Las llamas llevan más de diez días asolando España. Los bomberos forestales luchan sin tregua contra el fuego en Castilla y León, Galicia, Extremadura, Asturias, Cantabria, Navarra, Castilla-La Mancha, Aragón, Cataluña, la Comunidad Valenciana y Andalucía. 11 de las 17 comunidades autónomas que conforman el país.
Hasta el 18 de agosto habían ardido 348.238 hectáreas, casi el 0,7% del territorio nacional. Por desgracia, no acaba con la extinción de las llamas, porque tras ellas, las emisiones contaminantes seguirán asediando a los ciudadanos.
La calidad del aire ha empeorado notablemente a causa de las llamas que asolan media España. El Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS) ha estado siguiendo el excepcional incremento de estas emisiones en España y Portugal en la primera quincena de agosto.
A principios de mes, las emisiones de carbono acumuladas de los incendios forestales en España estaban por debajo de la media estacional, aunque había varios focos activos. Pocos días después, la presencia de estos fenómenos en varias regiones incrementó estos niveles, hasta alcanzar el total anual más alto de toda la serie histórica de la CAMS.
Ahora, las concentraciones de partículas PM2.5 están muy por encima de las directrices de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud (una media de 15 μg/m3 en 24 horas). El humo se ha desplazado cientos de kilómetros, degradando la calidad del aire mucho más allá de las zonas próximas a los incendios.
Partículas que viajan miles de kilómetros
Carmen Casal, vicepresidenta del grupo de Enfermería de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), explica que el humo procedente de un incendio forestal no se compone únicamente de ceniza de madera y otros materiales quemados. "Es una mezcla tóxica de gases y partículas muy pequeñas extremadamente peligrosas para nuestro organismo".
Algunos de esos gases son el benceno y el monóxido de carbono. El primero es un potente cancerígeno y el segundo desplaza las moléculas de oxígeno, por lo que puede causar la asfixia de quien lo respira, expone Casal.
En cuanto a las partículas finas que menciona la experta (conocidas como PM2.5) su pequeño tamaño hace que las mucosas no sean capaces de filtrarlas, por lo que pueden depositarse en los pulmones, los alveolos e, incluso, en el torrente sanguíneo.
Estimación de emisiones totales acumuladas de carbono procedente de incendios forestales en España desde el 1 de enero hasta el 18 de agosto de 2025 (línea roja), elaborada por el Sistema Mundial de Asimilación de Datos sobre Incendios (GFAS) del CAMS.
Estos riesgos no afectan solo a quienes viven en las localidades afectadas, también pueden perjudicar a los pueblos vecinos y a distancias más largas. El humo se mueve con mucha facilidad si hay viento y, con él, todas estas partículas diminutas, desgrana Casal.
La enfermera también recalca que la climatología determinará cuanto tiempo permanecen las partículas en el aire. Lo ideal es que llueva, para que el agua las empuje al suelo. Al contrario, "con calor y sin aire pueden quedar suspendidas durante semanas".
Por eso, es muy importante, informarse sobre la calidad del aire en nuestra zona, insiste la experta de SEMES. Esto puede hacerse a través de la Agencia Estatal de Meteorología o de otras aplicaciones y páginas web que ofrecen los resultados actualizados.
Más mortal que la contaminación
Un estudio publicado este mes en The Lancet Planetary Health ha visto que las partículas finas originadas en un incendio forestal suponen un mayor riesgo de mortalidad que las que proceden de otros fenómenos ambientales.
El equipo que realizó la investigación encontró que cada incremento de un microgramo por metro cúbico en la concentración de PM 2.5, la mortalidad por todas las causas aumentó un 0,7%, la respiratoria un 1% y la cardiovascular un 0,9%.
Aunque se desconoce la razón de esta relación, los artífices del trabajo creen que puede deberse a diferencias en la composición química de las partículas, explica Cathryn Tonne, una de sus autoras e investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Es decir, que contienen una mayor cantidad de elementos tóxicos.
Otra de las observaciones que hace el estudio es que la mortalidad asociada al humo de incendios forestales podría estar subestimada en un 93%. Esto es el resultado de haberlo considerado igual a otros fenómenos que pueden producir PM2.5, como la contaminación.
La exposición al humo de los incendios forestales es mucho menos frecuente que la exposición a partículas de otras fuentes, como la generación de energía o los vehículos, reconoce Tonne. No obstante, cuando ocurre, "es especialmente peligrosa".
La investigadora agrega una advertencia: la contaminación atmosférica por partículas está disminuyendo en Europa, pero no pasa lo mismo con el humo de los incendios forestales. De hecho, con el paso del tiempo el riesgo de que ocurran es cada vez mayor, en parte a causa del cambio climático.
Para poder adelantarnos a las muertes causadas por las partículas que emiten las llamas, es necesario contar con estimaciones más precisas y así poder "rastrear con precisión los impactos del cambio climático en la salud".
Problemas de salud
Esas partículas son capaces de provocar numerosos problemas de salud a quien los inhala, inclusoo en el corto plazo. De hecho, este tipo de fenómenos se traduce en un mayor número de ingresos hospitalarios y en más visitas a urgencias, como asegura Casal, de la SEMES.
Los primeros síntomas que pueden notar las personas afectadas son tos, dificultad para respirar, dolor en el pecho, en la garganta e irritación ocular, cuenta la enfermera.
Para quienes están cerca del fuego, como los voluntarios que ayudan a los bomberos, o que directamente atajan las llamas solos porque no hay efectivos, también está el riesgo de sufrir quemaduras. Incluso, las altas temperaturas pueden causarles un golpe de calor.
Esos son los principales problemas a corto plazo. A la larga, puede agravar enfermedades crónicas como la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, el asma o, incluso, patologías cardíacas, agrega Casal. Además, puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de pulmón.
La enfermera también recuerda que los dos principales grupos de riesgo son los niños y los ancianos. Los primeros porque todavía tienen los pulmones en desarrollo y su respiración es más rápida, por lo que inhalan una cantidad mayor de contaminantes.
En las personas mayores, los contaminantes procedentes del incendio pueden provocar deterioro cognitivo. Asimismo, suelen padecer patologías respiratorias o cardiovasculares previas y son más susceptibles a sufrir complicaciones.
La salud mental
La salud física no es la única que un incendio forestal pone en peligro. No se puede olvidar la parte emocional, recalca Casal. En una situación como esa, es normal que el miedo y la ansiedad afloren, ya que son herramientas que nos llevan a la supervivencia.
Ante un incendio de esa magnitud, no solo está en riesgo la casa con todos los recuerdos que contiene, también lo están los vecinos, familiares y mascotas. La tristeza y otras emociones negativas son perfectamente normales.
Sin embargo, el problema aparece cuando, pasado un tiempo, esas emociones no permiten superar las pérdidas a quien las sufre, explica Gabriel Ródenas, portavoz de la Sociedad Española de Psicología Clínica.
Algunas personas pueden sufrir rememoraciones del fenómeno que les impiden avanzar con su vida de forma normal o, incluso, una ansiedad incapacitante. En casos más graves hay quienes han desarrollado estrés postraumático tras vivir una experiencia así, según el psicólogo.
Ródenas recuerda que esto no tiene por qué ocurrirle a todo el que pase por esa situación. Es importante dejar pasar el tiempo y conocer los factores protectores o de riesgo que tenga cada uno. "Esto determinará si alguien puede transitar solo el proceso o si necesitará ayuda externa".