Aunque el SARS-CoV-2 era un completo desconocido en España hace dos años, ahora sabemos que no se trata de un virus respiratorio cualquiera. Las pérdidas humanas y los contagios masivos provocaron que la mayoría de los esfuerzos se hayan concentrado en combatir los efectos físicos de este virus. Sin embargo, los trastornos psicológicos se han disparado en los últimos meses, sobre todo, los trastornos depresivos.

Según un estudio de la publicación científica The Lancet, durante el año 2020 este tipo de afecciones aumentaron en un 28% en todo el mundo. Lo que se traduce en 53 millones más de casos de depresión en todo el mundo, como explica este artículo de EL ESPAÑOL. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha advertido de que el 6,4% de los españoles han acudido a un profesional de la salud mental durante el primer año de la pandemia y el 35,5% lo hizo por síntomas depresivos. Los confinamientos, el miedo al contagio o las pérdidas cercanas tienen mucho que ver en estos trastornos, pero también el virus en sí.

"Hay un efecto directo del virus de la Covid-19 en el cerebro", ha recordado Eduard Vieta, jefe de servicio de Psiquiatría y Psicología en el Hospital Clínic de Barcelona en el XIX Seminario de Lundbeck Covid-19 & Depresión, la tormenta perfecta. Con esto se refiere a que el SARS-CoV-2 es un virus neurotrópico —que impacta en el tejido nervioso— y, por eso, presenta síntomas como la fiebre, la fatiga, las cefaleas y la famosa anosmia, que es reduce la percepción del olfato y el gusto.

Efectos directos

Vieta señala que, aproximadamente, un tercio de los pacientes de Covid experimentan síntomas de depresión, "que no es lo mismo que un trastorno depresivo". El experto señala que estos sentimientos pueden partir, por ejemplo, de síntomas graves de la Covid como la neumonía: "Muchos pacientes sufren ansiedad debida a que sienten que se ahogan y, como todos nos podemos imaginar, se trata de una situación muy estresante".

Los síntomas psicológicos se manifiestan también en la Covid persistente, el término que se ha utilizado para aquellos pacientes que se infectaron y que, meses después, siguen manifestando síntomas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha contado entre estos síntomas duraderos la dificultad para respirar y la fatiga, pero también la disfunción cognitiva. Lorenzo Armenteros, médico de familia y miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia esta disfunción se ha observado a través de dos síntomas principales: la niebla mental y el embotamiento emocional.

La niebla mental consiste en problemas de concentración y de memoria, la velocidad de los procesos mentales y la fluidez de las ideas se ralentizan; por su parte, el embotamiento emocional consiste en un aplanamiento o atenuación de las emociones, tanto positivas como negativas. "Estos pacientes sienten indiferencia hacia muchos aspectos de sus vidas que deberían importarles", ha explicado Armenteros. Esto puede afectar a la toma de decisiones, las relaciones interpersonales y el autocuidado.

Efectos indirectos

Además, los pacientes de Covid, y especialmente la población de riesgo infectada, ha padecido estrés debido a la incertidumbre sobre cómo se desarrollaría la enfermedad en sus casos concretos. Aunque en estos casos la preocupación se debe a la evidencia de estar contagiados, el miedo al contagio, a la gravedad y a las posibles secuelas ha afectado también a personas que no se han contagiado. Estos son los efectos psicológicos indirectos y son, probablemente, los más comentados.

Este malestar psicológico también está muy influenciado por las sucesivas cuarentenas y confinamientos que hemos atravesado en España. De hecho, el confinamiento que dio comienzo en nuestro país en marzo de 2020 está considerado como uno de los más drásticos que se han impuesto a nivel global. Los principales perjudicados por estas restricciones son tanto las personas más jóvenes como las más mayores: el aislamiento en ambas etapas de la vida es especialmente perjudicial.

Según Eduard Vieta, los adolescentes y los jóvenes tienen una pulsión natural de independencia y han vivido una contradicción: por un lado querían libertad y, por otro, no tenían intención de contagiar a sus familiares. De hecho, el experto explica que "ahora hay un efecto rebote en la salud mental de los jóvenes, tras haber pasado la fase aguda de la pandemia, las peleas y las agresiones sexuales han aumentado en esta población". También advierte del aumento de casos clínicos de jóvenes con trastornos de la alimentación y con episodios de autolesiones.

En este sentido, Armenteros ha llamado la atención sobre el aumento del índice de suicidios en los jóvenes sanitarios en residencia. Las ideas de suicidio, de hecho, son un mal que se ha extendido durante esta pandemia, afectando especialmente a los sanitarios, pero también a la población general. "Ha sido una situación insólita que tiene un impacto enorme en muchos sectores de la población", resume Vieta.

Resiliencia

"Hace tan sólo 100 años, el 90% de la población era pobre y la tasa de mortalidad infantil era altísima. A pesar de que ahora lo tenemos todos, no aguantamos tanto como las generaciones anteriores", incide Vieta. "Somos más vulnerables, pero esto puede cambiar. Los supervivientes de la pandemia pueden salir más reforzados desde el punto de vista emocional. Sufrir estas situaciones puede hacernos más fuertes".

En este sentido, Vieta achaca las altas tasas de vacunación de España y de Portugal, precisamente, a la crudeza con la que la Covid ha asolado la península Ibérica —que también se deben a otros factores culturales—. "Las incidencias de la depresión y de la ansiedad van a disminuir en los próximos meses, pero es verdad que las tasas seguirán siendo más altas que antes de la pandemia", explica Vieta.

El reto de la pandemia nos ha empujado a encontrar nuevas maneras de trabajar, pero también de asistir a pacientes. En este sentido, la telemedicina ha resultado muy beneficiosa en algunos aspectos. En el caso concreto de la psicoterapia, Vieta ha explicado que funciona mejor cuando se trata de una videollamada. Sin embargo, las desigualdades en la digitalización y la falta de manejo de algunos grupos de población son algunos de los problemas que presentan estos sistemas.

Noticias relacionadas