Por norma habitual, cuando en medicina se logra catalogar y poner un nombre determinado a una enfermedad, suele tardarse una larga temporada -entre años, décadas o siglos-, hasta que logra explicarse su origen. Algunas enfermedades raras o muy raras siguen sin tener un origen conocido hoy en día, dada la complejidad de la situación.

Sin embargo, existen excepciones a la regla, como es el caso de una nueva enfermedad descrita por Dan Kastner, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano. Se trata del Síndrome Autoinflamatorio Inducido por RIPK1, una enfermedad genética, que Kastner y sus colegas del Instituto Walter han descrito recientemente en la revista Nature. Y, además, saben por qué se produce.

En este caso, la enfermedad da lugar a síndromes febriles cada 2-4 semanas, durante los cuales se produce fiebre durante un día en particular o durante toda una semana, junto a una inflamación de los ganglios linfáticos e incluso de inflamación de bazo o hígado, incluyendo en ciertas ocasiones ulceraciones en la boca. Los brotes no desaparecen espontáneamente; y, de hecho, existe un paciente con 80 años que sigue sufriéndolos cada cierto tiempo.

La clave está en tres familias

Inicialmente Kastner estudió a tres familias diferentes con esta condición, algo que ya le hizo sospechar que se trata de una enfermedad genética. Y lo confirmó con pruebas, dado que todos estos individuos tenían una mutación en el gen RIPK1, un gen que está recibiendo la atención de los genetistas por su implicación en diferentes patologías. Por ello, Kastner contacto con un equipo de expertos en el gen RIPK1, del Instituto Walter, entre ellos Najoua Lalaoui.

Lalaoui y sus colegas son los autores del reciente estudio publicado en Nature, donde describen tanto el Síndrome Autoinflamatorio Inducido por RIPK1 (CRIA en sus siglas inglesas) como su causa: funciona induciendo la muerte celular.

En la enfermedad, según comentó Lalaoui en un reciente comunicado, la mutación en el gen RIKPK1 supera los controles celulares, y da lugar a una muerte celular y a una inflamación no controladas. Y, aunque curiosamente las tres familias estudiadas tienen mutaciones diferentes de este gen, el resultado es el mismo, evitando que la proteína RIPK1 se corte correctamente.

En teoría, la muerte celular solo debe producirse de forma programada en determinadas localizaciones del organismo, como explica Lalaoui, alrededor de los ganglios linfáticos en lugar de correr sin orden ninguno y afectar a órganos enteros, como sí puede llegar a producirse en la CRIA. Algunos fármacos antiinflamatorios mejoran los síntomas de esta rara enfermedad genética, pero otros no.

Pero, como también comenta Lalaoui, ya existen fármacos en proceso de desarrollo cuyo objetivo es inhibir el gen RIPK1, pudiendo proporcionar un alivio más específico en la enfermedad. Así mismo, el descubrimiento de esta enfermedad y su causa podría ayudar a conocer más a fondo cómo y por qué se produce la muerte celular en otras enfermedades autoinflamatorias, un proceso que aún está lejos de ser comprendido por completo en el ámbito de la medicina moderna.