Paolo Fava
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La vida del doctor Seymour Reichlin, 'padre' de la neuroendocrinología y de la idea moderna del estrés mediado por la hormona cortisol, daría para una gran película biográfica, salvo por un detalle: pese a que su protagonista cumple 101 años, su actividad como investigador, médico, divulgador e incluso artista no ha aminorado un ápice.

Efectivamente, como recoge la doctora Esther Sternberg -una de sus muchas discípulas- en Brain Medicine, Reichlin sigue en activo y manteniendo una ajetreada vida social pese a haber cruzado el umbral del siglo. "Revela patrones de comportamiento y mentalidad que se alinean con investigaciones emergentes sobre longevidad excepcional y preservación cognitiva", apunta el artículo.

El investigador nació en 1924 en Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes rusos judíos que se abrieron paso primero con una tienda de comestibles y después con un restaurante. Sus excelentes notas le permitieron graduarse y formarse en centros como el prestigioso hospital Mount Sinai, aunque tuvo que ejercer de médico militar en la II Guerra Mundial con sólo 19 años.

"Yo siempre he sido delgado y bajito, y me tocaba lidiar con enormes soldados con brotes psicóticos", recordaba en el podcast Medicine Man Gallery. Sin embargo, sus observaciones sobre la relación entre el estrés y las enfermedades somáticas encauzaron su investigación para convertirse en pionero de la neuroendocrinología.

"Ya había observado que cuando mi padre entraba en cólera, se encontraba más después", contaba. "Estoy completamente seguro de que el estrés induce enfermedades. A mi me provocaba terribles migrañas", explicaba. Aunque admite haber conseguido gestionar mejor su estado emocional con el tiempo, atribuye su longevidad básicamente a la "suerte".

Preguntado sin embargo por sus hábitos, Reichlin confiesa que le tuvieron que realizar un bypass coronario cuando tenía unos 65 años, y eso le llevó a su principal renuncia alimentaria. "Tengo una cardiopatía arterial, y la atribuyo a los helados de Ben & Jerry's". El médico, no obstante, admite que todavía se come alguna que otra cucharada de su capricho favorito.

Una leyenda viva

Reichlin es reconocido por contribuciones como la descripción de las interacciones neuroinmunes durante el estrés mediadas por la interleucina 6, que apareció en el New England Journal of Medicine en 1993. Además de seguir publicando artículos científicos, el investigador ha escrito sobre la experiencia neurológica del misticismo y la trascendencia, un interés que ha desarrollado recientemente.

En su faceta creativa, destaca la armónica, que siempre lleva encima y que toca desde que tenía 14 años, y las esculturas de madera que talla en sus ratos de ocio. También mantiene el legado de su esposa ya fallecida, Ellinor, que rescataba daguerrotipos de esclavos negros hallados en el Museo de Antropología Peabody de Harvard para reunirlos con sus descendientes.

El activismo de Reichlin también se extiende al pueblo navajo, con los que convivió en una reserva para estudiar el fenómeno del estrés en una sociedad preindustrial. Ahí descubrió que los nativos americanos ni siquiera tenían un nombre para el dolor de cabeza que él sufría como migrañas nerviosas. Eso le ayudó a acuñar el concepto de 'homeóstasis emocional': el equilibrio de las emociones mediado por las reacciones hormonales.

Sin embargo, Sternberg subraya que son las relaciones personales con su múltiples colegas lo que supone un factor de longevidad. "Mantener amistades a través de décadas y continentes requiere esfuerzo deliberado", explica, sobre las comidas que organiza el centenario profesor en sus restaurantes favoritos. "Esto se alinea con investigaciones que sugieren que las relaciones intergeneracionales variadas contribuyen a períodos de salud extendidos", apunta.

Esther Sternberg y Seymour Reichlin reunidos para cenar. Dr. Mark Abrams.

Otro de los factores mencionados es el sentido del humor de Reichlin, al que sus amigos y exalumnos llaman 'Sy'. "La investigación de Norman Cousins, respaldada por estudios mecanísticos, demuestra que la risa afecta los sistemas dopaminérgicos, reduce la presión arterial y mejora la salud mental general", escribe Sternberg.

Desafiar a la biología

La extraordinaria longevidad intelectual y vitalista de Reichlin se puede vincular a una serie de factores asociados con el funcionamiento cognitivo y social en edad avanzada. "La convergencia del compromiso social, la estimulación intelectual, el propósito vital, el humor y la exploración espiritual es consistente con la investigación contemporánea sobre longevidad, y destaca la importancia de la agencia individual en el cultivo de estos factores protectores".

En lugar de abordar las limitaciones de la edad como causa de angustia, Reichlin cultiva la curiosidad y el equilibrio sobre su situación. "Esta postura psicológica se alinea con investigaciones sobre el envejecimiento saludable que subrayan la importancia de las estrategias de afrontamiento adaptativas y el reenfoque positivo de los cambios relacionados con la edad", según Sternberg.

En definitiva, se trata de desafiar los prejuicios convencionales sobre el proceso del envejecimiento. "Su continua productividad en investigación, incluyendo investigaciones actuales sobre mecanismos moleculares de experiencia trascendente, demuestra que la contribución intelectual no necesita disminuir con la edad cronológica cuando los factores de apoyo permanecen intactos", concluye.