Las claves
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Las visitas al médico pueden pasar a un segundo plano con el ritmo de vida actual, sobre todo en grandes ciudades. Muchas veces las exigencias del trabajo, las tareas domésticas y el intento de mantener una vida social activa nos obligan a hacer malabares con nuestro tiempo.
En esa ecuación, es muy fácil que la salud, sobre todo asegurarse de que está en buenas condiciones, se convierta en algo que se va postergando. Por eso, el reconocimiento médico laboral puede ser una buena oportunidad para aprovechar y asegurarse de que todo está en orden, sobre todo respecto a las enfermedades silenciosas.
Una de ellas es la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA). Esta patología afecta a entre el 25% y el 30% de la población española, aunque la mayoría son asintomáticos o no se diagnostican, explica Antonio Moreno Villena, de la Unidad Epidemiológica de Quirónprevención. Esto la convierte en un reto para la salud pública y laboral.
Un estudio reciente realizado por Quirónprevención ha demostrado que el reconocimiento médico laboral puede ser una herramienta muy útil para la detección precoz de la patología.
Lo es gracias al Índice de Hígado Graso (FLI, por sus siglas en inglés), un índice clínico no invasivo que utiliza en su cálculo parámetros habituales obtenidos en las exploraciones y las analíticas de salud laboral, como son, por ejemplo, el Índice de Masa Corporal (IMC), el perímetro abdominal, los niveles de la enzima gamma-glutamil transferasa (GGT) y de triglicéridos,
Todos estos datos permiten estimar la probabilidad de acumulación excesiva de grasa o esteatosis hepática, dicen desde la empresa de prevención de riesgos laborales. La esteatosis puede producirse sin que exista un consumo elevado de alcohol y, si no se detecta y trata a tiempo, puede evolucionar a fibrosis, cirrosis e incluso cáncer hepático.
El diagnóstico también es importante porque la EHGNA precede a otras patologías como el síndrome metabólico, la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular, todas ellas también de elevada morbimortalidad, recuerda el doctor de Quirónprevención.
"Incorporar el FLI en la práctica laboral puede cambiar significativamente la estrategia de prevención y manejo del riesgo cardiometabólico, ya que permitiría realizar una detección precoz, adoptando medidas preventivas de forma más temprana y eficiente", subraya.
El especialista señala, además, la eficiencia que supone su inclusión en los exámenes médicos laborales, al usar parámetros que ya están disponibles, por lo que no hace falta incorporar pruebas adicionales, lo que elevaría el precio por empleado.
Eso sí, Moreno Villena destaca que, aunque es muy eficaz, al ser una técnica de cribado o despistaje, no sustituye al diagnóstico clínico definitivo (realizado mediante ecografía, elastografía o biopsia). "No lo reemplaza, lo complementa".
A la hora de interpretar el FLI y las opciones diagnósticas hay que tener en cuenta tres cosas, indican. La primera es que si el índice está por debajo de 30 descarta razonablemente la patología, salvo en individuos de bajo peso con riesgo metabólico.
En el otro extremo, si supera el 60, la posibilidad de sufrir hígado graso es muy alta, pero hay que confirmarlo mediante ecografía. Si está en la mitad, entre 30 y 59, también hace falta realizar esta prueba o una elastografía para poder tener un diagnóstico más aproximado.
Aun así, desde Quirónprevención exponen que la propia ecografía tampoco es una herramienta determinante para un "diagnóstico cierto", ya que no descarta casos de esteatosis hepática positivos cuando el tejido hepático afectado está por debajo del 30%. El verdadero estándar diagnóstico es la biopsia hepática.
No obstante, esta última se trata de un procedimiento invasivo y que implica mayor coste, más riesgos y la participación de personal altamente especializado. Por eso se deja para la última fase del diagnóstico y se emplean el FLI (como un cribado más barato, pero muy eficaz) y la ecografía (como una prueba de confirmación de riesgo o de diagnóstico por imagen), desarrolla el experto de Quirónprevención.
La empresa de prevención de riesgos laborales es firme al defender la incorporación de este índice en los reconocimientos médicos laborales, al menos en trabajadores con factores de riesgo metabólico o mayores de 40 años. "Supondría un cambio en el paradigma de la prevención cardiometabólica y hepática".
El riesgo en la población española
El estudio realizado por Quirónprevención, contó con una muestra de 3.165 personas entre los 20 y 74 años, con datos de los exámenes de salud del año 2022 y 2023. El 27% de la población mostró signos ecográficos de esteatosis, según sus resultados.
Respecto al FLI, el 21% lo tenía alterado (con un marcador superior a 60) y el 27% indeterminado (entre 30 y 59). La mayoría, el 54% mostraba unos valores dentro de la normalidad.
El grupo poblacional con más personas con FLI alterado fue el que abarca a trabajadores de entre 50 y 59 años. El 53,17% de ellos presentaba esteatosis. Los siguientes rangos más afectados fueron el de 60 a 69 años, con un 45%, y el de 40 a 49, con un 44%.
La juventud no juega, en este caso, un factor protector, recuerdan, ya que en el grupo de personas de 30 a 39 años ya se detectaba que un 42% de ellos tenía signos de esteatosis con FLI alterado y con signos ecográficos positivos.
El sanitario de Quirónprevención señala que toda esta información convierte a la esteatosis hepática, o al EHGNA, en "un problema de salud pública de primer orden, comparable a la hipertensión o la dislipemia en su impacto sobre la morbilidad cardiovascular".
Contar con una herramienta como el FLI en estos exámenes de salud para detectarlo de forma precoz es una gran oportunidad para vincular la vigilancia de la salud laboral con la salud pública y la prevención poblacional, defiende.
