Hito conseguido. Después de ocho largos meses, el 70,3% de la población española tiene la pauta completa de una de las cuatro vacunadas aprobadas contra la Covid-19. Tras el fuerte impulso al ritmo vacunal de mayo y junio, y pese a su descenso a lo largo de agosto, la previsión se ha cumplido y el objetivo anunciado por el Gobierno se ha logrado con un último sprint. La pregunta es: y ahora, ¿qué?

Por desgracia, hace tiempo que conocemos la respuesta: esto no cambia las medidas existentes frente a la pandemia que han puesto en marcha las administraciones públicas. De hecho, hay voces de expertos que, viendo la desescalada de las comunidades autónomas tras el fin del estado de alarma y cómo afectó a la quinta ola, abogan porque se implanten más restricciones de las –reconozcámoslo, escasas– que siguen en vigor.

Y no cambia por varias razones. La principal de ellas, que la variante Delta ha obligado redefinir el comportamiento del SARS-CoV-2: su capacidad infecciosa se ha multiplicado a lo largo del 2021 y es muy superior a la de la cepa original. Pero antes de que se impusiera, voces autorizadas como la de Anthony Fauci, el 'Fernando Simón' estadounidense, ya advertían de que ese 70% no sería suficiente.

En realidad, nunca se tuvo esa cifra como una apuesta seria por la inmunidad de grupo sino como una mera referencia. Cuando se hicieron las primeras estimaciones, se percibía la Covid-19 como una enfermedad que se transmitía por unas gotas microscópicas que salían de la boca de los infectados y que se comportaban como proyectiles cayendo al vacío después de una trayectoria de metro y medio.

Ahora, la evidencia científica refleja que el coronavirus más bien se transmite por aerosoles, es decir, partículas aún más pequeñas que pueden mantenerse en el aire durante horas, lo que ha obligado a reescribir los protocolos y recomendaciones frente a la pandemia, centrándolos no tanto en la distancia de seguridad sino en la ventilación de los interiores.

¿Podemos llegar al 100% de vacunados?

Por otro lado, la cifra del 70% da una idea de homogeneidad en la cobertura vacunal entre distintas comunidades autónomas. Algunas de ellas, como Asturias, tienen a casi el 80% de su población vacunada, pero hay seis que todavía no han llegado a ese porcentaje: Baleares, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, Madrid y Murcia. Además, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla siguen lejos de ese objetivo.

Los especialistas en Salud Pública llevan indicando en los últimos meses que, de poder conseguir la inmunidad de grupo con las vacunas actualmente disponibles (que reducen, pero no evitan, la transmisión), esta se situará, como mínimo, cuando se inocule a entre el 85% y el 88% de la población.

Aquí entra el primero de los problemas. Las vacunas de Pfizer y Moderna están autorizadas para mayores de 12 años (las de AstraZeneca y Janssen, en mayores de 18). Según las cifras de población del Instituto Nacional de Estadística, en las que se basa el Ministerio de Sanidad para hacer sus cálculos, hay 5,2 millones de personas entre los 0 y los 11 años en España, un 11% de la población. Esto ya quiere decir que, hasta que no se aprueben vacunas para menores de 12 años, será difícil alcanzar ese casi 90% de cobertura vacunal necesario para una hipótetica inmunidad de grupo.

A esta bolsa de población a la que no llegan las vacunas le sigue otra. España es un ejemplo de confianza en la inmunización, y buena prueba de ello está siendo esta pandemia: mientras que en otros países parecen haber llegado a mesetas en la evolución de cifras de vacunación, la curva de España se muestra todavía empinada, lo que indica que el potencial de crecimiento máximo de la cobertura todavía no se ha alcanzado.

Sin embargo, no hay que olvidar que hay gente que no confía en las vacunas. No se trata solo del movimiento antivacunas, bastante escaso en nuestro país aunque en redes sociales hagan mucho ruido, sino de una reticencia más o menos justificada.

En mayo, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) realizó la, hasta ahora, última oleada de su encuesta sobre la percepción de la Covid-19 en la población general. Aunque las reticencias sobre las vacunas han ido reduciéndose a medida que han pasado los meses desde su aprobación, todavía hay un 3,4% de españoles mayores de 18 años que afirman que no se pondrán la vacuna en absoluto. Es decir, 1,4 millones de personas no se pondrían la vacuna

Sin contar aquellas personas con reticencias pero que no se mostraron tan radicales (la encuesta ofrecía una clasificación del 1 al 7 sobre reticencia vacunal) tendríamos ya un 14,4% de la población que no se pondría la vacuna, o bien porque no la tiene indicada, o bien porque no quiere. Es decir, que el máximo que se puede alcanzar ahora es un 85,4% de cobertura vacunal, el mínimo para alcanzar, según los autores más generosos, la inmunidad de grupo.

Salvador Peiró, especialista en Salud Pública de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio), confía en que España alcance cifras cercanas al 90% de vacunados. "Durante septiembre, probablemente llegaremos a superar el 95% de los vacunables" (es decir, sin incluir a los menores de 12 años). 

Registro de rechazo a la vacuna

A principios de este año, la estrategia nacional de vacunación contra la Covid-19 recomendó que el registro de vacunación incluyera no solo a aquellas personas que se habían puesto la vacuna sino también a las que se han negado a ello. Este medio ha consultado al Ministerio de Sanidad para conocer cuántas personas han rechazado ponérsela pero no ha tenido respuesta hasta el momento.

Con todo, el registro solo puede medir los individuos que han sido citados y se han negado a ser inoculados. A partir de julio, muchas comunidades autónomas cambiaron su sistema de citación: en lugar de ser los servicios de salud quienes llamaran a los individuos elegidos, sería la población (generalmente, los menores de 40 años) la que contactara con los servicios para obtener su cita. Esto, sumado a la apertura a la vacunación sin cita previa conlleva la discontinuidad del conteo de personas que, explícitamente, se han opuesto a ser vacunadas.

Según la última estadística del Ministerio hay todavía 1,5 millones de personas de los grupos etarios prioritarios –mayores de 40 años– que no han recibido una sola dosis de la vacuna. La cifra es similar a la de personas que la rechazan y, aunque es posible que muchos de los individuos en estos dos grupos se solapen, esto quiere decir que al cálculo anterior se debe añadir esta población que, por una razón u otra, no tiene ninguna dosis meses después de que comenzara la vacunación en su grupo de edad.

Hay también grupos minoritarios (inmigrantes ilegales, personas en riesgo de exclusión, trabajadores que pasan largas temporadas fuera de su domicilio, etc.) que tienen mayores dificultades de acceso a la vacunación. Por poner un ejemplo, en 2020 fueron casi 42.000 las personas que entraron de forma irregular en España y que, por tanto, no contarían para el plan de vacunación ni, en principio, para las estadísticas oficiales del Ministerio de Sanidad. Pero sí para lograr una inmunidad de grupo real.

José Jonay Ojeda, vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), añade además un grupo adicional que puede solaparse: el de aquellas personas que se contagiaron y que no pudieron ponerse la primera o la segunda dosis cuando les correspondía, ya que la estrategia vacunal estima que había que dejar pasar seis meses desde la infección.

"En ese 30% de personas no vacunadas hay un número importante que, o no han tenido la oportunidad de vacunarse o no le hemos dado la oportunidad de hacerlo o no han tenido acceso". Las comunidades autónomas han reducido los tiempos de espera para la vacunación, pero no lo han hecho de manera homogénea y no se ha visto reflejado en una nueva actualización de la estrategia.

Con estas ideas en mente, Ojeda no se atreve a dar una cifra de cobertura vacunal máxima que puede alcanzar nuestro país. Sin embargo, cree que será "la más alta posible, ya que no tenemos una cultura de rechazo a la vacunación". Por eso se inclina a que la estrategia cambie una vez más y comience a rastrear de forma activa todos aquellos casos que no se han vacunado todavía, empezando por los grupos prioritarios.

"Va a ser difícil discriminar entre los que no se quieren vacunar y los que no lo han hecho porque no han podido". No obstante, apunta que el principal cuello de botella para la vacunación, la disponibilidad de viales, no va a ser un problema, por lo que se muestra confiado.

Qué hacer con los no vacunados

Peiró comparte esa visión. "Hay que diseñar estrategias específicas para llegar a esas personas que no han sido vacunadas. Quizá no ser tan detallado como puede ser el rastreo, pero sí hallar formas de llegar a ellos e informarles". Para ello, el papel principal será de los servicios de atención primaria. 

En este grupo nebuloso de no vacunados se incluye también, recuerda, personas mayores que no tienen teléfono móvil para que les avisen por SMS de la cita, "gente a la que le sentó mal la primera dosis y no quiere ponerse la segunda, gente que teme los efectos secundarios o personas que las rechazan por ser artificiales".

Eso sí, el especialista reconoce que, a partir de ahora, "cada punto [porcentual] adicional nos va a costar más de lo que lo ha hecho hasta ahora". La estrategia de la vacunación masiva y los vacunódromos "nos ha ido bien, pero ahora tendremos que confiar en la primaria y dirigirnos a poblaciones específicas".

Con todo, alcanzar un porcentaje máximo de población vacunada, ya sea el 85%, el 90% o el 95%, no quiere decir que se alcance la inmunidad de grupo. "Este es un concepto teórico, del que partíamos conociendo la eficacia de las vacunas, pero los contagios se siguen produciendo porque nuestro comportamiento modula su efectividad", explica José Jonay Ojeda.

Peiró recuerda que aquel que no esté vacunado no va a beneficiarse, con las vacunas actuales, de la protección de grupo. Y advierte: "A medida que se vaya reduciendo la presión hospitalaria implicará que vamos reduciendo restricciones, y el riesgo de que aumente la transmisión y se llegue a no vacunados será muy alto". Estamos comprobando que la población vacunada también puede transmitir el virus, por lo que "no pueden hacerse políticas pensadas para el caso de que no pudieran contagiar", habrá que mantener medidas tales como la ventilación y las mascarillas en interiores. Mientras no entren vacunas de segunda y tercera generación, la gente no vacunada estará en peligro", recuerda.

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