista. Tenemos compromisos con la sociedad. Un periodista que no defienda la integridad, la independencia y la veracidad… no será un buen periodista. No podemos desvincularnos de nuestra dimensión política, y yo no me avergüenzo de ella. Desde que entré en la universidad he sido una persona que participaba en organizaciones, que luchaba contra la dictadura. Es una parte más de mi personalidad.

¿Que si sigo creyendo en el comunismo? Para eso tendríamos que ponernos de acuerdo en lo que significa comunismo ¿sabes? Hay muchos comunistas que me creen vendido al capitalismo y muchos neoliberales que me creen un comunista peligroso. Yo sólo recurro a las cosas que he estudiado. Decía Foucault que el desprecio que sentía por el capitalismo era comparable al desprecio que los estalinistas sentían por él. Yo viajé con Rafael Alberti, a principio de los años ochenta, a Praga. Y recuerdo que después de asistir a enfrentamientos entre policía y grupos de disidentes, y después de ver espectáculos de coros y danza que me recordaban a la Sección Femenina… le dije “Rafael, esto que he visto aquí es lo más parecido al franquismo que he visto en mi vida”. Desde muy pronto y siendo muy joven me di cuenta de que no se puede sacrificar ni la libertad, ni el deseo de igualdad. Pero siempre hay quien se enfada conmigo porque cree que cualquier idea social es peligrosa.

Me preguntas si la cultura se arrepintió de apoyar a la ceja. Como muchos de mis amigos hiciero nla ceja, pues a mi mujer y a mí nos metieron mucho en ese grupo, pero ni ella ni yo quisimos participar. Siempre apoyé a IU. En la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero nosotros votamos a IU. He tenido esta conversación con amigos míos que votaron a la ceja: la primera legislatura de Zapatero fue muy productiva para la democracia española, muy fértil. Ley de Memoria Histórica, Dependencia, Interrupción del embarazo, Ley de matrimonio para personas del mismo sexo… y ese espíritu, también económico, fue posible porque el partido socialista no tenía mayoría suficiente para gobernar solo y le vino bien llegar a acuerdos con el IU de Gaspar Llamazares.

En la segunda legislatura, yo les decía a mis amigos: conviene que apoyéis a IU porque es seguro que junto con el PSOE seguirá habiendo una mirada hacia la izquierda. Pero por la ilusión que había generado la primera legislatura, hubo un desplazamiento del voto de IU a PSOE, yo yo creo que eso debilitó después la posición del presidente Zapatero. Como no tenía la exigencia a su izquierda, no tuvo posibilidad de resistirse a las presiones que siempre tiene un Gobierno. Hice bien en no apoyar a Zapatero. La unidad de la izquierda siempre es importante para que se hagan las reformas que queremos que se tomen… había que apoyar a IU. No participé en la ceja.

¿Que por qué el PSOE me ha elegido a mí, si fui candidato por IU? He aceptado porque es un momento de ilusión. Estamos respirando después de años muy malos para la democracia donde hablar de política era hablar de corrupción, de falta de transparencia, de sectarismo… la utilización de las instituciones públicas era muy sectaria. La crisis de RTVE es un buen ejemplo. La politización del poder judicial. Las instituciones son propiedad y bien común de toda la ciudadanía, y si se identifican con intereses partidistas se degradan mucho. Ha habido políticos delante de un juez, con pruebas que les comprometían, y han dicho que no tenían nada que ver, que no sabían nada de eso… El aire estaba cargado, y ahora este patriotismo democrático nuevo me hace ilusión. Por eso he dicho que sí. Si el presidente del Gobierno pensó que mi trayectoria de izquierda podría representar una sensibilidad más para respirar este tiempo nuevo de diálogo y transformación… se lo agradezco.

Me preguntas si me ofrecieron el ministerio de Cultura. No. Ahí entran responsabilidades políticas y gubernamentales, y en ese sentido no creo que yo fuese la persona indicada. ¿Franco ha muerto, preguntas? Franco murió y la dictadura de Franco también, aunque haya gente que se empeñe en no comprender la Historia. En el año 77 y 78, cuando estábamos en pura Transición, era difícil hacer cosas que ahora son muy fáciles. Yo me levantaba en el 77 y me enteraba de que acababan de ametrallar a unos camaradas en el despacho de abogados de Atocha. Había rumores de golpe de Estado… el ejército no estaba al servicio del Estado, sino al servicio de una ideología que no era representada por el estado democrático.

Había cosas que eran difícil de plantear. Pero está claro que en la España de 2018, democrática, transformada, hay que plantearse que los restos de un dictador no pueden estar en un monumento histórico. Es lo más natural. No se trata de olvidar la Historia ni de reescribirla. La Historia ya ha sido estudiada minuciosamente por investigadores como Ángel Viñas, como Paul Preston o Julián Casanova… eso está ahí. A mí me gustaría visitar el Valle de los Caídos como he visitado los campos de concentración nazi en Polonia. Historia, sin homenajes. Hay que estar envenenado ideológicamente para identificarse con Hitler o con Franco en 2018.

¿Que si creo que hay que ilegalizar la Fundación Francisco Franco? Me gusta ilegalizar pocas cosas. Con esta deriva de prohibirlo todo… se le puede amargar la vida a una chica de veintipocos años por hacer un chiste sobre Carrero Blanco. No ilegalizaría la Fundación, pero que se sostenga con dinero público me parece una infamia grande. Quiero una derecha democrática. El antifranquismo no tiene que ser patrimonio de la izquierda, sino de los demócratas.

Me preguntas por qué nunca apoyé a Podemos. Bueno, yo viví un momento… yo participé en la fundación de IU y he militado durante muchos años en IU. Me llevé una satisfacción cuando se celebró el pacto entre IU y PSOE. Permitió un gobierno de diálogo progresista en Andalucía. Me ilusioné mucho, se hicieron cosas que estaban muy bien en infraestructuras, en lucha contra la corrupción, en movimientos de solidaridad… muchas cosas. En la relación con los bancos, en políticas que impidiesen desahucios… y mucha gente se puso nerviosa. Pero hubo más. Muchos grupos mediáticos advirtieron los errores de la izquierda. Los fallos de la izquierda tenían que ver con que el PSOE se había acercado a las élites económicas y mientras IU, su centro comunista estaba más pendiente del control interno que de la realidad social. Se fue enquistando. Se desconectó de la realidad de los jóvenes y se aprovechó esa tesitura para responder a la sociedad española creando un partido político como Podemos.

A Podemos se le apoyó mediáticamente mucho. A Podemos le daban horas y horas de televisión, mientras no le daban ni un minuto de televisión a IU. En la vida. Y cuando Podemos se consolidó, el furor mediático se le volvió en contra y le atizaron injustamente por arriba y por abajo. Con corrupciones que no había, etc. Para la izquierda hubiese sido más sensato acercarse a IU. Sacarla del control del partido comunista y acercarla a las sensibilidades de la ciudadanía. Hubiera permitido un diálogo entre la izquierda y hubiese cambiado el rumbo de la política española que hemos vivido estos años con el Gobierno de Rajoy. Aposté por intentar renovar IU antes que por Podemos. Deseaba que todas las ideas necesarias y brillantísimas de la juventud sirviesen para renovar la izquierda de siempre en un diálogo generacional, en vez de que se diese eso, la liquidación de IU.