Del periodismo entendido como una guerra nuclear, a gran escala, que abarque todas las regiones del planeta. Una forma, tan válida como cualquier otra, de hacer frente a la profesión. La única plausible, en realidad. Si ‘Tora! Tora! Tora!’ hace referencia a la señal japonesa que ordena atacar, ¡Cintora! ¡Tora! ¡Tora! debería ser la señal de arranque de cada entrega de ‘Cintora, a pie de calle’ cuatrero a través del cual el periodista soriano analiza la actualidad de forma rigurosa y ejemplar. A lo kamikaze. Baja Jesús Cintora a las catacumbas de España para meternos a todos el dedo en el ojo. Eso es, en esencia, el viejo nuevo periodismo. Ir y contarlo. Lo demás es verborrea malsana y chascarrillos de verbena dominguera.

El formato de esta nueva ‘cintorada’ recuerda, quizá demasiado, al ‘Salvados’ de Jordi Évole, cierto es. Pero da igual. La verdad es que se agradecen, y mucho, estas excepciones que confirman la regla catódica (grisácea y políticamente correcta por definición).

Vivir en negro. Tal era el reto del pasado lunes. Uno de cada cuatro euros es economía sumergida en Celtiberia. Nación de paraísos fiscales, sobres repletos, billetes de 500 euros… Hacienda sólo consigue recaudar un 10% del dinero negro que aflora en los chapapotes de este país. Cintora sale a la calle, micro en mano, y toma el pulso al personal. Directo al gaznate de la cuestión. Sin pamplinas. Camareros, empleados de la construcción, cantantes… Aquí todo el mundo cobra, o ha cobrado, en negro. Esta es la España que iba bien. ¿Soluciones? Se habla de pedagogía y un mayor control, frase que se repite, como un mantra, durante todo el programa. Cintora revoluciona la Plaza de Callao, en el centro de Madrid, para desenterrar el cuerpo de ese cadáver demasiado vivo que es el perro muerto del dinero negro. Necesitamos muchos más Cintoras lanzándose, al grito de “¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!”, por las cadenas televisivas.

Enfrenta luego el periodista, inasequible al desaliento, frente a un café, en un cara a cara de riesgo, a Antón Losada y Daniel Lacalle, profesor de ciencias políticas y economista respectivamente, con sendos flamantes libros recién publicados bajo el brazo. Saltan algunas chispas. Losada y Lacalle. Lacalle y Losada. Tanto monta… “La gente que trabaja por 200 euros en negro no son más que las víctimas de la economía sumergida. Los que se benefician de ella son los Rodrigos Ratos”, afirma, contundente, Losada. “La economía sumergida es una locura. O hay beneficiarios ni víctimas”, tercia, mosqueado, Lacalle. “Me estás dando la razón”. “Lo que no entiendo es por qué sacas aquí el nombre de Rodrigo Rato. Nadie es beneficiario de la economía sumergida”. Y en este plan.

Y lo mejor del programa llega al final. Guinda de alto nivel. Mesa redonda de políticos sobradamente ofuscados: Irene Lozano (PSOE), Juan Carlos Monedero (Podemos), Francisco de la Torre (C’s) e Íñigo Henríquez de Luna (PP). Volver a ver a Monedero frecuentar este tipo de tertulias es un gustazo, nadie lo puede negar. Tiene el tío más salidas que el metro madrileño. Y como estaba previsto, le propina a Henríquez ‘zascas’ por todos los sitios. También Monedero, tirando de su típica mordacidad: “Sí, claro. Los lunes, los miércoles y los viernes vamos a ser etarras –anuncia, refiriéndose a su partido–. Los martes, jueves y sábados, chavistas enfebrecidos. Y los domingos, como este país es católico, descansamos”. “Es que no sois ejemplares como para dar lecciones a los demás”, le echa en cara Henríquez. “Somos máquinas de mango, sí”, remata Monedero. No me lo pasaba yo tan bien frente a uno de estos debates desde hace mucho tiempo. Bien por Cintora, ¡tora!, ¡tora! Bien por Cuatro. Eso sí, que fichen como colaborador fijo a Henríquez y a Monedero. No se arrepentirán. Ni los dos viejos cascarrabias de Barrio Sésamo daban tanto juego.

Del periodismo entendido como una versión, en carne y hueso, de El Show de los Muppets…