Este lunes 6 de junio de 2022 se ha conocido la muerte de Concha Spínola, la viuda del legendario torero Miguel Báez Espuny 'El Litri'. Spínola ha fallecido tan sólo dos semanas después de que lo hiciera su marido. De momento, se desconocen las causas de la muerte. 

Según ha informado la revista Semana, sus restos mortales serán trasladados hasta el Tanatorio de San Isidro de Madrid, donde tendrá lugar la capilla ardiente antes de su último adiós. 

El pasado 18 de mayo, y tan solo cuatro días después de la boda de su hijo, Miguel Báez 'El Litri' (53), con Casilda Ybarra Fontcuberta (41) -a la que no pudo asistir por encontrarse delicado de salud-, el inolvidable diestro fallecía en Madrid a los 91 años tras una larga enfermedad que le mantuvo alejado del foco mediático durante los últimos años de su vida.

Concha Spínola en el último adiós a su marido, 'El Litri', en una imagen tomada en mayo de 2022. Gtres

Y ahora, cuando su familia y el mundo del toro todavía lloran la pérdida de 'El Litri', se ha conocido la muerte de Concha Spínola, madre de sus tres hijos -Rocío, Myriam y Miguel-, y el gran amor de su vida, con quien estuvo casado 55 años. Una inesperada pérdida que fuentes familiares han confirmado. Conchita tenía sólo 71 años y gozaba de un buen estado de salud.

Según ha podido conocer EL ESPAÑOL, los restos mortales de Spínola se encuentran en la sala número 1 del citado tanatorio desde las 13 horas de este lunes 6 de junio. Permanecerán siendo velados hasta las ocho de la mañana de este próximo martes. 

Hace unas semanas, este periódico se hizo eco del profundo dolor de Concha Spínola tras el fallecimiento de su marido. "No sabe qué hacer ahora en su día a día, cómo llenar los días", aseguró una buena fuente. A Concha se le fue "el único hombre de su vida aparte de su hijo", y "no se ha separado del lado de su marido en ningún momento de estos años", se añadió. 

Reflexionó la persona consultada lo que sigue: "Si antes estaban unidos, cuando Miguel cayó enfermo ella lo dejó todo y se centró, día y noche, en su marido". 

Su historia de amor 

Conchita, como la conoció su entorno más cercano, tenía 15 años cuando conoció al hombre de su vida. Fue una fortuita tarde en la playa junto a una amiga cuando Spínola se tropezó con Miguel Báez. No empezaron con buen pie, pues él le destrozó el castillo de arena que estaba construyendo en la arena.

Ella no se arredró y le plantó cara: "Que tú seas El Litri no te da derecho a destrozarme el castillo". Miguel, ya arrobado de amor, la miró sorprendido y, con una punta de seducción, le reconstruyó el castillo de arena y se casó con ella en 1967. Cuando Conchita sumó los 18 años se casaron en el monasterio de la Virgen de Guadalupe.

Fue el prestigioso Cristóbal Balenciaga quien viajó a Madrid para diseñarle el traje a la novia. El matrimonio tuvo dos hijas, Rocío y Myriam, y un varón, que también quiso ser y fue torero: Miguel Báez Spínola 'El Litri', recién casado con Casilda Ybarra y unido en primeras nupcias con Carolina Adriana Herrera (52). 

Concha Spínola junto a su hijo, Miguel Báez 'El Litri', en el último adiós a su marido. Gtres

Según se ha publicado, Conchita Spínola llegó a una suerte de acuerdo privado con el que se iba a convertir en su marido y padre de sus hijos: dejar para siempre los toros. Este extremo explicaría a todas luces la decisión que tomó Miguel Báez el mismo año de su boda, en 1967: cortarse la coleta. El torero siempre dijo que "lo mejor de mi vida es la esposa que tengo". 

Para muchos entendidos del mundo del toro, el matrimonio formado por Miguel Báez y Conchita Spínola fue atípico. No en vano, cuando ya estaban en el mundo sus tres hijos, y ella no superaba los 30 años, le pidió a 'El Litri' que se ocupara del campo y de la ganadería. Ella, a su vez, haría lo propio de la gestión del patrimonio familiar. 

Ella nunca acudió a ninguna corrida de toros de Miguel Báez 'El Litri' y, si bien respetó siempre la prensa del corazón, no fue el matrimonio Spínola-Báez un asiduo de la crónica social ni las exclusivas se convirtieron en su modus operandi. La discreción siempre fue la máxima de ambos, hasta el final. 

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