Cuando contrae la gripe, hasta el más viril de los hombretones se convierte en un quejoso chiquillo. "Menos mal que no vas a dar a luz" - nos reconvenían espartanemente nuestras madres mientras escuchaban nuestros lamentos griposos durante la adolescencia. En inglés existe incluso un término para definir el fenómeno, "man flu", con derecho incluso a su propia página de Wikipedia en la que averiguamos que consiste en la tendencia de los hombres a exagerar los síntomas cuando se ponen enfermos.

La historia detrás del estudio que nos ocupa ha ameritado que forme parte de la tradicional selección navideña de The British Medical Journal (BMJ). Cada año la veterana publicación escoge algunas de las investigaciones más curiosas con ánimo festivo. Así, entre la demostración de que ocurren más accidentes de moto durante la luna llena y que Peppa Pig inculca hábitos sanitarios nocivos, se ha colado la lucha del médico Kyle Sue por probar que lo que él tiene no es cuento, sino que la gripe, por el mero hecho de ser hombre, le hace sufrir más.

"Cansado de ser acusado de reaccionar de forma desmesurada, investigué las evidencias a mi disposición para determinar si realmente los hombres experimentan síntomas más graves y si esto podría corresponderse con una base evolutiva" - explica este profesor asistente de Medicina de Familia de la Memorial University de Terranova y Labrador, Canadá. El médico aclara que no actuó herido únicamente en su orgullo de chicarrón del norte, sino que buscaba indicios de la necesidad de adecuar el tratamiento en función del sexo del paciente.

La primera de las evidencias era de tipo fisiológico. Sue se refiere a los estudios sobre ratones que han determinado que la respuesta inmunológica es más fuerte en las hembras que en los machos. La clave estaría en las hormonas, concretamente en el estradiol, involucrada en el ciclo menstrual y el embarazo. El médico cita estudios de 2012 y 2013 que observaron que las ratonas embarazadas resistían mejor al virus de la gripe, ya que la hormona les facilitaba "reclutar"células inmunes para sus pulmones.

Por otro lado, los estudios en modelos tanto animales como humanos han indicado un efecto inmunosupresor de los altos niveles de testosterona, y que la vacuna de la gripe crearía menos anticuerpos en el organismo de los hombres, resultando menos efectiva. En un cultivo celular extraído de mujeres premenopáusicas expuestas a un rhinovirus, demostraron tener más resistencia que las de un hombre de la misma edad. Si eran menopáusicas, en cambio, los niveles eran equivalente entre sexos, apuntando a un efecto hormonal.

La segunda evidencia que esgrime Sue es estadística: los datos epidemiológicos de 2004 a 2010 del sistema sanitario de Hong Kong indican una prevalencia de ingresos de varones durante las temporadas de gripe. Asimismo, un estudio cruzado en EEUU en el periodo 1997-2007 revelaba que las muertes por procesos gripales eran más frecuentes entre los hombres. Por último, se ha cuantificado en tres días el tiempo que necesitan ellos para recuperarse; para ellas, es la mitad.

Con todo, el prúrito del leñador de Terranova ultrajado en su amor propio asoma cuando el autor cita el dato de que las mujeres tienden "significativamente más" a interrumpir sus actividades ante la mera manifestación del primer síntoma de gripe.

"Hay que tomarlo con una buena dosis de ironía"

¿Por qué la testosterona iría ligada a una mayor debilidad del sistema inmune? Sue recupera las teorías al respecto: la hormona de la agresividad es indispensable para dos conductas, la caza y la reproducción, porque el macho debe combatir contra otros para acceder a las hembras. Al varón le compensaría el 'chute' hormonal que le asegurase el éxito biológico en forma de reproducción, ya que su estilo de vida activo y violento no le augura en cualquier caso una gran esperanza de vida.

Hay otro argumento sobre la mayor latencia del hombre a la hora de sanar: necesitaría asegurarse de recuperar la plenitud física para volver a la caza en un entorno seguro, mientras que las mujeres, más resistentes y longevas, soportan a largo plazo el peso de la comunidad.

"El artículo tiene un trasfondo científico una buena dosis de humor e ironía, como todos los del número extraordinario de Navidad del BMJ" - aclara Antoni Trilla, epidemiólogo del Hospital Clínic de Barcelona e investigador de la UB. "Todas las estadísticas pueden interpretarse con un cierto sesgo. Sobre la mortandad, el autor ha buscado un dato que apoya su teoría. Pero al dato pueden contribuir otras causas, como la mayor patologia respiratoria crónica y cardiovascular en varones".

Con todo, el experto se rinde a la evidencia observacional y empírica: "Es sabido que los hombres somos bastante menos sufridos y más quejicas que las mujeres frente a dolencias de todo tipo. Mi mujer no me aguanta cuando estoy "enfermo" y no paro de quejarme. Así que bienvenido el estradiol y la "ventaja evolutiva" de ser cazadores como excusa". Señoras, sean pacientes con nosotros cuando nos ponemos malitos: somos guerreros caídos

Noticias relacionadas