El Ministerio de Consumo ha puesto el foco en la necesidad de regular el consumo de las bebidas energéticas, especialmente entre niños y jóvenes, principales consumidores. En concreto, cuatro de cada diez estudiantes de entre 14 y 18 años han tomado este tipo de bebidas en el último mes, según los resultados de la última encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES), del Plan Nacional sobre Drogas.

Además del azúcar, la principal fuente de energía de estos productos es la cafeína, una sustancia que también es el origen de muchos de sus efectos adversos, como revela el Informe sobre los riesgos asociados al consumo de bebidas energéticas elaborado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

Este documento, que ha servido como punto de partida para el ministro de Consumo, Alberto Garzón, para destacar la importancia de informar del contenido de estas bebidas "que se suelen equiparar a un refresco normal", señala que los envases más habituales contienen 32 miligramos de cafeína por cada 100 mililitros. Aunque hay formatos aún mayores, de hasta 300 y 500 mililitros, lo que sería equivalente a la ingesta de 160 miligramos de esta sustancia.

Para hacerse una idea de los niveles de cafeína que empiezan a hacer mella sobre el organismo, una persona que tome más de 1,4 miligramos por kilo de peso al día, puede sufrir alteraciones del sueño como insomnio. Mientras que, si la cantidad asciende hasta los 3 miligramos, pueden aparecer complicaciones cardiovasculares, hematológicas y neurológicas y de comportamiento.

"Lo ideal sería promover el descanso antes que recurrir a estas bebidas y utilizar sustitutivos más saludables como el café, el té o el cacao", afirma a EL ESPAÑOL Marta Moreno, de Nutrición Clinique.

Cambia la estructura cerebral

La sustancia psicoactiva más consumida del mundo es la cafeína y aunque se haya normalizado su uso, no hay que olvidar que este tipo de ingrediente tienen un efecto sobre el organismo de la persona que los consume. Investigadores de la Universidad de Basilea, Suiza, publicaron un estudio en febrero de este mismo año que desvela que su ingesta de forma regular puede cambiar la materia gris del cerebro de forma temporal.

Cabría pensar que este cambio se produce por la alteración del sueño, sin embargo, los resultados de la investigación revelan cambios en la materia gris en casos en los que no hubo sueño deficiente. En concreto, en los sujetos que no habían consumido cafeína en los últimos diez días, el volumen de materia gris aumentó en comparación a las personas que sí la consumían de forma diaria. Esta alteración en la estructura cerebral afectó sobre todo a una región esencial para la consolidación de la memoria, el hipocampo.

Frecuencia cardíaca

La cantidad de cafeína presente en las bebidas energéticas hace que el corazón lata más rápido, aumentando el flujo sanguíneo y la tensión arterial, según recoge una investigación elaborada por Mayo Clinic, en Minnesota, EEUU. El estudio expone que las personas que no la consumen con regularidad experimentaron un aumento notable de la presión arterial en reposo después del consumo de una bebida energética, lo que puede aumentar el riesgo de padecer problemas cardíacos.

Otro trabajo más reciente, llevado a cabo por científicos de la Universidad del Pacífico en la ciudad estadounidense de Stockton, California, demuestra que el consumo de aproximadamente un litro de bebida energética en menos de una hora aumenta la probabilidad de sufrir trastornos como las arritmias.

Ansiedad y falta de concentración

Resulta paradójico que una bebida que pretenda fomentar la concentración pueda provocar el efecto contrario. El origen está en el funcionamiento mismo de esta sustancia psicoactiva y otros ingredientes como el guaraná, además de la cantidad ingerida. En personas que ya padecen ansiedad, los trastornos de sueño vinculados a la ingesta de altas dosis de cafeína pueden empeorar su afección, provocando dolores de cabeza, nerviosismo y cambios de humor.

Además, puede provocar adicción y contribuir al círculo vicioso de tomar bebidas energéticas para solventar la fatiga vinculada a la ansiedad o a los trastornos depresivos. Entonces, la cafeína altera en sí los ciclos de sueño y provoca que la persona no descanse, sintiendo un cansancio que volverá a intentar mitigar con más estimulante.

Estrés

La cafeína, al pasar al torrente sanguíneo y al llegar al cerebro, bloquea el receptor de adenosina, cuya función es desencadenar una serie de reacciones bioquímicas que ralentizan las funciones neuronales, provocando somnolencia. Esto aumenta la actividad cerebral y activa la respuesta al estrés del cuerpo. En resumen, esta sustancia estimulante es el desencadenante de una reacción en cadena de procesos químicos como la liberación de adrenalina y cortisol (la hormona del estrés).

Un parche para la fatiga

"Las bebidas energéticas funcionan como un parche para la falta de energía que no va a servir a largo plazo. El 'acelerón' puede provocar una adicción al plus de cafeína, taurina y extra de azúcar, aunque sea 'light'. Además, en este último caso, estos productos estimulan la insulina al detectar el cuerpo un falso sabor dulce en el paladar, acarreando un bajón de glucosa", explica a EL ESPAÑOL Ariadna Fontanet, dietista experta en coaching nutricional.

Mujeres embarazadas y lactancia

Además de la cafeína, las bebidas energéticas contienen otros ingredientes que también pueden ser perjudiciales para el organismo. El ginseng y el ginkgo son algunos de los componentes que pueden traer graves contraindicaciones en mujeres embarazadas, así como en la infancia y la adolescencia.

Además, el consumo de las bebidas energéticas no está recomendado para niños, ni mujeres embarazadas o en período de lactancia, según la normativa europea de información al consumidor.

En cuanto a las cantidades de cafeína diarias que suponen un riesgo, la Administración de Medicamentos y Alimentos de EEUU advierte que un consumo de 1.200 mg o más, puede dar lugar a convulsiones, e incluso puede ser potencialmente letal. Por eso, el umbral se sitúa en no sobrepasar los 285 mg diarios para una persona de 50 kilos de peso, según aconseja la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

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