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En 2024, murieron 12.656 personas en España a causa de un infarto agudo de miocardio. Casi el 80% de los fallecidos tenía más de 65 años.

La edad, junto con el género y los antecedentes familiares, entra dentro de los que se conocen como factores no modificables.

A esta lista se ha añadido recientemente un nuevo factor de riesgo: la contaminación atmosférica.

Y es que, según un reciente estudio, la exposición a la contaminación del aire se asocia con un aumento en el número de infartos y en la mortalidad por esta causa durante el ingreso hospitalario.

"Es una cifra alarmante"

El trabajo, publicado en la Revista Española de Cardiología, incluyó a 115.071 pacientes mayores de 18 años con diagnóstico de infarto agudo de miocardio entre 2016 y 2021.

Los resultados demuestran que concentraciones de partículas de la materia en suspensión como PM2.5 superiores a 10 microgramos por metro cúbico en los tres días previos al ingreso suponen 22 infartos más por cada 1.000 ingresos.

Esta cifra significa que al menos un 2,2% de los infartos se pueden explicar por la contaminación atmosférica. En España, se registran anualmente cerca de 71.500 casos, por lo que estaríamos hablando de más de 1.500 casos al año.

"Es una cifra alarmante puesto que se trata de una patología muy grave con riesgo de muerte", señala a EL ESPAÑOL Jordi Bañeras, cardiólogo del Hospital Universitario Vall d'Hebron y uno de los autores del citado estudio.

A diferencia de lo que sucede con otros factores de riesgo modificables, como el tabaquismo o la alimentación, con la contaminación "toda la población está expuesta".

Las arterias se estrechan

Las consecuencias de la exposición a partículas contaminantes se perciben tanto a corto como a largo plazo.

En el primer caso, afecta sobre todo a aquellas personas que ya tienen deterioradas las arterias por otros factores de riesgo.

Si se exponen a un ambiente muy contaminado, la sustancia contaminada entra en la sangre y desencadena una reacción inflamatoria que obstruye la arteria, dando lugar al infarto.

De ahí que la recomendación de Bañeras para este grupo sea la de que eviten salir a la calle en los días en los que haya picos muy altos de contaminación.

Su mensaje no debe confundirse con dejar de hacer ejercicio físico; sobre todo porque el sedentarismo también aumenta el riesgo de infarto.

Y, además, una medida preventiva frente a la contaminación es precisamente la de controlar "muy bien" el resto de factores de riesgo.

A largo plazo, la contaminación también tiene efectos negativos: al vivir en una zona contaminada, las arterias se van haciendo cada vez más estrechas, lo que predispone a sufrir un infarto.

Contaminación por partida doble

En el momento en el que el contaminante pasa del pulmón a la sangre se produce una reacción inflamatoria.

Esta hace que se produzcan fenómenos protrombóticos, trombos y estrés oxidativo; mecanismos todos ellos que conducen a un infarto agudo de miocardio.

El daño que provocan es independiente de cómo se hayan originado las partículas; bien sean procedentes de un vehículo diésel o de un incendio.

Los desastres naturales, apunta Bañeras, aún representan una pequeña parte. Pero si cada vez se producen más, como está sucediendo este año con los incendios, el porcentaje de contaminación también será mayor.

Este escenario nos lleva a una exposición a la contaminación por partida doble, entre las causas humanas y las naturales (potenciadas por las primeras). "Es el pez que se muerde la cola".

Hay algunos estudios que sugieren que las partículas provocadas por causas naturales pueden llegar a ser más dañinas. Aunque una de las posibles causas es el estrés que suelen traer consigo estas catástrofes.

Bañeras, de hecho, no descarta que en las zonas en las que ha habido incendios en las últimas semanas haya aumentado el pico de patologías cardiovasculares, "sobre todo infartos agudos de miocardio".

Mayor riesgo de muerte

El estudio en el que participa este cardiólogo es el primero que ha analizado por primera vez a nivel nacional la relación entre los niveles de las partículas contaminantes y la mortalidad hospitalaria por infarto.

En él, se comprueba que en días con niveles altos de contaminación, por encima de 25 microgramos por metro cúbico, el riesgo de morir durante el ingreso por un infarto aumenta un 14%.

Esto significa que por cada 125 personas ingresadas, se produce aproximadamente un fallecimiento más que en días con aire más limpio.

El infarto agudo de miocardio es una patología que ya de por sí presenta una mortalidad alta, entre un 5% y un 10% (dependiendo de los factores de cada paciente).

La contaminación eleva aún más la mortalidad por dos motivos. Por un lado, el organismo tiene que hacer frente tanto al infarto como a la inflamación producida por los contaminantes.

Y por otro, los contaminantes inducen a arritmias malignas, que pueden causar la muerte en la fase aguda de un infarto.