La brutal crisis sanitaria por la Covid-19 que asola buena parte del mundo ha vuelto la mirada de autoridades, profesionales sanitarios y población general hacia la industria farmacéutica en busca de una solución, cuanto antes, en forma de medicamento o vacuna que permita controlar la enfermedad o prevenirla. Pocas veces como en esta ocasión se ha revelado con tanta claridad la importancia de la investigación biomédica.

Las compañías farmacéuticas se han lanzado a por este objetivo en el ámbito global y, de la mano de gobiernos e instituciones públicas de investigación, han liderado una movilización de recursos científicos y económicos sin precedentes para asumir el desafío de reducir a apenas un año el complejo proceso de investigación y desarrollo de un medicamento, que necesita una media de diez.

La industria farmacéutica, motor de progreso económico

En sólo unos meses se han puesto en marcha cientos de estudios con potenciales medicamentos, y la industria farmacéutica ya tiene más de 130 en fase de ensayos clínicos (que prueban en humanos la eficacia y seguridad del medicamento). En el caso de las vacunas ya hay varias candidatas seleccionadas, y se espera que en los próximos meses comiencen los ensayos.

España juega un papel protagonista en este movimiento mundial. Tiene en marcha 64 ensayos clínicos con potenciales medicamentos, por lo que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, ocupa el primer puesto en Europa y el cuarto en el mundo. Es el reflejo de un trabajo de cooperación que durante los últimos años han venido desempeñando la administración sanitaria, hospitales, investigadores, pacientes e industria farmacéutica y que ha convertido a España en una referencia mundial en investigación de nuevos medicamentos.

Este despliegue anima a ser positivos. Algunos de esos medicamentos y vacunas en investigación llegarán a la meta y permitirán realmente dejar atrás esta tragedia sanitaria.

Apostar por sectores estratégicos

Precisamente, y en paralelo a la apuesta investigadora y a la crucial labor sanitaria que se está llevando a cabo para contener el virus, la dimensión de esta crisis sanitaria y su reflejo en la economía obligan a pensar en los desafíos que para nuestro país tendrá la etapa post-crisis.

Quizá hay dos lecciones principales que se pueden sacar de lo que está pasando: que es necesario invertir más en nuestro sistema sanitario –sobre todo en el terreno de la investigación- y que debemos cuidar sectores esenciales como el farmacéutico. España es ya un país de referencia en la realización de ensayos clínicos. Esta capacidad para atraer ensayos es un ejemplo claro de la oportunidad que la investigación biomédica ofrece a España y que puede ser determinante para avanzar en el logro de un nuevo modelo de crecimiento económico y de sociedad.

La industria farmacéutica invierte en I+D alrededor de 170.000 millones de dólares al año en el mundo, y España está en condiciones de atraer más parte de esa inversión. Es inversión económica para el sistema sanitario, pero no sólo eso. Alimenta y dinamiza a su alrededor todo un tejido investigador público indispensable; facilita que nuestros profesionales sanitarios participen de la vanguardia de la investigación científica, que luego pueden aplicar a su labor clínica, y beneficia a los pacientes, puesto que disfrutan de una mayor calidad asistencial y que, también, pueden acceder a participar en esos ensayos, que en casos de enfermedades graves en los que la farmacoterapia vigente no ha funcionado pueden ser la última oportunidad de cura para el paciente.

Líderes en I+D industrial y en exportación de alta tecnología

Los informes a corto y medio plazo indican que España necesita de la colaboración y el compromiso de sectores que ayuden a impulsar la economía para salir cuanto antes de la grave situación económica y social que atravesaremos una vez esté bajo control la crisis sanitaria. Y la industria farmacéutica está preparada y dispuesta a ser uno de estos sectores. Cuenta para ello con unas bases sólidas: empleo de alta cualificación y calidad, con 41.000 empleos directos (el 94% indefinidos, el 60% universitarios y el 52% desempeñados por mujeres) y 200.000 si se suman indirectos e inducidos; un tejido productivo potente, con más de 80 plantas de producción, que concentran el 25% de toda la exportación de alta tecnología española, y especialmente un liderazgo en I+D, con más de 1.150 millones anuales de inversión que representan casi el 21% del total de la industria en España.

Esta crisis ha mostrado la importancia que tiene contar con sectores radicados en nuestro país con capacidad productiva para poder reaccionar ante una emergencia sanitaria. Así se ha puesto de manifiesto al comprobar estos meses cómo algunos de los medicamentos que han sido esenciales para los tratamientos de los pacientes habían dejado de fabricarse en Europa en los últimos años y se habían trasladado a países asiáticos por sus menores costes. Las autoridades públicas son conscientes de que esta dependencia externa no es deseable en un ámbito tan delicado como el del medicamento y que el farmacéutico es de esos sectores claves que deben ser potenciados para tener garantizada una producción local de bienes con los que tener una capacidad de reacción ante cualquier crisis. 

Estos fundamentos son muy importantes si se considera que, junto a la transición ecológica y la digitalización, la investigación biomédica, por su impacto en la salud, se va a constituir como uno de los ejes que van a definir el futuro inmediato de la sociedad. En este nuevo escenario, el medicamento es el instrumento clave en la ganancia de esperanza y calidad de vida en las sociedades modernas.

Las compañías de Farmaindustria están preparadas para colaborar con la administración pública para, con una estrategia de país adecuada, contribuir a la reactivación económica de España, tanto por la vía de potenciar la investigación como por la de recuperar para nuestro país la producción de medicamentos esenciales que en los últimos años se ha deslocalizado. Es una oportunidad que no se puede perder.