Desde que el ginecólogo Ernst Gräfenberg asegurase en los años 40 haberlo descubierto por casualidad, el punto G se ha convertido en una de las estructuras más controvertidas de la sexología femenina.

Algunos científicos creen que se trata de una estructura muy concreta, como una especie de clítoris interno. Otros piensan que simplemente es una zona muy sensible, mientras que algunos ginecólogos consideran que se trata de un complejo muy variado formado por varias estructuras anatómicas. Finalmente, también son muchos los profesionales que creen que su existencia no es más que un mito y que no vale la pena invertir en él.

Sin embargo, cada vez son más los cirujanos que se unen al negocio de la reconstrucción del punto G con el fin de mejorar la calidad de los orgasmos de sus pacientes. Uno de los casos más mediáticos ha sido el de Adam Ostrzensky, un cirujano y ginecólogo de Florida que en 2013 operó a tres mujeres que aseguraban haber pedido la satisfacción en sus relaciones desde el momento en que dieron a luz.

Un año antes, había anunciado que había identificado la localización exacta de este punto del placer, por lo que podía tratarlo específicamente en caso de deterioro. Los resultados de sus intervenciones acaban de ser publicados en la revista Aesthetic Plastic Surgery, reavivando la llama de la eterna disputa en torno a la existencia del interruptor más famoso del sexo.

Reparando el orgasmo

Según este ginecólogo, el Punto G consiste en un saco bien definido que se sitúa dentro de la pared vaginal frontal, muy cerca del orificio de la vagina. La distensión a la que se somete esta zona durante el parto podría haberlo alterado, dando lugar a una mayor insatisfacción durante las relaciones sexuales con penetración.

El procedimiento utilizado por Ostrzensky consistía en cortar una pequeña porción de tejido en forma de diamante para después volver a unirla, favoreciendo la contracción de la pared vaginal y, con ello, su sensibilidad.

En los años posteriores a la intervención, el equipo del cirujano preguntó regularmente a las tres pacientes sobre la satisfacción de sus relaciones sexuales. Todas ellas dieron respuesta muy positivas. Habían conseguido alcanzar de nuevo el orgasmo vaginal sin necesidad de estimulación en el clítoris e incluso lograron aumentar la frecuencia de sus encuentros sexuales. 

Esto parece un punto muy positivo, pero los detractores del procedimiento argumentan que no hubo ninguna paciente control, por lo que podría ser que estos resultados se hubiesen conseguido igualmente si no se hubiese realizado la operación.

El negocio del placer

La PuntoGPlastia podría convertirse en los próximos años en un procedimiento habitual de las clínicas de cirugía plástica, a pesar de no estar demostrada su eficacia. ¿Pero para qué? La dificultad para llegar al orgasmo vaginal es un fenómeno habitual, derivado de la forma natural de la anatomía femenina. Por eso, no tiene sentido buscar una cura para algo que realmente no es un problema.

De hecho, ante la opción de arreglar un punto cuya existencia no está ni siquiera demostrada, podría ser mucho más productivo y beneficioso para las mujeres fomentar la educación sexual, para que comprendan que nada en ellas está roto si no logran el orgasmo durante el coito. Sólo deben aprender a conocer su anatomía para exprimir sus posibilidades y disfrutar a fondo de ellas. 

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