Este artículo necesita empezar con una advertencia: las vacunas salvan vidas. Suavizan los síntomas y evitan las hospitalizaciones. El asunto que se debate aquí es hasta qué punto, es decir, si tiene sentido hablar de “vacunas” en general sin atender a su porcentaje de éxito real -no ya en laboratorios- o si cabe fiarnos de la cantidad de población vacunada sin atender a la inmunidad que de hecho otorga esa vacuna en cuestión.

La movilidad plena, es decir, la posibilidad de viajar a cualquier rincón del mundo gracias a un certificado de vacunación, depende en buena medida de que sepamos cómo funciona cada vacuna y cómo ha vacunado cada país. Por supuesto, eso no es algo que podamos averiguar en unos pocos meses sino que necesitaremos más tiempo. Mientras tanto, podemos echar un vistazo a lo que está pasando en el mundo.

El pasado 1 de junio, la OMS aprobó el uso de emergencia de la vacuna Coronavac, del laboratorio Sinovac, prácticamente un mes después de que diera el visto bueno a la BBIBP de Sinopharm. Las dos son vacunas chinas que, en la práctica, llevan utilizándose desde antes incluso de la autorización de las producidas por Pfizer, Moderna, Astra Zeneca o Johnson&Johnson.

Otra cosa son las dudas sobre su efectividad: según los tests de laboratorio, Sinopharm tiene una eficacia del 79% a la hora de reducir casos sintomáticos que pueden acabar en hospitalización. En la realidad, Sinopharm ha sido la vacuna de elección en Bahrein, uno de los emiratos árabes… y los resultados están dejando mucho que desear.

Pese a contar con un 46,92% de la población ya totalmente vacunada, los casos se han disparado en los últimos meses. Una subida de contagios en medio de un proceso de vacunación masiva es algo que puede suceder, por supuesto. Le ocurrió, por ejemplo, a Israel, cuando tuvo que compaginar en enero y febrero un ritmo frenético de dosis mayoritariamente de Pfizer con un confinamiento absoluto.

Es lo lógico si tenemos en cuenta que por deprisa que quieras ir, la naturaleza sigue sus tiempos: hay que esperar al menos dos semanas entre dosis y dosis y luego una serie de días hasta conseguir la inmunidad total. En medio, desgraciadamente, pueden pasar muchas cosas.

Porcentaje de población que ha recibido las dos dosis de vacuna contra la Covid. Our World in Data

Lo del país árabe es distinto: Bahrein llegó al 25% de la población vacunada con las dos dosis el 14 de abril. Ha pasado un mes y medio y hablamos ya de un porcentaje altísimo. Por ponerlo en perspectiva, España acaba de superar este miércoles el 20%.

Mientras en nuestro país, la incidencia y los ingresos hospitalarios llevan un mes y medio desplomándose hasta mínimos que no veíamos desde el verano pasado, en Bahrein, los contagios se han multiplicado casi por tres, hasta el punto de que han anunciado recientemente la necesidad de una tercera dosis para evitar que la positividad se siga disparando, algo que en principio no estaba especificado como necesario.

No es Bahrein el único país con una amplia tasa de vacunación -pongamos como referencia el 20% de España- que no consigue la esperada bajada en casos. Como se puede apreciar en el gráfico superior, Maldivas, Uruguay y Chile también tienen un porcentaje altísimo de vacunados… pero, como podrán ver en el gráfico inferior, no consiguen bajar el ritmo de contagios.

En Chile, quizá el caso menos escandaloso de los tres, la vacuna de elección ha sido la fabricada por Sinovac, el otro laboratorio chino. La efectividad teórica de esta vacuna es del 50,4% o así lo reconoce la propia compañía; ahora bien, estudios en Chile apuntan a un 85% de prevención en el ingreso hospitalario y un 80% en la defunción. Otros estudios, en Brasil, no son tan optimistas, colocando estos parámetros en torno al 50%.

Nuevos casos por millón de habitantes. Our World in Data

Aquí hay que hacer una pausa necesaria. Primero, para recordar lo dicho en el primer párrafo: evitar un 50% de muertes es una barbaridad y desde luego es mejor eso que nada. Segundo, para hacer notar que quizá hay un exceso de estudios y que no se entienden las enormes variaciones entre los mismos. Desde el momento en el que incluso un país como España decide dar validez a una muestra de 442 personas para decidir su pauta de vacunación, ya se puede observar que hay un problema.

¿Qué dice la realidad en cuanto a los fallecidos en estos países? ¿Observamos una bajada radical como la que vimos en Israel o Gran Bretaña y estamos viendo ahora en Estados Unidos, España y buena parte de la Unión Europea? Desgraciadamente, no, y aquí no nos queda más remedio que recurrir a un nuevo gráfico.

En él se ve cómo la mortalidad se está disparando en Bahrein y se ha estancado en máximos en Chile, por seguir con los ejemplos de países bajo la influencia científica china. Vemos que otros países sudamericanos como Uruguay, Paraguay o Argentina están en situaciones similares, pero estos dos últimos aún no han vacunado lo suficiente. En cuanto a Uruguay, ha basado su proceso en Pfizer y, de nuevo, Sinovac.

Nuevas muertes por Covid-19 por millón de habitantes. Our World in Data

¿En qué nos afecta a los españoles estos vaivenes? Obviamente, en el turismo. El pasado 21 de mayo, el presidente Pedro Sánchez anunció que España aceptaría a cualquier visitante que tuviera su pauta de vacunación completa, sin necesidad de contar con un PCR de entrada o de salida y sin hacer ningún tipo de cuarentena.

Simplemente, tendría que certificar que estaba completamente vacunado con alguna de las marcas homologadas por la Agencia Europea del Medicamento -muy estricta en sus requisitos- o la Organización Mundial de la Salud, por donde se colarían todos los que han recibido Sinovac o Sinopharm.

Recibiríamos turistas de países en riesgo extremo, con incidencias altísimas, simplemente con un certificado de vacunación cuando sabemos que esa vacunación no implica en la práctica que uno no esté contagiado. No es lo ideal, desde luego.

Complementar ese certificado con un PCR en origen y en destino sería mucho más eficaz, pero me temo que la idea es que lleguen millones de personas y no hay millones de funcionarios que puedan sostener tanta burocracia. Un pasaporte y adelante. Potencialmente, es un posible coladero. Ahora bien, tampoco debería tener mucha repercusión en un país como el nuestro con un alto porcentaje de vacunación muy eficiente.

Ahora bien, la enorme diferencia en el resultado práctico del uso de unas vacunas u otras quizá debería hacernos replantearnos qué clase de turismo queremos recibir y qué criterios vamos a utilizar. Se está haciendo mucho hincapié en los peligros de admitir turistas británicos por la influencia de la cepa india, cuando Reino Unido tiene la mitad de incidencia que España y el número de fallecidos por semana está en torno a los 100, con menos de 1.000 ingresos hospitalarios cada siete días.

Toda precaución es poca, pero en este caso quizá estamos errando la vigilancia. Si la amenaza viene de fuera -que aún estaría por probar- es más probable que nos venga de uno de estos países donde los vacunados pueden contagiarse y por tanto contagiar. No es algo que deba detener la industria turística por segundo año pero sí un factor a estudiar y tener en cuenta. Cabe la duda de si se está haciendo.

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