Las clínicas de fertilidad canina están en boga: así lo afirma un estudio publicado en la revista Veterinary Records, que ha detectado un boom en apenas 5 años: si en 2015 no existía más que un centro especializado en todo Reino Unido, ahora son 37. Sin embargo, advierten los autores, no todas estas operadas por veterinarios pese a realizar en algunos casos procedimientos quirúrgicos de riesgo.

La inseminación artificial canina no es nueva en sí: se aplica en veterinaria cuando el macho, la hembra o ambos tienen dificultades físicas o de carácter para procrear. El semen del perro se puede extraer para fecundar en el momento o refrigerarlo e incluso congelarlo. Este último método es usado en la crianza competitiva: el esperma de un macho de pedigrí puede cotizar en varios miles de euros, y su transmisión queda en todo momento bajo la supervisión y acreditación de especialistas.

Sin embargo, la mayor asociación británica de propietarios de perros, The Kennel Club, ha detectado un auge de cachorros nacidos mediante inseminación artificial. Según sus registros, han sido 1.604 perritos en los últimos tres años, una cifra a comparar con los 1.153 nacidos en un periodo de 17 años, de 1998 a 2015. Al mismo tiempo, se ha detectado un incremento en determinadas razas: notablemente, los bulldogs franceses e ingleses, y los famosos carlinos o pugs, estrellas de incontables virales de la red.

Junto a shih tzus, pequineses o chihuahuas, estas razas son las denominadas braquicéfalas de pequeño tamaño, reconocibles por su morro corto y aplanado o directamente hundido. Como los dueños de estos canes saben, tienen una tendencia congénita a sufrir problemas respiratorios, lo que a su vez deriva en complicaciones para que el macho consiga completar la monta y fecunde a la hembra. La inseminación artificial salvaría este obstáculo introduciendo mecánicamente el semen en la vagina o en el útero de la futura madre.

La investigación ha detectado sin embargo un hecho preocupante: 20 de las 37 clínicas ofrecían un macho como semental pero no tenían a veterinarios en plantilla para realizar la inseminación: en el mejor de los casos, su contratación era "opcional". El mismo personal sin cualificación profesional veterinaria realizaba las cesáreas, que alcanzaban al 80% de los partos de bulldogs.

Además, en dos casos se acreditó que se había realizado inseminaciones con cirugía: en lugar de introducir el semen mediante catéter o endoscopio a través del canal vaginal, la perra es sedada y se le abre el abdomen para inyectarlo directamente en el extremo craneal de cada cuerno uterino. La proximidad a los ovarios aumenta las probabilidades de fecundación, pero esta práctica está considerada de riesgo, especialmente en las condiciones descritas, y contraria a la ética.

Reino Unido se sumó en 2019 a los países que la prohíben, lo que no descarta, apuntan los autores, a que la inseminación mediante cirugía y las prácticas dudosas se haya seguido produciendo. La razón es que muchas de estas clínicas no tienen ni siquiera una dirección fija: son "móviles", publicitadas en "páginas webs rudimentarias" y con un "teléfono móvil" como único modo de contacto. Por último, estos centros tendían a promover tendencias poco saludables para el perro, como el "crudivorismo".

¿Qué lleva a los dueños a recurrir a estos medios ilegítimos? Principalmente, la reducción de costes. En España, una sesión de fecundación artificial en una clínica veterinaria ronda los 100 euros, pero no es difícil encontrar anuncios clasificados que prometen resultados y experiencia por la mitad del precio o menos. En realidad, hay numerosos factores clínicos que redundan en el éxito de una intervención así, desde la profilaxis que evite infecciones a la correcta conservación del esperma.

Además, es responsabilidad de un veterinario determinar si una perra está en condiciones de tener camada o no, por mucho que sus dueños insistan. Así lo considera Madeleine Campbell, veterinaria del Royal College y experta europea en bienestar animal, derecho y ética: "La inseminación artificial es, en sí, éticamente admisible en muchos casos". Permite, por ejemplo, mantener la diversidad genética de la raza sin obligar a los canes a recorrer largas distancias para cruzarse.

"Sin embargo, si la inseminación artificial se usa para lograr embarazos en animales que, por razones anatómicamente hereditarias, no son capaces de aparearse o de parir de forma natural, entonces debemos considerarlo un problema de bienestar animal y una preocupación ética", afirma Campbell. "Más aún, si hay personas que no son veterinarias realizando cirugías como las cesáreas, obviamente hay que preocuparse, porque esto es ilegal".

La especialista en reproducción animal aboga por una legislación transparente al respecto y, sobre todo, por educar a los dueños sobre quién puede hacer qué en esta materia. "Las sospechas sobre personal no veterinario realizando cirugías veterinarias debería ser denunciada tanto dentro del sector como a la Policía".

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