Paolo Fava Ainhoa Iriberri

La ventilación artificial que proporcionan los respiradores médicos es uno de los factores indispensables para lograr que la curva de curados de COVID-19, la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, siga creciendo en detrimento de la de fallecidos. La ayuda mecánica que aportan a los pulmones inflamados de los pacientes con insuficiencia respiratoria severa permite oxigenarlos, mantenerlos con vida y ganar tiempo para que el organismo logre derrotar a la infección.

La rapidez con la que se ha extendido la epidemia ha sobrepasado la capacidad de respuesta de la Sanidad en España. A día 22 desde el primer brote, rozamos los 40.000 casos positivos y las 2.700 muertes, con más de 2.600 pacientes en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Es ahí donde el "triaje", una práctica hospitalaria habitual según la cual se determina qué ingresos son derivados a intensivos, ha adquirido una tétrica interpretación, según la cual se estaría priorizando para la ventilación artificial a los pacientes con más posibilidades de sobrevivir.

Reforzar el suministro de respiradores está en primera línea de la respuesta a la COVID-19. A las iniciativas de producción colaborativa auspiciadas a nivel europeo y nacional se suman las donaciones de mecenas como Amancio Ortega y Ana Patricia Botín, y el Gobierno ha anunciado la adquisición de 700 nuevas máquinas. Demasiado tarde, según fuentes del sector, ya que el precio de 10.000 euros por equipo se puede haber duplicado debido a la demanda mundial. En cualquier caso, Sanidad prevé gestionar de formar centralizada el nuevo material y enviarlo a dónde más se necesite.

Así lo ha recordado este mismo martes el ministro de Sanidad, Salvador Illa, que ha dicho que hay que desplegar recursos en Madrid -la comunidad autónoma con más casos y fallecidos- desde otras partes donde hoy no son necesarios, así como redoblar esfuerzos en la compra de respiradores.

Una situación complicada

Sin embargo, la situación es más complicada. Para empezar, nadie sabe cuántos respiradores hay a día de hoy en los hospitales de España, ni cómo están repartidos. No todas las comunidades autónomas disponen de un inventario actualizado, ni siquiera la más afectada de todas por el coronavirus, Madrid, que declina ofrecer una cifra concreta de máquinas a su disposición. "Seguimos sumando", responden desde la Consejería de Salud autonómica a la solicitud de información de EL ESPAÑOL. También dicen desconocer el inventario en Cataluña y Valencia. 

Justo en la tarde de este martes, Andalucía hacía público el número de respiradores con los que cuenta -1.600- y hacía público un ofrecimiento para prestar parte de ellos a la Comunidad de Madrid aunque, teóricamente eso sería ya potestad del Gobierno central. 

Otras instituciones, como la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (FENIN) y la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), confirman que no hay un dato público concreto de respiradores disponibles en España. La cifra más concreta la aporta la Sociedad Española de Enfermería Intensiva y Unidades Coronarias (SEEIUC), en el Plan de Contingencia frente a la Pandemia COVID-19 que han elaborado junto a la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (SEMICYUC). Y aún así se trata de una cifra parcial.

Así, a inicios de la emergencia, SEEIUC preguntó por sus recursos materiales a los responsables de las UCIs de toda España, tanto de centros públicos como privados. Respondieron 149 de las 250 Unidades de Cuidados Intensivos del país, un 59%. El total de respiradores inventariados fue de 2.487, con una media de 17 máquinas por UCI y un máximo de 70 aparatos por Unidad. España partiría, por tanto, de un mínimo de unos 2.500 aparatos a la disposición de sus pacientes.

Sin embargo, esa cifra está alejada de la realidad, advierten desde SEEIUC. No se pueden extrapolar los resultados al 40% de UCIs restantes porque cada hospital tiene recursos diferentes en base a su tamaño y complejidad. Además, la encuesta preguntó solo por los respiradores en Cuidados Intensivos: en circunstancias de crisis como la actual, y si el centro goza de más medios por ser de referencia, se puede disponer de más respiradores derivando otros menos especializados pero igualmente útiles, como los que se usan en reanimación o en pediatría.

El mapa mutable del coronavirus

No hay, por lo tanto, una imagen clara de la distribución de necesidades de respiradores en España. El sentido común, en cualquier caso, abogaría por enviarlos a los focos con más pacientes del territorio: Madrid, como decíamos, pero también Cataluña, Comunidad Valenciana, País Vasco y las dos Castillas. Sin embargo, la distribución de contagios con el COVID-19 evoluciona con rapidez, a menudo cuando se produce un brote comunitario. Prueba de ello son los 500 positivos nuevos entre el 23 y 24 de marzo en Andalucía

Ahora, el tratamiento con respirador no es inmediato: se trata en un principio de proporcionar el 100% de la oxigenación necesaria al paciente grave, para ir retirándosela progresivamente a medida que sus pulmones sanan y vuelven a realizar su función. Este proceso puede prolongarse durante 28 días de internamiento intensivo: retirarle la ventilación artificial antes de tiempo porque la máquina es ahora más necesaria en otra parte comprometería su recuperación hasta el punto de frustrar los esfuerzos por salvar su vida.

Por esta razón, se podría dar la paradoja de que se retiraran respiradores de comunidades menos afectadas por la COVID-19 -o se trasladaran a los hospitales donde están a los pacientes más graves de otras regiones, iniciativa que han tomado algunos países- y, al cabo de unos días, cuando el tratamiento estuviera todavía lejos de terminar, esas mismas máquinas las necesitaran pacientes nuevos de esa zona

La idea de poner la sanidad española bajo mando único pretende, precisamente, que dicho mando único tenga la información necesaria para poder tomar las decisiones pertinentes en cuanto a la distribución de los respiradores pero, sin duda, haber tenido un inventario real de estas máquinas al inicio de la crisis -o incluso en la actualidad- habría ayudado a acelerar las decisiones

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